El realismo mágico japonés

La soledad es un infierno para los que intentan salir de ella; es también una felicidad para los ermitaños que se esconden.

Lo primero que se puede decir de Kōbō Abe, estirando el cliché banal del escritor japonés, es que no se suicidó. Murió en la misma ciudad en la que nació 69 años después. Kōbō Abe es un escritor inesperado. Contemporáneo de Yukio Mishima y Kenzaburo Oé, absorbió la tradición de Junichiro Tanizaki aunque estuvo más pendiente de la literatura de occidente que la de su propio país. Un caso similar al de Minae Mizumura, aunque no comparable del todo porque 1) ella creció en un país que comenzaba a transformarse tras la Segunda Guerra, 2) vivió en Estados Unidos. Kōbō Abe (su nombre real era Kimifusa Abe) vivió toda su vida en Japón, excepto por unos años en Manchuria en donde su padre ejerció como médico.

Gregory Zambrano, académico venezolano especialista en Kōbō Abe (escribió la tesis Hacer un mundo con palabras. Los universos ficcionales de Kobo Abe y Gabriel García Márquez) explica en el prólogo del volumen Cuentos siniestros:

Lo exótico, o lo típicamente japonés que busca un lector acostumbrado a ciertos códigos de la literatura japonesa no hallarán aquí ninguna correspondencia. Entrar en el laberinto narrativo del autor significa comprender la realidad desde la dinámica producida en la cinta de Moebius. Las escenas por lo general se desarrollan en espacios signados por la opacidad y sus personajes pueden parecer fantasmas que merodean convertidos en corporeidades etéreas. Lo japonés queda circunscrito a ciertas atmósferas ceñidas a elementos distintivos, por ejemplo, el tamaño de las habitaciones de las casas se determina por el número de tatamis, y hay alusiones al sake y otros tópicos gastronómicos.

Kōbō Abe vivió con cierta turbulencia bohemia. Siguió los pasos del padre y se recibió de médico en 1948, pero aún antes de tener el título había decidido no ejercer la profesión y dedicarse a la literatura. Tres años más tarde recibió el premio Akutagawa, uno de los más prestigiosos premios del Japón. Los estudios universitarios le proveyeron de herramientas para desarrollar una interesante cantidad de cuentos de “ficción científica”, como le gustaba llamarla. Militante marxista, fue expulsado, sin embargo, del Partido Comunista Japonés al denunciar el acoso a la libertad de expresión y la violación de los derechos humanos en la Unión Soviética.

Además de Cuentos siniestros, se han publicado en español las novelas La mujer de la arena (Siruela, 1989), El rostro ajeno (Siruela, 2007) e Idéntico al ser humano (Candaya, 2010). Los relatos que componen Cuentos siniestros, traducidos directamente desde el japonés por el catedrático Ryukichi Terao, fueron escritos en las décadas de 1950 y 1960. En ellos se lee la influencia de la literatura occidental que afirmábamos al comienzo. Volvamos a Zambrano:

En sus años de formación Abe leyó autores cuyas obras rompen con los patrones de la literatura realista, y cuestionan la dependencia del hombre con su entorno. Se aficionó a las lecturas de Kafka, Camus y Becket, entre otros autores, y quiso asumir la fuerza creativa que tiene la literatura para hacer creíbles otros mundos posibles. Esa fue una de sus principales búsquedas; en ello también se le puede vincular con la obra de su contemporáneo Gabriel García Márquez, cuya saga macondiana llegó a ejercer en él cierta fascinación.

Nota publicada originalmente en: https://www.eternacadencia.com.ar/blog/libreria/lecturas/item/quien-es-kobo-abe.htm

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