Siria se había ido acercando ideológicamente al líder egipcio desde la caída del régimen de derecha que había gobernado Siria desde 1954, luego del goplpe militar de Mustafá Hamdum. Chukri el-Kuatli, elegido presidente de Siria en 1955, había estado exiliado en Egipto y compartía las ideas de Nasser, así que la conexión estaba hecha. Ambos gobiernos, además, reconocían la China de Mao y le compraban armas a la URSS.
El gobierno sirio se veía “atrapado” entre dos opciones que no terminaban de convencerlo: por un lado, EEUU (que apoyaba a los gobiernos árabes antisoviéticos contra sus vecinos “no alineados”, dentro de los que se encontraba Siria); por otro lado, una tendencia comunista creciente en el país (liderada por el partido socialista Baas). Así que decidió no acercarse a ninguna de las dos, sino poner en práctica sus propias ideas pan-arábigas. Consideraba que las fronteras eran una “invención europea” y que Siria no perdería nada si se unía a Egipto. Más aún, ganaría fuerza.
Otros cambios siguieron a la unión entre Egipto y Siria: Yemen, a pesar de estar gobernada por un monarca conservador (Ahmad ibn Yahya), se unió también a la RAU, formando así una confederación: los Estados Unidos Árabes. Del otro lado, los reinos más pro-occidentales de Irak y Jordania formaron su propia unión: la Federación Árabe.
Los más tranquilos parecían ser los saudíes. O no tanto, porque el rey Saud, implicado en un atentado contra Nasser, se vio obligado a entregar el poder a su hermano Faisal.
Mientras tanto, en Líbano estallaba una guerra civil (otra más) entre los árabes nacionalistas apoyados por Siria y los partidarios del presidente Camille Chamoun, de inclinación pro-occidental. El primer ministro de Irak, Nuri al-Said, decidió ir en ayuda del presidente Chamoun, entonces los militares pro-egipcios se rebelaron y mataron al rey Faisal II de Irak y a otros miembros de la familia real iraquí, lo que llevó a la disolución posterior de la unión iraquí-jordana. Una especie de efecto dominó en el que participaban todos. EEUU, temiendo que las ideas de Nasser se extendieran al Líbano, envió 10.000 soldados y fomentó conversaciones entre los dos bandos libaneses (primero te mando la tropa, como para que vayas viendo que te conviene arreglar tus asuntos –que ahora también son míos– por las buenas…). Se acordó ir a elecciones, que ganó el general Fuad Chehab, más cercano a Nasser.
Exceptuando Jordania, el resto de los países se fue acercando, en mayor o menor medida, a la influencia de Egipto. Pero eso no duraría mucho, ya que entre Nasser y el ahora hombe fuerte de Irak, Abdul Karim Kassem, empezó a haber una gran rivalidad personal. Además, los sirios empezaron a estar molestos por el autoritarismo de Nasser; por su parte, Yemen y Arabia Saudita se oponían a su socialismo. En 1961 Siria se retiró de la inicial RAU y la supuesta unidad árabe se desmoronó.
En 1964, Nasser (que tenía hormigas en el trasero) volvió al primer plano (en realidad siempre lo mantuvo). Defensor del nacionalismo árabe y enemigo acérrimo de Israel, siguió con su idea de unir el mundo árabe, que según su mirada era la única forma de derrotar a Israel.
Así, propuso la crecaión de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), como una entidad protectora que acogiera a los diversos grupos de palestinos que habían sido desplazados luego del establecimiento del Estado de Israel en 1948. En realidad eran más que grupos: eran más de 2.000.000 de personas. Los líderes árabes aprobaron la idea de Nasser y en mayo de 1964 eligieron a Ahmad Shukeiry, representante palestino de la Liga Árabe, como primer presidente de la OLP.
En esa conferencia se instituyó el Convenio Nacional Palestino, que cuestionó los vínculos israelíes con Palestina, realizó un llamamiento a la lucha armada para lograr “la eliminación del sionismo” y apoyó la formación de un Estado Árabe, “democrático y laico” (ja) en el territorio de Israel. También se hicieron acuerdos para la creación de un ejército palestino.
La OLP era en sus comienzos inestable y agresiva. Algunos de los grupos que la constituían cuestionaban a su presidente (ya desde el comienzo); entre esos grupos se destacaba nítidamente el Movimiento para la Liberación de Palestina (Al-Fatah), cofundado por un ingeniero educado en Egipto: Yasser Arafat.
Tras la aplastante derrota en la Guerra de los Seis Días en 1967, el grupo Al-Fatah transformó a la OLP en una importante fuerza política y militar. Arafat fue nombrado presidente de la OLP en 1968, y la OLP se transformó en el principal representante de los palestinos.
¿Y la unidad árabe…? Bueno, vamos viendo…