Johanna nació en 1827 y se crió en Hirzel, una pequeña aldea cercana a Zúrich. Rodeada de pinos, con verdes praderas, Hirzel es el sucedáneo de Dörphli, el lugar donde Heidi va a vivir con su abuelo ermitaño.
Hija de un médico y una poetisa (Meta Sebweiser), Johanna creció y se educó en contacto con la naturaleza, pero a los 14 años fue enviada a un internado, donde se destacó por su afición a la música. Con una amiga compraron un arpa que cada 15 días llevaban de una casa a la otra para aprender a ejecutarla.
Las vacaciones eran períodos esperados por Johanna, ya que las pasaba con su familia en la comuna de Maienfeld, sitio donde transcurre la historia de Heidi.
En 1852, Johanna conoce a un amigo de su hermano, Bernard Spyri, estudiante de derecho, pero periodista por inclinación, que desarrollará su carrera en el Eidgenössische Zeitung. La pareja decide instalarse en Zúrich, donde Johanna comienza a sentirse oprimida por la vida de la ciudad. Será esta la experiencia que describe cuando Heidi se ve obligada a dejar la libertad de las montañas para vivir en Fráncfort, donde desarrolla una dolencia que es la base del síndrome que lleva su nombre.
El nacimiento de su hijo Bernhard rescata a Johanna de esta depresión, y comienza una carrera artística que no solo abarca la música (con su hijo harían un dúo en el que Bernhard se desempeña como violinista), sino también en el literario, ya que en 1871 la Sra. Spyri publica su primer libro.
En esos años dramáticos para una Europa sumergida en la guerra franco-prusiana, Johanna comienza a contarle a su hijo la vida de esta niña que, al quedar huérfana, deja la ciudad y vive primero con su tía y más tarde con su abuelo que mora en las montañas, alejado del mundanal ruido. Él es un viejo tosco y solitario que rechaza la religión y la educación formal. Por los tres años que está junto a Heidi, ella no asiste a la escuela ni a la Iglesia y tiene un vínculo amistoso con Pedro, el pastor. De esta forma, Johanna está contando el desconsuelo de su infancia, la vida en la ciudad y la añoranza de la vida al aire libre. Johanna trabaja en forma incansable, en cinco años produce 20 libros que le darán prestigio como escritora. Muchos estudios sostienen que Heidi esta “inspirado” (o casi plagiado) de un libro de Adam von Kamp, llamado “Adelaida, la niña de los Alpes“.
1884 será un año terrible en la vida de los Spyri, primero muere su adorado hijo y poco tiempo después su marido. En pocos días el mundo de Johanna se colapsa. Una sobrina va a vivir con ella y le dedica sus cuentos, como antes lo había hecho con su hijo. Vive en Zúrich, a pesar de sus añoranzas por la naturaleza, donde se dedica a obras de caridad y a trabajar en la Cruz Roja. Estos actos altruistas se reflejan en la relación que mantiene con Clara, una niña condenada a una silla de ruedas a la que, gracias a la voluntad de Heidi, puede volver a caminar.
A medida que crece su celebridad como autora de textos infantiles (aunque ella insistía en que eran educativos), su timidez la hace encerrarse en sí misma. Los médicos que la frecuentan, consideran que padece una forma de histeria, diagnóstico muy en boga a fines del siglo XIX, aunque algunos también lo denominaban nostalgia o enfermedad suiza (termino creado por el Dr. Johannes Hofer en 1688, para justificar la melancolía de los soldados suizos – siempre mercenarios – lejos de su hogar).
Muchos de los detalles biográficos de Johanna no se conocen porque antes de morir quemó sus archivos. Spyri se convirtió en una “celebridad desconocida”. Sus libros fueron traducidos a 50 idiomas y en 1931 Shirley Temple encarna este personaje por primera vez en el cine. Sin embargo, la producción japonesa de Isao Takahata (la serie televisiva) fue un éxito en muchos países, especialmente en Sudáfrica donde muchos abuelos habían criado a sus nietos cuando sus padres murieron en la guerra anglo-bóer, o durante las contiendas mundiales. En otros países la serie fue menos exitosa y hasta estuvo censurada en Turquía, porque Heidi aparece en ropa interior, cosa que va contra las costumbres de ese país.
Durante esta prologada cuarentena muchos han sufrido este síndrome de Heidi (sin saber que así se llama a su añoranza por la naturaleza). Probablemente este síndrome ocasionará un auge del turismo a medida que se levanten las restricciones a la circulación, como ya esta pasando en EEUU. Es muy probable que en los próximos años viviremos una época de euforia y desenfreno a la búsqueda del tiempo perdido, una versión de los locos años 20 del siglo pasado, al compás del “abuelito dime tu…”