Gayle Rubin: una queer* visionaria

Nació en Carolina del Sur en 1949 dentro de una familia judía lo suficientemente acomodada como para que pudiera dedicar su vida a leer, estudiar, cuestionar y escribir sus reflexiones acerca de temas tan diversos como íntimos. Después de haber concluido su educación secundaria, estudió antropología. En 1968, participó en los grupos feministas de autoconciencia activos en el campus de la Universidad de Míchigan (donde en aquel entonces era estudiante y más tarde fue profesora) y escribió sobre temas feministas para la revista del movimiento de mujeres Ann Arbor Argus. Pero fue a partir de 1975 -Año Internacional de la Mujer (la Resolución 3010 de la Asamblea General de las Naciones Unidas fue una resolución adoptada el 18 de diciembre de 1972 en la que se proclamó el año 1975 como el “Año Internacional de la Mujer”)- que Rubin alcanzó el “gran” logro al que tode pensadxr –o al menos casi todes- apunta: empezó a ser estudiada, discutida, refutada, pero sobre todo apoyada, por sus contribuciones teóricas (las cuales van desde la definición del que llamó sistema “sexo-género” hasta la razón primera por la que se le cita permanentemente en todos los textos de teoría feminista de inspiración marxista, freudolacaniana o levistraussiana), tras la publicación de su ensayo El tráfico de la mujer: notas sobre la “economía política” del sexo (1975) – para leerlo hacer click aquí -, en el que postuló la necesidad de profundizar las propuestas de Engels, Freud, Lacan y Levi Strauss para fortalecer la teoría feminista y el activismo. En él, trató de descubrir los mecanismos histórico-sociales por los cuales el género y la heterosexualidad obligatoria son producidos, y las mujeres son relegadas a una posición secundaria en las relaciones humanas. Lo que escribió Rubin en ese crítico texto (y que no cesa de citarse en la teoría feminista de cualquier tendencia) es lo que sigue: “Que El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado de Engels[1] (1884) sin dejar de ser un libro penetrante también es frustrante, la mejor idea que podemos extraer de él es que “las relaciones de sexualidad pueden y deben diferenciarse de las relaciones de producción” y que, así como toda sociedad tiene alguna forma de actividad económica organizada, también tiene un sistema de “sexo/género”, al que define como “el conjunto de disposiciones por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”. Rubin prefiere este concepto a los más usados modos de ‘reproducción’ y ‘patriarcado’ que han propuesto otras teóricas porque: en el primer caso, se opone al modo de producción económica, con lo que se vuelve a dejar a las mujeres en la esfera de la sexualidad, cuando –en realidad— los dos modos producen y reproducen; y en el segundo caso, el término oculta otras aristas, ya que hay que diferenciar “la capacidad y la necesidad humana de crear un mundo sexual y los modelos opresivos en que se han organizado los mundos sexuales, los cuales el término ‘patriarcado’ subsume”, mientras que el concepto que ella propone indica que en el mundo sexual la opresión no es inevitable, sino que es un producto de las relaciones sociales específicas que lo organizan. “El patriarcado es apenas una forma específica de la dominación masculina y por eso el uso del término debe limitarse”, añadió Rubin en su ensayo donde dejó materializada su postura de que son los intereses ideológicos, económicos y políticos los que moldean los cuerpos, “una maquinaria que moldea las formas apropiadas de individuos sexuales”, precisó.

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En 1978 se trasladó a San Francisco para estudiar la cultura leather[2] entre homosexuales masculinos planteándose examinar esta práctica sexual minoritaria, no desde una perspectiva clínica ni a través de la psicología individual sino como antropóloga que estudia una comunidad contemporánea. El 13 de junio de ese año, Rubin, junto con Patrick Califia (un psicólogo, terapeuta sexual, cantante y escritor transexual estadounidense conocido como ensayista, poeta y activista del movimiento histórico del BDSM, al que pertenece desde la época pionera de la Old Guard) y otres dieciséis, fundaron el primer grupo feminista lésbico sadomasoquista (en adelante S/M) conocido como “Samois”. En los cinco años de existencia del grupo la política y la teoría feminista cambiaron porque no había manera de evitar el tema del uso del poder en la relación sexual S/M: ¿no reivindicaba esto la dominación de una mujer sobre otra?; ¿no reeditaba los consejos a Eugenia del Marques de Sade[3]? La respuesta de “Samois” a las dos preguntas fue: “No, porque se trata de una práctica sexual consensuada por las partes”. Al año siguiente, Pat Califia publicó El lado secreto de la sexualidad de las lesbianas -texto que amerita ser leído por constructivamente subversivo y poético – click aquí-, y ese mismo 1979, en la Marcha del Orgullo Gay, elle y el resto de las S/M de “Samois” fueron agredidas violentamente . En el 81 el grupo publicó su primer libro sobre sadomasoquismo escrito por y para mujeres, Llegando al poder – acceso al libro hacienco click aquí, en el que Califia, Rubin y otras reivindicaron “el sadomasoquismo lésbico como una manera de empoderarse a través de la sexualidad”. -El término “sadomasoquismo” también ha sido degradado, principalmente por los medios de comunicación, la psicología clínica y el movimiento contra la pornografía. Después de todo, la homofobia no es la única forma de prejuicio sexual. Cada comportamiento sexual de las minorías ha sido mitificado y distorsionado. Existe una escasez de información precisa, explícita y sin prejuicios sobre el sexo aún hoy, en plena era farmacopornográfica[4]. Ésta es una de las formas en que se controla el comportamiento sexual. Si las personas no saben que existe una técnica o un estilo de vida en particular, no es probable que lo prueben. Si las únicas imágenes que tienen de un determinado acto sexual son feas, repugnantes o amenazadoras, no participarán en ese acto o serán furtivos en cuanto a disfrutarlo. El S/M, las fantasías o deseos de sumisión o dominación permiten explorar diferentes roles, contactos, cuerpos, relaciones y prácticas hasta alcanzar un mayor conocimiento de un@ mism@ y un descubrimiento del propio placer, único e irrepetible. Se trata del placer, de obtener más placer y satisfacción, pero también es un acto subversivo. Las fantasías y prácticas eróticas disidentes y no normativas permiten disfrutar del sexo también a personas que han sido expulsadas de él por el resto de la sociedad. Al final, los órganos más relacionados con el placer son la piel y el cerebro, y en eso el S/M y las fantasías eróticas le llevan ventaja al sexo convencional-. A partir de la publicación de Llegando al poder ocurrió un distanciamiento no solo entre las feministas en general sino entre las feministas lesbianas alrededor de la censura o no al S/M. Las feministas hetero y homosexuales denunciaron la posición de Rubin y “Samois” como antifeminista; una de ellas, Sheila Jeffreys, asociando lo S/M con la pornografía y la prostitución, escribió: “solo refuerza un imaginario patriarcal y multiplica las ganancias de la industria del sexo, conduciendo por ende a la explotación de mujeres y lesbianas por otras mujeres”, a lo que Califia contraatacó en el artículo Feminismo y sadomasoquismo: “El movimiento feminista se ha convertido en una fuerza moralista que contribuye a la miseria y al odio internalizado de las minorías sexuales. Para muchas feministas, el hecho de que sea consensual lo hace mucho más aterrador. Una mujer que deliberadamente busca una situación sexual en la que pueda estar indefensa, es una traidora a su modo de ver”, pero lo que de verdad ocurre es que las participantes “seleccionan los roles que mejor se acomodan a sus necesidades sexuales. La recompensa más significativa de ser top o bottom es el placer sexual. Si no te gusta uno, te cambias para el otro lado ¿Podrías hacer eso con tu sexo biológico, raza o estatus socioeconómico?”. –Chapó-.

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Gayle. Fotografía de Morgan Gwenwald, 1982.
Gayle. Fotografía de Morgan Gwenwald, 1982.

 

 

El grupo “Samois” se disolvió en mayo de 1983 y en 1984 Gayle participó en la fundación de una nueva organización: “The Outcasts”. – Justo 1984[5]… Sincronocidad jungueana, ponele…-. Rubin devino en una prominente “activista pro sexo” en las guerras sexuales feministas de finales de los años 70 y 80, presentando un artículo (ahora clásico) en la volátil Conferencia Barnard de 1982 sobre sexualidad en Nueva York. En 1984, Gayle escribió otro influyente ensayo –verdaderamente, me pregunto si fue o no más que pura poesía del destino…- que nos ilustró acerca de la política sexual (término acuñado en los 70 por Kate Millet). El ensayo se tituló: Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad – para leer el ensayo hacer click aquí– en el que revisó la historia de su país para detenerse a fines del siglo XIX y en los años 50, cuando las contrarrevoluciones sexuales tuvieron sus momentos estelares que se plasmaron en leyes que luego fueron difíciles de anular y/o reformar. En el texto planteó que en nuestras sociedades opera un sistema político que organiza las prácticas sexuales y les otorga un significado social a partir del contexto cultural, lo cual la llevó a exponer la necesidad de crear teorías radicales sobre la sexualidad que apunten hacia la justicia erótica y la erradicación de la violencia que produce nuestro sistema de organización cultural sobre el sexo, el género y el placer. El punto más importante del texto de Rubin es que la sexualidad es siempre política y que hay periodos históricos en donde sus códigos culturales, normativas sociales y simbolización de sus prácticas son renegociados y a su vez dichas renegociaciones pasan por procesos de transformación subjetiva, por lo que es necesario crear nuevas metodologías de investigación sobre su campo. “Hay una política en los procesos de la sexualidad y en sus manifestaciones sociales. Esas economías políticas del sexo son los motores, en ocasiones, de los procesos de transformación social y tienen consecuencias patentes en el entorno material donde habitan las poblaciones. Su estudio requiere no sólo una visión amplia y libre de prejuicios, sino también que el investigador se involucre con sus experiencias como sujeto atravesado por las tecnologías de producción de subjetividad actuales”. –Paul B Preciado, con Testo yonki[6], es y será su mejor alumna-. En su ensayo, Rubin también adujó: “Desgraciadamente, el análisis progresista sobre la sexualidad está relativamente subdesarrollado. Gran parte de la aportación del movimiento feminista no es sino un añadido a la mistificación que rodea al tema. Existe una urgente necesidad de desarrollar unas perspectivas radicales sobre la sexualidad”, y se cuestionó “¿Por qué coinciden sin rubor la izquierda y la derecha en los temas referidos a la sexualidad?”, a lo cual se respondió: “En primer lugar, por el ´esencialismo sexual´, esa idea de que el sexo es una fuerza natural que existe con anterioridad a la vida social y da forma a las instituciones, la cual está arraigada en el saber popular de las sociedades occidentales (dominado el pensamiento durante hace más de un siglo por la medicina, la psiquiatría y la psicología -la academia-), reproduciendo el esencialismo; desde tales categorías etnocientíficas la sexualidad no tiene ni historia ni determinantes sociales significativos”. Ya Michael Foucault y la escuela de pensamiento histórico de Jeffrey Weeks y Judith Walkowitz, han desafiado el esencialismo dominante, señalando que la sexualidad se constituye en la sociedad y en la historia y que no está unívocamente determinada por la biología. “Nunca encontramos al cuerpo separado de las mediaciones que le imponen los significados culturales”, manifestó la antropóloga (cuestión que sigue aseverando más de tres décadas después de haberlo escrito por primera vez), “de manera que sólo si se comprende el sexo también en términos de análisis social e histórico, será posible una política sexual más realista”. Para Rubin del “esencialismo sexual” se derivan al menos cinco ideas que están arraigadas en la cultura popular (y, así, en el inconsciente de cada une): la negatividad sexual, la falacia de la escala sexual extraviada, la valoración jerárquica de los actos sexuales, la teoría del dominó del peligro sexual y una ausencia de un concepto de variedad sexual benigna. “Negatividad sexual” llama Rubin a esa convicción de que el sexo en sí es pecaminoso, excepto cuando su fin es la procreación, así cuando es el resultado inevitable del amor o de la investigación científica o de la experiencia estética. La falacia de la escala extraviada y la valoración jerárquica de los actos sexuales son corolarios de la negatividad sexual: en el escalón más bajo se encuentra cualquier acto que implique la penetración anal y en el más alto el sexo entre heterosexuales casados y monógamos. La masturbación “flota ambiguamente (especie) de sustituto inferior de los encuentros de pareja”. Las parejas estables homosexuales gozan de respetabilidad, pero, en cambio, los homosexuales promiscuos están bien abajo en la escala, mezclados con “las castas sexuales más despreciadas (transexuales, travestis, fetichistas, sadomasoquistas, trabajadores del sexo, modelos en las producciones porno) y, la más baja de todas, aquellos cuyo erotismo transgrede las fronteras intergeneracionales”. Lógicamente, Rubin llama “teoría del dominó sexual” a la convicción de que si cae una piedra de la contención cae el resto inexorablemente. Plantea que no es posible desarrollar una ética sexual pluralista sin un concepto de variedad sexual benigna que abandone la idea de un modelo único al que hay que adaptarse –o frustrarse en el intento y vivir crónica y nanotecnológicamente desubjetivado-.

En 1985, Rubin fue miembro fundadora de la Sociedad Histórica GLBT (originalmente conocida como Sociedad Histórica Gay y Lésbica del Área de la Bahía de San Francisco). De 1992 al 2000 formó parte de la directiva del Museo y Archivos de la Cultura Leather, instancia a la que llegó argumentando la necesidad de archivos históricos bien cuidados para las minorías sexuales. “La vida queer está llena de ejemplos de fabulosas explosiones que dejaron poca o ninguna huella detectable… Aquellos que no logran asegurar la transmisión de sus historias están condenados a olvidarlos”, dijo en una entrevista a poco de haber sido creado dicho museo. En 1994 finalizó su doctorado en antropología en la Universidad de Míchigan con una disertación titulada The Valley of the Kings: Leathermen in San Francisco, 1960 – 1990 (El valle de los reyes: Peleteros en San Francisco de 1960 a 1990). Además de ser profesora de antropología en la Universidad de Míchigan en 2014 fue profesora visitante F. O. Matthiessen de Género y Sexualidad en la Universidad de Harvard. Actualmente, es miembro del consejo editorial de la revista Feminist Encounters y del consejo asesor internacional de la revista feminista Signs. Según ella “la sexualidad está esencialmente organizada en un sistema de poderes diferentes por los cuales se alienta y recompensa a ciertas personas, mientras que a otras se las castiga y se condena”. Rubin sugiere que aquellos que se consideran “progresistas” deberían reevaluar algunas de las nociones preconcebidas sobre la sexualidad y reconocer las degradaciones políticas de las sexualidades. Para ella, cualquier enunciado puede ser implícitamente performativo, todo lenguaje tiene propiedades de construcción del mundo. Judith Butler sostiene que “los géneros no pueden ser ni verdaderos ni falsos, ni reales ni aparentes, ni originales ni derivados”. Llamarse a sí mismo “mujer” u “hombre” no es simplemente un enunciado constativo, una marca lingüística de una congruencia natural entre cuerpo y género; la llamada congruencia natural de cuerpo y género depende de la repetición del enunciado y de la asunción de un cuerpo neutral, como un lienzo en blanco, con su “facticidad muda”. En este caso, la facticidad muda es “sexo”, una categoría que a menudo se da por sentada como natural. Sin embargo, esta facticidad no es en sí misma muda, sino que depende del mutismo del cuerpo en cuestión, siempre ya penetrado por innumerables líneas de discurso, destruido y “plenamente transvaluado en un dominio de valores sublimado”. La antropóloga norteamericana sigue planteando también que el movimiento feminista debe “soñar con algo más que la opresión de las mujeres, tiene que soñar con la eliminación de las sexualidades y los papeles sexuales obligatorios”. “El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo)”, repitió en repetidas oportunidades. Gayle Rubin es una propulsora substancial de todo aquello en contra de la normativización de cualquier identidad para desde ahí producir discursos, prácticas de resistencia y estrategias de fuga de una realidad en continuo cambio y cada vez más compleja. –G@d, bless the visionary queer! (¡Di@s bendiga a la cuir visionaria!)-.

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[*] Queer es un término tomado del inglés que se define como “extraño” o “poco usual”. Se relaciona con una identidad sexual o de género que no corresponde a las ideas establecidas de sexualidad y género. Las corrientes teóricas queer también propugnan el uso de “cuir” como adaptación gráfica al español.

[1] El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado: a la luz de las investigaciones de Lewis H. Morgan es el título completo de un tratado divulgativo sobre materialismo histórico (término acuñado por Friedrich Engels y el marxista ruso Gueorgui Plejánov, que alude a las doctrinas y al marco conceptual creado por el filósofo Karl Marx para comprender la historia humana, según el cual “no es el espíritu como en Hegel el que determina la historia” sino por una superestructura representada por las relaciones económicas y los modos de producción de la sociedad) escrito por Engels y publicado en 1884, después de la muerte de Marx. Está basado parcialmente en las notas del filósofo y economista comunista alemán sobre el libro La sociedad antigua del antropólogo estadounidense Lewis Henry Morgan y en la lectura que Engels hizo del mismo.

[2] La cultura leather (del inglés, “cuero”) comprende prácticas e indumentos que se organizan con un fin sexual o erótico. Una de las maneras en las que el grupo se distingue de las culturas sexuales convencionales es mediante el uso de indumentos de color negro y artículos de cuero.

[3] Maravillo texto escrito por el Marques de Sade que amerita ser leído y releído por ser una puesta en jaque a la moral, un tratado filosófico que conduce al lector a los más variados cuestionamientos existencialistas empleando una relación parental como hilo conductor: https://studylib.es/doc/8781752/marques-de-sade—-eugenia-de-franval

[4] Según el filósofo queer catalán Paul B. Preciado hemos entrado en una era “farmacopornográfica”, donde los procesos de gobierno biomolecular (de allí un régimen farmacológico) se conjugan con los procesos de gobierno semiótico-técnicos (de allí un régimen pornográfico) en la constitución de la subjetividad sexual. Nos hallamos de este modo frente a nuevas tecnologías del cuerpo (biotecnologías, cirugía, endocrinología) y nuevas tecnologías de la representación (fotografía, cine, televisión, cibernética). Las nuevas tecnologías biomoleculares y de transmisión de información a alta velocidad entran a formar parte del cuerpo, se diluyen en él, se convierten en cuerpo. De allí que el modelo de acción sea el de la microprostética, a saber, un poder que actúa incorporando artificios miniaturizados, internalizando de esta forma los dispositivos de vigilancia y control propios del régimen sexopolítico disciplinario.

[5] 1984 (en su versión original en inglés: Nineteen Eighty-Four) es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell entre 1947 y 1948 y publicada el 8 de junio de 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.

[6] Testo Yonki (2008) es un ensayo brillante y provocador sobre el lugar que ocupa el cuerpo, el sexo y la sexualidad en nuestra sociedad contemporánea. El modelo capitalista actual se asienta en dos pilares fundamentales: la industria farmacéutica y la pornografía. En paralelo al discurso filosófico que analiza esta realidad farmacopornográfica, la autora relata un autoexperimento que le lleva a aplicarse testosterona, para desmentir con él la determinación biológica del género y la sexualidad. – https://es.scribd.com/document/39190284/Testo-Yonqui-1 -. -Si leer el libro (instancia que mega recomiendo) no te apetece o lo que sea, dejo un link a citas a la teórica queer como para pueda graficarse más explícitamente su pensamiento: https://es.wikiquote.org/wiki/Paul_B._Preciado -.

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