Final español a la rebelión de los bóxers

En un lugar más bien discreto, el consulado español en Pekín tiene expuesta una fotografía de enorme valor, que constituye el reflejo de la última época de la China imperial. Se trata de la imagen que recoge la firma del llamado Protocolo Bóxer del 7 de septiembre de 1901 en la embajada española de la capital china. Un acuerdo en el que el Imperio del Centro reconocía su culpa en la rebelión de los bóxers contra las potencias extranjeras y admitía pagar compensaciones por las muertes, saqueo y asedio durante 55 día de las embajadas por parte de este movimiento xenófobo.

La presencia de esta fotografía en la legación española responde al papel que desempeñó España en aquel conflicto, que mantuvo en vilo a las capitales de las principales potencias mundiales ante las noticias que llegaban, a menudo exageradas, de Pekín. Y es que en aquel verano de 1900, el embajador español en Pekín, Bernardo de Cólogan y Cólogan, se erigió en protagonista en la resolución de aquella crisis, debido a que era el decano del cuerpo diplomático acreditado en Pekín.

Sus buenas relaciones con la emperatriz Ci Xi no sólo le convirtieron en el único embajador que tenía acceso a la Ciudad Prohibida sino que le convirtieron en un personaje clave en la redacción de aquel tratado de paz conocido como Protocolo Bóxer .

Este compromiso puso punto final al asedio del Barrio de las Delegaciones, donde se hallaban la mayoría de embajadas, por parte de miles de chinos liderados por los bóxers. Un movimiento de carácter xenófobo y violento que había surgido a raíz de la derrota china ante Japón en 1895 y como rechazo a la presencia cada vez más acusada de los extranjeros en el país en la última década del siglo XIX. La revuelta es considerada por el actual Gobierno chino como el primer levantamiento patriótico contra las continuas “ofensas extranjeras” perpetradas durante la segunda parte del siglo XIX a China.

La rebelión estalló en 1898 al grito de “¡Mueran los extranjeros!”. Una consigna que pronto aglutinó a miles de seguidores, entre campesinos, artesanos y comerciantes, hartos de una intromisión extranjera que consideraban culpable de todos los males que aquejaban al imperio. Un sentimiento compartido por el Gobierno y la emperatriz Ci Xi, que en el año 1900 firmó unos edictos favorables a los bóxers, que entonces ya recorrían campos, pueblos y ciudades persiguiendo y matando a extranjeros, misioneros y chinos que abrazaban la fe católica. La situación se tornó más acuciante a partir de junio de aquel año, cuando los bóxers llegaron a Pekín y convirtieron las sedes diplomáticas en objetivo preferente.

El día 11, el canciller japonés, Sugiyama, fue sacado de su coche, arrastrado y asesinado. El 19, la emperatriz Ci Xi requirió al cuerpo diplomático que abandonara Pekín y se dirigiera a Tianjin. En la mañana del 20, el embajador alemán, Von Ketteler, fue asesinado a tiros a quemarropa y el 21, el Gobierno chino declaró la guerra a las potencias extranjeras.

A partir de entonces, el Barrio de las Delegaciones, una superficie de alrededor de una hectárea, en la que se asentaban once delegaciones diplomáticas, conoció un largo asedio de casi dos meses. Allí, al sur de la Ciudad Prohibida y junto a lo que hoy es la céntrica plaza de Tiananmen, se refugiaron unos 500 civiles extranjeros, 450 infantes de marina y unos 3.000 chinos convertidos al cristianismo.

Una resistencia heroica que quedó inmortalizada en la película 55 días en Pekín , protagonizada por Charlton Heston, Ava Gardner y David Niven, y rodada en Las Rozas (Madrid) en 1963. Hasta que no llegó la ayuda militar, el personal diplomático tuvo que defenderse del asedio de más de 100.000 bóxers sólo con armas ligeras y un viejo cañón, al que se apodó el Cañón Internacional , porque su caña era británica, la cureña italiana, los proyectiles rusos y los artilleros de EE.UU.

A pesar de su superioridad numérica y sus esfuerzos, los bóxers no lograron superar las defensas del recinto y el 14 de agosto el asedio a las embajadas fue levantado. Las tropas de la Alianza de las Ocho Naciones , en alusión a los 50.000 soldados de Alemania, Austria-Hungría, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, el Reino Unido y Rusia, que formaron parte del ejército de rescate, entraron y saquearon la Ciudad Prohibida y reprimieron a la población. Antes, sin embargo, Ci Xi y su corte ya habían huido a Xian.

Prácticamente un año después, el 7 de septiembre de 1901, se firmó en la embajada de España el Protocolo Bóxer. Fue el último tratado desigual que firmó la dinastía Qing con potencias extranjeras. China asumió su culpa, se comprometió a pagar 333 millones de dólares en 40 años y conceder más ventajas comerciales, así como a ejecutar a diez oficiales implicados en la revuelta y castigar a más de cien. Fue la última derrota de una dinastía que gobernó China 262 años antes de sucumbir ante la revolución de 1911 y dar paso a que el país se convirtiera en una república.

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