Harry St. John Philby, el otro hombre de Arabia

La historia de Thomas Lawrence más conocido como Lawrence de Arabia, ha sido bien difundida gracias a sus libros (Los Siete Pilares de la Sabiduría es el más conocido), a todo lo se ha escrito sobre él y su extraña existencia y, sobre todo, por la magistral película protagonizada por Peter O’Toole. Gran parte del encanto de la figura de Lawrence radicaba en su desaparición de la escena pública, extraviado en el anonimato. Él, que había sido oficial de inteligencia del ejército británico, que se había codeado con jeques árabes, que había peleado por la independencia de esas naciones, terminó convirtiéndose por voluntad propia, en soldado raso. El único lujo que se permitía, las motocicletas de alta cilindrada, terminaron costándole la vida.

Uno de sus compañeros de ruta durante los años de Primera Guerra Mundial era otro oficial nacido en Ceilán pero educado en Cambridge, donde estudió lenguas orientales. Harry St. John Philby era un agente de inteligencia británico convencido de la legitimidad de la causa árabe, como lo fue Lawrence.

Philby dominaba el árabe y distintos dialectos (que adquirió tanto en la universidad como en ejercicio de sus funciones administrativas). Mientras las autoridades británicas favorecían a Hussein ibn Ali como líder de los árabes, Philby apoyaba la figura de Aziz ibn Saud, al que sirvió hasta el fin de sus días.

Para demostrar que Aziz ibn Saud tenía el control sobre las tribus en el desierto que conducía a Jeddah (un puerto estratégico sobre el Mar Rojo), Philby se convirtió en el primer europeo en cruzar esa área casi inexplorada, conocida como “El cuarto vacío”. Esta experiencia la volcó en distintos libros y artículos.

En 1915 el gobierno británico le encomendó la tarea de organizar la revuelta árabe a fin de defender los pozos petroleros en Basra, que eran la fuente de suministro de la Royal Navy en el océano Índico. Fue en estas circunstancias en que los ingleses comenzaron a prometer la independencia a los árabes, al igual que prometían Palestina a los israelitas por la llamada declaración Balfour. Por entonces, todas estas regiones eran parte del Imperio Otomano, un importante aliado de Alemania, que había infligido a los británicos una dolorosa derrota en Galípoli. Para combatir a los turcos era necesario contar con el apoyo de los locales y para ganar su voluntad hicieron promesas que no siempre pudieron honrar. Estas promesas y decisiones asistieron a crear el conflicto de Medio Oriente que se prolonga hasta nuestros días.

En noviembre de 1921 Philby fue nombrado jefe del servicio secreto británico en Palestina, donde trabajó estrechamente con el capitán Lawrence y conoció a Allen Dulles, quien sería el director de la CIA. En 1922 fue invitado a viajar a Londres donde se trató extensamente la cuestión Palestina, con la intervención de Winston Churchill y el barón Rothschild.

La postura de Philby favorecía la instauración de una nación árabe unida, desde el Mar Rojo hasta el Golfo Pérsico (zona que había explorado en 1917). En 1924 fue separado de su cargo por discrepancias con la política británica que, a su criterio, traicionaba el espíritu de lo prometido durante la guerra. Sin embargo y según el gobierno inglés, Philby mantenía una relación epistolar con ibn Saud, a quien le revelaba secretos de Estado, violando así la neutralidad que debía mantener.

Después de ser desplazado de sus funciones, Philby se instaló en Jeddah donde se convirtió en socio de una prospera empresa comercial. Mientras tanto volcó su experiencia como diplomático y explorador en el Medio Oriente en libros y artículos que le dieron renombre internacional, no solo en el campo de la política sino también en el de la biología, especialmente en la ornitología, ya que describió varias especies desconocidas de aves y hasta una perdiz fue nombrada en su honor: Alectoris philbyi.

En 1930 se convirtió al islam y en el principal asesor de ibn Saud sobre el tema petrolero. De allí en más Philby asesoró a los sauditas en los distintos negocios en el gigantesco negocio de los combustibles fósiles, con distintas empresas británicas como americanas.

A lo largo de la década del 30, Philby trató de llegar a un acuerdo con David Ben-Gurión y otros líderes judíos para mantener una pacífica convivencia con la población árabe. Nunca pudieron llegar a un acuerdo a pesar de mantener un diálogo abierto.

En 1932, Philby organizó una expedición a los cráteres de Wabar después de recorrer 3.000 kilómetros buscando la legendaria ciudad de Ubar. En 1939 participó sin suerte en la elección parlamentaria de su país, defendiendo la neutralidad de Inglaterra en la contienda europea. Perdió la elección y viajó a Bombay, pero fue acusado de mantener relaciones con los enemigos de Inglaterra (la norma conocida como 18B). Por esta razón fue deportado a Inglaterra donde pasó un corto período en prisión. De allí es que varios autores lo señalan como pronazi y antisemita .

Después de la muerte de ibn Saud, debió exiliarse en el Líbano, porque afirmó que la moral de la familia Real árabe “ha sido arrojada a los basureros de Occidente”.

Pasado un tiempo le fue permitido volver a Riyadh, donde se reencontró con su hijo Kim, a quien él había introducido al servicio secreto británico (con los años se supo que era un agente soviético y que le habría pasado información a los rusos sobre los dispositivos de Francia e Inglaterra en el Canal de Suez). Entonces convivía con su segunda esposa, una joven de 16 años que había adquirido en el mercado de esclavos de Taif (cerca de la Mecca).

Este hombre que tuvo 8 hijos, fue miembro de la Orden del Imperio Británico, premiado con la medalla de oro de la Royal Geographical Society, espía del M16 (desafectado de su cargo con inconducta sexual), asesor de reyes y empresas petroleras, árbitro del conflicto árabe israelí, explorador de partes desconocidas del planeta, descubridor de nuevas especies de aves, escritor y político, fue internado de urgencia por un accidente vascular. Sus últimas palabras fueron: “Estoy tan aburrido…”. Está enterrado en Beirut bajo una lápida que lo reconoce como “El más grande de los exploradores árabes”.

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