El caso de Lizzie Borden es uno de los que han hecho época dentro de la cultura estadounidense. Toda una leyenda que se ha mantenido a lo largo de 150 años y que ha dejado desde cuentos infantiles hasta canciones populares.
La pequeña de dos hermanas, Lizzie nació en 1860, al cobijo de una familia acaudalada en una pequeña localidad de Massachusetts. Pese a que su madre murió cuando ella era un bebé, pronto su padre encontró una nueva esposa, por lo que crecería viendo a esta, Abby Borden, como su referente materno desde los cuatro años de edad. En la sociedad del siglo XIX, el hecho de que Abby procediera de una familia humilde hizo que nunca se sintiera totalmente acogida por Lizzie y su hermana.
Para Andrew Borden, el cabeza de familia, su esposa era lo más importante. Tenía una cabeza fría y calculadora para los negocios, y estos no le permitían pasar mucho tiempo en casa, pero estaba completamente enamorado de Abby, hecho que no hacía más que tensar la relación con las hijas.
Andrew conocía el odio que sus hijas tenían a su esposa. Por ello, cuando quiso poner algunas propiedades a su nombre, allá por 1892, se esforzó en llevarlo en estricto secreto, sin embargo, no le sirvió de mucho; Lizzie consiguió enterarse del ardid de su padre y salió corriendo a comprar veneno a un establecimiento cercano.
Una familia no muy unida
Dejando a un lado las suspicacias acerca de lo fácil que era adquirir veneno en la época, por suerte (no para Lizzie) no siempre resultaba demasiado eficaz. De hecho ya habían envenenado antes a la familia, pero lo único que notaron es que se encontraron indigestos todos al mismo tiempo.
No sabemos si con intención de darles un susto o en un primer intento de acabar con sus vidas, Lizzie administró veneno a la comida del matrimonio, lo que les dejó con problemas estomacales durante varios días. En uno de esos, un 4 de agosto, Andrew volvió de trabajar cuando su hija Lizzie lo estaba esperando al pie de la escalera. Le dijo que su esposa había salido, que dejó una nota diciendo que iba a visitar a un enfermo. Con cierto malestar y conforme con la respuesta de su hija, se recostó en el sofá.
La criada corrió sobresaltada unos 20 minutos después al escuchar los alaridos de Lizzie. Cuando llegó al salón, contempló la escena horrorizada: Andrew Borden había sido brutalmente asesinado, con nada menos que once hachazos en la cara y en el cráneo. Lizzie, muy afectada, contaba cómo había entrado alguien a asesinar a su padre mientras ella se encontraba en el patio, desde donde además había oído entrar a su madrastra.
En realidad nunca salió de casa. Al subir las escaleras, se encontraron a Abby en un charco de sangre. Había sido atacada por la espalda, y le habían apuñalado hasta 19 veces con el hacha. El arma homicida fue encontrada en el sótano de la casa, y Lizzie detenida como principal sospechosa del asesinato.
Un icono pop
Ya desde el primer momento, la noticia saltó a la prensa nacional y el caso se convirtió en todo un fenómeno mediático seguido por todo el país en lo que podríamos llamar los inicios del sensacionalismo. En la actualidad, existen películas, una serie para televisión e incluso una ópera rock sobre el caso de los Borden, convertido en todo un icono pop. El hogar de los Borden ahora es una casa-museo, a la que se acercan visitantes de todo el mundo deseosos de ver las habitaciones donde tuvieron lugar los asesinatos, e incluso pasar una noche allí.