Francesca Caccini nació el 18 de septiembre de 1587 en Florencia (Italia) y murió en la misma ciudad en 1640 (aunque está en duda ese año y sigue sin encontrarse data específica acerca del día de su partida).
Hija de dos músicos excepcionales: Giulio Caccini, autor del manual de canto más influyente del siglo XVII, “Le nuove musiche“, y de la cantante Lucia Di Filippo Gagnolandi, Francesca parecía predestinada a dedicarse también a la música en la época en la que sobre las intérpretes y compositoras se cernía invariablemente la sombra de una mesalina lasciva.
En 1604, a sus 13 años de edad, viajó junto a su familia a Francia para realizar su primera actuación pública como cantante en la boda de Enrique IV y María de Medici. Su padre había compuesto la música para la ocasión y participado en la organización del evento. El rey Enrique IV quedó tan impresionado con su performance que le propuso que se quedara en su corte. Sin embargo, los funcionarios florentinos se opusieron, y ella regresó a Italia, donde su fama siguió creciendo.
Bajo la protección de la gran duquesa Cristina de Lorena, la cabeza de los Medici, conoció a Claudio Monteverdi, el padre del género operístico, quien la admiraba profundamente y bautizó “la Cecchina” (el pájaro cantor). Fue él, también, quien le presentó a Giovanni Battista Signorini, un miembro de la Camerata Florentina, con quien contrajo primeras nupcias en 1607.
Durante ese tiempo empezó a desarrollar su habilidad como compositora. Conjuntamente con el libretista Michelangelo Buonaroti (sobrino nieto del gran Miguel Ángel) escribió música para muchos intermedios en la Corte de los Medici y también empezó a escribir las recién estrenadas óperas.
En 1625, obtuvo uno de sus mayores éxitos con la ópera “La liberazione di Ruggiero dall´isola d´Alcina”, compuesta para la vita del príncipe Ladislaus Sigismondo, ópera que fue interpretada a sí mismo en Varsovia en 1628, siendo esta la primera ópera italiana representada fuera de sus fronteras.
Otra de sus obras que han llegado hasta nuestros días es “Il primo libro delle musiche”, un volumen de arias de intensos sentimientos (el deseo, “Rendi alle mie speranze”; la pérdida, “Lasciatemi qui solo”; la angustia, “Ferma, Signore, arresta”), dirigido al público femenino específicamente.
Francesca Caccini fue la primera mujer no solo en componer una ópera sino en llegar a ganar el sueldo más alto de su momento histórico, sobrepasando al de su propio padre y de cualquier hombre del enorme conjunto de empleados al servicio de la familia Medici de Florencia.
Será eternamente recordada más allá de la poca información que pudo conservarse a través del tiempo por haber sido un magnífico ejemplo de libertad de acción y virtuosismo nato.