Vivió su primera infancia en pueblos bonaerenses, pero el trabajo de su padre (Jefe de estación ferroviaria), los llevó a vivir en el barrio porteño de Saavedra y Belgrano. Es remarcable comentarles que el poeta Cátulo Castillo lo definió alguna vez como “un personaje del Quijote nacido en La Pampa”.
Habiendo estudiado guitarra clásica y empujado por un tío músico de tango, es que comienza a recorrer boliches y escenarios. Acompañó películas mudas en cine, cantó en los recreos de la costa de Quilmes, donde casi siempre se terminaba en entreveros bravíos. Al tiempo formó un dúo con su hermana Eva con quién debutó realizando algunos pequeños conciertos en Radio Cultura, interpretando música española y temas clásicos. Además acompañaba a los cantores que audicionaban para la radio, conociendo así a Rufino, Marino, Magaldi, Amor y Nelly Omar entre otros.
En 1935 se une a la orquesta de Julio De Caro como vocalista, pero sin gran éxito, ya que a palabras de Muni Rivero “lo terminaban echando, porque en esa época no era común que un cantor con registro de bajo, cantara tangos, y consideraban que estaba enfermo del pecho, y que su voz no estaba bien…”.
En aquella época se estilaba el “levante” telefónico. Marcaban un número al azar y si atendía una voz femenina joven, le dedicaban una canción con acompañamiento y todo. Cierta vez que hicieron eso, entre mates y charlas, la mujer que los había atendido y escuchado toda la pieza, preguntó:
“La persona que tocó la guitarra no es en vivo, es una grabación…”
A lo que el amigo de Rivero, el famoso guitarrista Achaval, responde:
“No, no es ninguna grabación, es mi amigo Leonel Edmundo (por Rivero), que está tocando acá…”
“No le creo” (respondió la mujer), entonces Rivero se acerca al teléfono y le toca un rasguido en la guitarra.
“Ah, bueno, quiero conocerlo” responde ella; y al instante Achaval dice “¡Nos levantamos una mina!”. Y en seguida la mujer responde:
“No, yo soy la Señora de Horacio Salgán, soy la cantante Carmen Duval… y me gustaría que lo escuche mi marido…”
Y así es como Edmundo Rivero pasa a integrar la orquesta de Horacio Salgán.
La orquesta de Troilo
Para contar como llegó Rivero a la orquesta de Troilo, creemos no hay mejor información, que la que nos brindó en una charla, en algún café de Buenos Aires, el hijo de Edmundo Rivero… y dijo así:
“… vamos a hablar de compañerismo acá, de algo inédito, porque en los libros se cuenta que la llegada de Rivero a la Orquesta de Aníbal Troilo, se produce lógicamente por el permiso de Horacio Salgán; dándole lugar a su amigo, a su compañero, para que vaya otra orquesta… Esto se produce debido a Marino había anunciado que se iba de la orquesta de Troilo, para iniciar su camino como cantante solista. Entonces el cantor Bermúdez, con quien Rivero cantaba a dúo en la Orquesta de Salgán, se acerca a Troilo y le pide de acompañarlo para escuchar a Rivero, a lo que Pichuco se suma…”
En los tres años que Rivero participó en la orquesta de Troilo, dejó más de una veintena de grabaciones. En esta etapa el gran cantor pasó a ser sinónimo de tangos como “El último organito”, “La viajera perdida” y el emblemático tango de Troilo y Manzi… “Sur”.
Ya en el año 1950 comienza su etapa como cantor solista, como a participar en varias películas entre las que se destacan “El cielo en las manos”, “No te engañes corazón”, “La Diosa impura”, “Pelota de cuero”, entre otras.
En su dilatado camino como artista, participó en un disco junto a Borges y Piazzolla; escribió dos libros: “Una luz de almacén” y “Las voces, Gardel y el tango”; compuso tangos como “Malón de ausencia”, “A Buenos Aires”, “Milonga del consorcio”, “Bronca”, entre otros. En 1969 se el gusto de inaugurar su propia casa de tango: El Viejo Almacén, recinto por el cual pasaron innumerables figuras nacionales e internacionales.
Rivero una voz diferente
Indiscutiblemente Rivero poseía una voz totalmente diferente a lo que se acostumbraba escuchar en el tango, siendo que por aquel entonces predominaban las voces de registro tenoril y barítonos. Pero su voz de registro bajo, sumado a su exquisito estudio clásico, más las vivencias de lo cotidiano, en la vida de un artista; y como ingrediente especial, esa sensibilidad característica del Maestro Edmundo Rivero para la interpretación (tanto en guitarra como vocal), fueron los ingredientes indispensables para que hoy ocupe en la historia del tango el lugar al que muy pocos llegan… el de ser reconocido junto a Goyeneche, Sosa y desde ya Gardel, como una de las voces mayores del género, aportando un estilo único, que nos muestra al tango desde un punto, el cual solo Rivero supo traducir en poesía y música, a los Argentinos.