A trece años de la muerte de Fontanarrosa, el escritor de lo popular

“Llegué a la literatura por la puerta de atrás (y) con los botines (de fútbol) embarrados”, decía Roberto Fontanarrosa, escritor, historietista y humorista argentino que murió hace d13 años en Rosario (Argentina), la ciudad natal a la que nunca abandonó y desde la que trascendió a gran parte del mundo.

Su percepción de las costumbres cotidianas, el oído atento para trasladar a un cuento el diálogo surgido en la mesa de un bar y un apetito literario que alimentó con la voracidad de un autodidacta transformaron a Fontanarrosa en el gran escritor popular de la Argentina, coinciden quienes lo conocieron y estudiaron su trabajo.

“En su obra está el lenguaje de las personas comunes”, dijo Horacio Vargas, autor de la biografía “El negro Fontanarrosa”, publicada en el año 2014.

Vargas, que también es rosarino, trabajó con Fontanarrosa a inicios de los años 80 en la revista de humor “Risario”.

En ese tiempo Fontanarrosa ya era conocido por sus dos grandes historietas: “Inodoro Pereyra (el renegaú)”, un gaucho pobre que vivía “mal pero acostumbrado” según admitía, en el campo acompañado de su perro, Mendieta, y su esposa, Eulogia; y “Boogie, el aceitoso”, un sicario que parodiaba al personaje “Harry el Sucio”, interpretado en el cine por el actor estadounidense Clint Eastwood.

Ambas habían sido publicadas una década antes en la revista “Hortensia” y su aceptación en el público le permitió incorporarse como humorista gráfico al diario nacional “Clarín”. Allí sus viñetas sobre política, cultura y fútbol aparecieron en la última página hasta pocos días antes de su muerte, el 19 de julio de 2007.

El “Negro”, apodo por el que fue reconocido desde niño, escribía las viñetas durante la mañana y las enviaba a Buenos Aires, a 300 kilómetros al sur de Rosario. Luego, intercalaba colaboraciones en otros medios, entre ellos la revista “Humor”, o aportaba ideas a los guiones del del grupo musical “Les Luthiers”.

Al final de la tarde se reunía con sus amigos en el bar “El Cairo”, que tenía como único atractivo ser la sede diaria de la llamada “Mesa de los galanes”, con Fontanarrosa entre sus miembros. El resultado del encuentro cotidiano le servía, luego, de libreto perfecto para las historias que llevaba al papel en forma de viñeta, historieta, cuentos o novelas.

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Fontanarrosa era una celebridad en Rosario. El cantante catalán Joan Manuel Serrat, que fue su amigo, recordó en varias ocasiones que caminar con él por la ciudad significaba detenerse a cada paso para saludar y conversar, principalmente, con desconocidos.

“No tenía veleidades ni se consideraba un artista. Era una persona humilde y dueña de una gran generosidad. No establecía diferencias entre un niño de una escuela y el rey de España”, afirmó Vargas.

Fontanarrosa dedicaba la tarde a la literatura. Se había formado leyendo a Truman Capote, Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald, entre otros.

Pablo Ansolabehere, doctor en Literatura por la Universidad de Buenos Aires, dijo que así como Fontanarrosa tenía “la capacidad de percibir ciertos fenómenos de la vida cotidiana, entre ellos el fútbol”, también contaba con la virtud de “reescribir ciertas piezas en clave de humor, como el Martín Fierro”, el poema de José Hernández, la gran obra del género gauchesco argentino.

Fontanarrosa publicó siempre en Ediciones de la Flor, la misma editorial que fue el hogar de la “Mafalda” de Quino. Allí se destacaron “El mundo ha vivido equivocado”, “Uno nunca sabe”, “Usted no me lo va a creer” y “La mesa de los galanes”. Todos sus cuentos de fútbol fueron reunidos en “Puro fútbol”.

“El Negro decía que los había recopilado pensando en mí, para que no anduviera cargando sus libros”, contó Alejandro Apo, periodista deportivo. Desde 1995, conduce programas de radio en los que lee cuentos, principalmente de fútbol y, en forma especial, de Fontanarrosa. “Admiro su capacidad de observación y mezclar en una charla de amigos un partido de fútbol con los dioses griegos. ‘El Negro’ ocupa un lugar grande en la literatura argentina. Y, como amigo, lo llevo en el alma”, reconoció Apo.

Decenas de cuentos de Fontanarrosa fueron adaptados a series televisivas, obras de teatro y películas.

Su vida no fue la misma desde 2003, cuando los médicos le detectaron una enfermedad neurológica (esclerosis lateral amiotrófica) que en forma progresiva lo fue paralizando. Uno de sus últimos personajes, antes de anunciar que ya no volvería a dibujar, lo hizo a pedido del club del que fue hincha apasionado, Rosario Central, que también formó parte de varias historias en sus cuentos.

“Rosario la vivió como una enfermedad maldita. Sin embargo, él la sobrellevó con dignidad y humor”, rememoró Vargas.

Tras el velatorio, un cortejo fúnebre recorrió la ciudad. Los rosarinos, muchos llorando, lo despidieron con aplausos y flores.

Una vez le preguntaron a Fontanarrosa: “Si existiera Dios, ¿qué le gustaría que le dijera al llegar al paraíso?”. “¡Llegaste, Negro!”, respondió.

Texto extraído de la webe ldesconcierto.cl

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