No había cadena que lo retuviese ni cerrojo que se resistiese a sus habilidades. Harry Houdini podía escapar de todos lados excepto, claro está, de la muerte. Sin embargo, de una forma u otra, la burló con su fama y con el recuerdo de sus logros nunca igualados, que aun hoy suscitan admiración.
Su cuerpo fue trasladado a New York en el mismo féretro de bronce que usaba para sus funciones, más específicamente para el acto que llamaba “enterrado en vida”. Lamentablemente, en esta oportunidad, estaba muerto.
Houdini fue velado en el Hippodrome Theatre y finalmente sepultado en el cementerio Machpelah en Cypress Hills (Queens). Su tumba lució la única escultura de este enterratorio judío, la cual sufrió una agresión en 1975, rápidamente reparada.[1]
Desde el instante mismo de su muerte, comenzaron las versiones de una trama conspirativa. ¿Por qué no le habían efectuado una autopsia? ¿Qué era eso de “apendicitis traumática”?, diagnóstico del que hoy se discute su existencia. ¿Murió realmente de peritonitis? Todo era muy extraño…
A estas dudas, debemos agregar el rumor de que en él se ensayó un nuevo suero, que después se dejó de usar. Otros hablan de asesinato premeditado y señalan a una secta de espiritistas, liderados por la médium Mina “Margery” Crandon, a la que Houdini había acusado de fraude.
Después de la muerte de su adorada madre, Houdini había intentado comunicarse con ella en el más allá. Sin embargo, a todos los médium y parapsicólogos a los que había recurrido, terminó acusándolos de farsantes. Entre ellos, estaba Margery, la célebre espiritista de Boston, que contaba con muchos seguidores, como el inefable sir Arthur Conan Doyle. Este, apesadumbrado por la muerte de su hijo, su cuñado y sus sobrinos durante la guerra, creía firmemente en la posibilidad de comunicarse con los muertos. El enojoso asunto con Margery terminó con la amistad que unía al escritor con el ilusionista.
Ella había afirmado que un espíritu vengativo mataría a Houdini por su escepticismo. Al parecer, no hizo falta este “espíritu” vengativo, porque dos de sus seguidores habrían envenenado a Houdini con arsénico o, al menos, era lo que entonces se rumoreaba.
Aun muerto, Houdini continuaba con su cruzada antiespiritista. Antes de fallecer, le habría dicho a su esposa Bess que intentaría comunicarse con ella desde ultratumba y, para que nadie la engañase, le señaló diez palabras claves[2] que su espíritu evocaría al presentarse. De esa forma solo ella sabría si era él quien le hablaba desde el más allá. Por diez años, todas las Noches de Brujas,[3] cientos de médiums, espiritistas y personas que se atribuían poderes paranormales se reunieron con la esposa de Houdini a la espera del mensaje del mago. Pero nadie jamás pronunció las palabras secretas. Después de todos esos años de espera, Bess terminó estas multitudinarias reuniones, convencida de que Harry no iba a volver.
No sabemos cómo terminará esta batalla legal que rodea al ilusionista, ni siquiera si les permitirán la apertura del féretro, o si fue o no envenenado, pero quizás sea este el último truco de Houdini para evadirse del único lugar del que aún nadie ha podido escapar.
[1]. Las imágenes están prohibidas en los cementerios judíos.
[2]. Curiosamente, estas diez palabras habían sido extraídas de una carta de Arthur Conan Doyle.
[3]. El rito continúa aun hoy en día, organizado por Sydney Roudner.
Texto extraído del libro TRAYECTOS PÓSTUMOS – A veces la muerte no es el final, sino el comienzo de la historia de Omar López Mato.