Los terrenos que hoy abarcan el barrio de la Recoleta fueron sorteados según la costumbre castellana entre los primeros pobladores que acompañaron a Juan de Garay en la segunda fundación de Buenos Aires.
Allí estuvo el capitán Rodrigo Ortiz de Zarate, sobrino del adelantado Ortiz de Zarate (cuyo yerno Juan Torres de Vera y Aragón, casado con Juana -hija del adelantado con la princesa Leonor Yupanqui – había autorizado a Garay a “abrir puertas a la tierra”)
Rodrigo nacido en Valladolid en 1522, era uno de los once españoles que llegaron a estos lares. Los demás eran mancebos de la tierra (como llamaban a los nacidos en América). Garay lo nombra Alcalde Mayor y le asigna un cuarto de manzana en el Fuerte – actualmente en Balcarce e Hipólito Irigoyen -. y una quinta de 500 varas de frente; por una legua de fondo (aprox. 433 mts. de frente x 5196 mts. de fondo)
El capitán Ortiz de Zarate acompañó a Garay en otras de sus expediciones, siendo testigo de su muerte en Carcaraña. En 1586 es nombrado gobernador de Buenos Aires, dirigiendo la defensa de la ciudad, para finalmente seguir el camino que otros vecinos fundadores habían seguido y que seguirían muchos de los nacidos en esta ciudad apoyada sobre “un mar color de tierra”. Moriría en Asunción.
Su hijo mayor, Juan, hereda la quinta que habían dado en llamar “Los Ombues” y después de muchas penurias, decide vender la chacra al capitán Francés de Beaumont (o Viamonte) recibiendo en pago por ella “un traje completo de hombre compuesto de calzón, ropilla con mangas, jubón y capa”. Esta circunstancia, nada infrecuente por otros testimonios, era un signo de la indigencia de los primitivos pobladores que a veces no podían asistir a misa por no poseer “capa, manta o camisa” para abrigar sus desnudeces. Se dice que no se celebro el primer centenario de Buenos Aires en 1680, debido a la gran pobreza, ya que “los vecinos no tenían ropas para cubrir sus carnes”.
Pero el progreso de este puerto vino de la mano de la única actividad remunerativa que construiría la base de la riqueza de Buenos Aires: el contrabando.
Y aquí interviene nuestro capitán Beaumont ya que en 1614 fue nombrado gobernador interino del Paraguay y del Río de la Plata, que trató, aunque sin éxito, de frenar la actividad de los “confederados” nombre con el que se conocía a los mercaderes de esclavos, encabezados por Simón Valdez y Juan de Vergara (enviados por la corona justamente para ordenar el comercio ilegal). Este negocio era de una elevadísima rentabilidad ya que en África un esclavo valía $40, en Buenos Aires $100 y en el Potosí (por entonces la ciudad mas rica del mundo) se llegaba a pagar $800.
Pero nuestro buen Beaumont poco pudo hacer contra esta maquinaria bien aceitada por doblones de plata y al poco tiempo fue reemplazado por el caudillo que encabezaba el grupo de los “beneméritos” opositores al contrabando: Hernándarias -nombrado por cuarta vez gobernador de Buenos Aires -. Pero esta cruzada le significó su ruina. Juicios, cárcel, confiscación de bienes, harían que muera en la miseria y amargado por los sinsabores de la función publica. No fue el ultimo de la larga lista de hombres de bien acosados por intrigas legales.
Volviendo al tema que nos ocupa Beamount vende por poderes la chacra de “Los Ombues” a Juan Domingo Palermo, que daría nombre al vecino barrio, donde tenía otras propiedades.
Palermo vende a Villavicencia y este, a su vez. a Romero de Santa Cruz y Frías de Martel, estas a Herrero Hortado que la cede en herencia a su hija Gregoria, casada con Fernando Miguel de Valdez e Inclan – de profesión capitán de caballos coraza-. Este matrimonio daría el terreno para levantar una iglesia para los padres recoletos (y en caso de que esta orden se extinguiera habría de fundarse una casa de ejercicios espirituales del padre San Ignacio).
La orden de los recoletos (frailes menores de la orden Franciscana) había sido fundada en 1484 por el conde de Belalcazar como una institución, severa en cuanto a los hábitos de sus monjes, llamados recoletos descalzos o alcantarios. Las gentes comenzaron a dar ese nombre a la iglesia de la Virgen de Pilar y la zona que lo rodeaba.
El nombre de la Virgen del Pilar se remonta a los comienzos del cristianismo, cuando el apóstol Santiago predicaba en Hispania, al cruzar el Ebro por un puente de piedra construido por los romanos, se le apareció la virgen Maria (que aun vivía en Palestina), sobre uno de los pilares, pidiéndole que levantara allí una iglesia. Así lo hizo y alrededor de la misma creció la ciudad Zaragoza (dentro de las reliquias donadas a la iglesia del Pilar por Carlos III están algunos huesos contribuidos a de Santiago Apóstol).
Su santo es el 12 de Octubre y en esa fecha era costumbre celebrar las fiestas patronales en el sector que hoy es la calle Junín, mas conocida como las Romerías del Pilar, donde se hacían concursos, ecuestres, juegos, representaciones teatrales y sobre todo se comía y se bebía. No era raro que estos eventos terminasen en alguna gresca, donde los facones dejan mostrar su punta. Esta fiesta se realizo hasta principios del siglo XX y por los desordenes ocasionados la colectividad española decidió trasladarla al “Prado español” (donde hoy se levanta el Monumento al Coronel Falcón). Aquí se estrenaron los primeros éxitos de Angel Villoldo (llamado el Padre del tango).
El proyecto original de la iglesia del Pilar fue auspiciado por Juan de Narbona y el apoyo económico del capitán Pedro de Bustinza que dono 20.000 pesos a tal fin.
La concreción de las ordenanzas del Cabildo se vieron atrasadas por la preocupante situación de la Colonia del Sacramento, sometida a tropas portuguesas. Recién se autorizó la construcción en 1705, esperando la confirmación del Consejo de Indias.
Las obras recién comenzaron en 1720 sobre los planos del Padre Krauss y la dirección del hermano Blanqui, ambas de la compañía de Jesús (los mismos que intervinieron en las obras de la catedral de Córdoba y Buenos Aires). Su inauguración fue recién el 11 de Octubre de 1732, en acto formal presidido por el gobernador Bruno Mauricio de Zabala y los miembros del Cabildo en pleno.
En merced a los esfuerzos de Don Juan de Narbona, le fueron concedidos en 1732 las tierras entre los arroyos “Del Sauce” y “Las víboras” en la costa oriental del Río de la Plata. Allí instaló sus caleras que proveyeron la materia prima para la explosión urbanista que caracterizo a Buenos Aires en el siglo XVIII, fruto de la expansión económica por el contrabando.
Aunque la inauguración oficial fue en 1732, ya desde 1718 existía una humilde casilla habitada por el Fray Pedro de Castillo de la orden Franciscana. En 1723 llegaron desde España los primeros ocho frailes que constituyeron el numero vitalicio de la casa. En 1773 de los 22000 habitantes que tenía Buenos Aires, 46 eran monjes recoletos.
En 1806 Don Santiago de Liniers antes de embarcarse al Uruguay en busca de refuerzo para la Reconquista, velo esa noche en el convento. Durante la defensa actuó como hospital de sangre y en su vecindad se libraron las primeras batallas en 1807.
En 1812 debido a la falta de simpatía con la causa de Mayo, los frailes de origen español de la Recoleta fueron trasladados a Catamarca.
En Diciembre de 1821 el gobernador Martín Rodríguez y su ministro e ideólogo Bernardino Rivadavia dictaron el decreto de reforma eclesiástica que fijaba como máximo en 30 y como mínimo en 16 el numero de miembros por cada comunidad. Los monjes recoletos fueron trasladados al convento de San Francisco (en Alsina y Defensa) o a la recolección en Catamarca. Todas las posesiones del templo y el convento pasaron al Estado.
(El frontal de Plata que hoy esta en el altar mayor fue enterrado y recuperado varios años después para evitar su fundición).
Por ley del 8 de Febrero de 1822 el convento fue finalmente desalojado. Su primer destino no eclesiástico fue un “asilo de mendigos”.
En 1828 las tropas del General Lavalle, vuelto del Brasil, acamparon en el convento ante la revuelta que puso fin al gobierno de Dorrego.
En 1834 a instancias del Gral. Juan José Viamonte un sector se convirtió en hospicio para enfermos mentales en el que murió el General Estomba y Hospital de Clínicas.
En 1852 durante el sitio del Gral. Hilario Lagos, las fuerzas confederadas acamparon en el convento, librando combates a su alrededor.
En 1858 Valentín Alsina reorganiza el “Asilo de Mendigos” que pocos años después pasó a llamarse “Asilo de inválidos”. Así funcionó por muchos años bajo la supervisión medica de los Dres. Auzin y Uriarte entre otros.
En 1944 paso a llamarse “Hogar de Ancianos Gral. Viamonte”, que cumplió su función social hasta 1981 en que es trasladado a Ituzaingo y el edificio se convierte en el Centro Cultural de la Ciudad de Buenos Aires, tal cual lo conocemos. En su interior además del museo sala exposiciones y teatros se encuentra (sobre la calle Junín) el centro de informaciones regionales de las Naciones Unidas y las oficinas de la Organización de Estados Americanos.
Por su parte la iglesia del Pilar es elevada a la categoría de Parroquia en 1830, siendo su primer párroco el padre José Santiago Martínez.
El 1930 se contrata al Ing. Andrés Mille para la restauración de la iglesia, tarea que realiza con gran tino ya que restituye la arquitectura original.
Entre los detalles sobresalientes del templo, cabe destacarse el Bautisterio (donde esta enterrada la madre de Juan Lavalle), la capilla San Pedro de Alcantará (cuya escultura de singular ejecución es atribuida al español Alfonso Cano), el altar del Señor de la humildad y la paciencia, el pulpito de estilo Barroco y el relicario, obsequio de Carlos III de España en 1777, donde se conservan reliquias de santos como San Urbano, San Pedro apóstol, San Juan, Santiago, San Mateo, Santo Tomas, San Simón, entre muchos otros.
En su interior están enterradas figuras destacadas de la sociedad colonial como Martín Altoaguirre, cuyas inquietudes botánicas llevaron a sembrar los hermosos ejemplares de gomeros que persisten en la zona y de olivos en la que fuese su propiedad y que diera nombre a la zona que hoy ocupa la quinta presidencial; Miguel O’Gorman -fundador de protomedicato del Rió de la Plata y tío del padre de Camila-; José Rivadavia, tío y educador de Bernardino-, Ignacio Irigoyen -bisabuelo del presidente-, y primero de la estirpe argentina; Juan Narbona -su fundador- y Dolores de Pueyrredón, la primera esposa de Martín de Pueyrredon, el Director Supremo.