Ian Fleming: licencia para escribir

El dichoso estrés prenupcial llevó a Ian Fleming (1908-64), solterón recalcitrante de 44 años, a aporrear la máquina de escribir durante cuatro semanas de 1952 en su finca jamaicana Goldeneye. Así nació Casino Royale, el libro en que James Bond encaró su primera misión.

Una década después, en el momento de su prematura muerte, Fleming había conducido a su personaje por doce novelas, vendido 40 millones de copias y visto plasmada su obra en dos popularísimas películas. Más allá de las cifras, Bond fue, tal como lo define un ensayo , “el hombre que salvó a Gran Bretaña”.

En un país sumido en la ruina de posguerra y escocido por la pérdida del Imperio, el agente con licencia para matar se convirtió en el símbolo del orgullo nacional en los primeros compases de la Guerra Fría, cuando EE.UU. y la URSS cortaban el bacalao. Bond fue el espía que Fleming nunca fue.

Pese a que durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en el Servicio de Inteligencia, su trabajo era de despacho. Chocolate sailor (marinero de chocolate) era el despectivo apodo para estos empleados. El joven Ian se sentía un tanto fracasado, comparado con otros varones de su familia.

Su abuelo fundó la banca Fleming, su padre fue un héroe mártir de la Primera Guerra Mundial y su hermano mayor, Peter, combinaba arriesgadas expediciones de espionaje con la escritura de refinados libros de viajes.

Para más deshonra, antes de su ingreso en la Naval Intelligence, Ian había sido expulsado de la Royal Military Academy (tras contraer gonorrea en una escapada nocturna) y rechazado por el Foreign Office.

Tal para cual

Tras el conflicto bélico, fue nombrado jefe de información internacional del grupo de prensa Kemsley, al que pertenecía The Sunday Times. Su mente funcionaba ya con toda la parafernalia de una novela de Bond. Bautizó a sus 88 corresponsales con el nombre de Mercury. Hablaban 31 lenguas, según presumía, y cada uno estaba representado por una lucecita en un mapamundi que decoraba su despacho.

La vida, por fin, le iba viento en popa. Dinero a espuertas, un Ford Thunderbird, un Bentley, casinos, golf y mujeres, para las que tenía un imán innato y a las que trataba, digamos, no muy bien. Unos rasgos que volcó con descaro en su hedonista héroe de ficción.

La voz del escándalo

El matrimonio no entraba en los planes de Fleming. Fue un desvío forzoso. Entre sus varias amantes figuraba Annie Rothermere, esposa del editor del Telegraph . Ella, ya viuda, se quedó embarazada, e Ian no tuvo más remedio que pasar por el altar. En los compases previos al enlace, se puso a “amartillar su pornografía”, como apostillaría su futura esposa.

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Las adaptaciones de las novelas de James Bond al cine convirtieron al personaje en icono de la cultura popular en todo el mundo.

Las adaptaciones de las novelas de James Bond al cine convirtieron al personaje en icono de la cultura popular en todo el mundo.

Annie pertenecía a ese elitista mundo poblado por Evelyn Waugh o Cecil Beaton. Ian los escandalizaba cuando afirmaba que los museos se deberían visitar sobre patines.

Fleming atribuía el éxito de las novelas de Bond a que estaban llenas de “cosas”. Coches, yates, diamantes o sexo con toques sadomasoquistas. Los ciudadanos de a pie estaban hambrientos de cosas que nunca podrían comprar o se atreverían a hacer.

Existen decenas de hipótesis sobre quién fue la inspiración para Bond, su jefe M o la secretaria Monnypenny. El autor presumía de basarse en la realidad, aunque era lo bastante ambiguo como para no descubrir sus cartas.

Quizá se echaba un farol y todo era pura invención, excepto los apellidos de amigos y enemigos que reciclaba para sus personajes. Un crítico dijo que no fue un auténtico espía, pero que escribía como tal.

El cine ha suavizado muchísimo a Bond. Sobre el papel, fumaba tres paquetes diarios (de una mezcla de tabaco turco y de los Balcanes) y favorecía los cócteles más explosivos (no solo el tan manido “Martini agitado, no mezclado”).

Fleming seguía esta misma dieta salvaje, aunque con el inconveniente de que él era de carne y hueso. Tras años de deteriorada salud y de negarse a abandonar sus vicios, falleció de un ataque al corazón, mientras jugaba al golf, a los 56 años.

Del lujo al desenfreno

1908. Ian Lancaster Fleming nace el 28 de mayo en el lujoso barrio londinense de Mayfair, en una adinerada familia de banqueros.

1921. Empieza su infructuoso periplo educativo. Primero en Eton y después en la Royal Military Academy de Sandhurst.

1939. Gracias a la influencia de su madre, consigue el puesto de asistente personal del director de la Naval Intelligence.

1942. Crea y coordina los Red Indians, grupos de asalto que entraban en territorio nazi y capturaban material para el servicio secreto.

1945. Nombrado jefe de internacional de Kemsley Newspapers. Da la vuelta al mundo para perfilar ciudades. El editor se quejó de la cantidad de prostíbulos y casas de masajes que incluyó.

1952. Se casa con lady Annie Rothermere, tiene un hijo y concibe Casino Royale, la primera novela de Bond, publicada al año siguiente.

1960. Se aborta el plan de un Bond dirigido por Alfred Hitchcock. Más tarde, la justicia permitió que Fleming basara la novela Operación Trueno en el guion de aquel filme, no escrito por él.

1962. Se estrena en cine Dr. No, uno de los dos filmes producidos en vida de Fleming. El otro fue Desde Rusia con amor (1963).

1964. Publica Chitty Chitty Bang Bang, un relato para su hijo. Sufre un ataque al corazón en Kent. Fallece en un hospital de Canterbury.

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