En realidad, el que la había ganado era su dueño Franklin D. Roosevelt, presidente norteamericano que le tocó regir los destinos de su patria durante los duros años de la Segunda Guerra Mundial. Pero a su lado y en todo momento estuvo Fala, un terrier escocés. El perrito dormía en el cuarto presidencial y tomaba el desayuno con su amo. También lo acompañaba en sus viajes y se quedaba con Roosevelt en la Casa Blanca hasta altas horas de la noche. Podían faltar los ministros y los secretarios de Estado, podían no estar los generales y los almirantes, pero siempre estaba Fala para hacerle compañía al presidente.
1944 fue año electoral y el candidato por el partido republicano, Thomas Dewey, no ahorró en críticas contra Roosevelt. Mal momento eligió el opositor para criticar al presidente. En tiempos de guerra, históricamente, el pueblo americano ve a su presidente como infalible. Sino, ¿cómo justificar que Bush haya sido reelegido? Pero eran otras épocas y había que ganar votos.
A Roosevelt lo habían acusado de muchas cosas: de autoritario, de poco eficiente y hasta de nepotismo, porque sus dos hijos servían en el ejército con altos grados en el escalafón militar. Todas esas y muchas otras cosas podía escuchar el presidente sin perder los estribos. Lo que no podía tolerar era que criticasen a su perro. Al enterarse de una serie de comentarios maliciosos sobre Fala, Roosevelt transmitió el siguiente mensaje por la cadena nacional de radio.
La prensa inmediatamente se hizo eco de este discurso y los asesores de Roosvelt también, por lo que la campaña tuvo como protagonista a Fala, un perro, contra los republicanos. Finalmente, Fala venció y su amo fue presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, una vez más.
Texto extraído del libro ANIMALITOS DE DIOS (Olmo Ediciones)