El Palio (“Palio di Siena”) es una carrera de caballos que representan a los diferentes distritos o barrios (“contradas” o “contrade”) de la ciudad de Siena; la carrera se desarrolla en la Piazza del Campo, la célebre plaza del centro de Siena, y se lleva a cabo dos veces al año: el 2 de julio (Palio di Provenzano, en honor a la virgen de Provenzano) y el 16 de agosto (Palio dell’Assunta, en honor a la asunción de la Virgen María).
El Palio existe desde el siglo XIII. En sus primeros años se hacía por las calles de Siena e involucraba sobre todo a las clases altas de la ciudad. A partir de 1656 se instaló en la Piazza del Campo, ya como evento popular que incluía a todos sin distinción de clases. Hay muchas versiones acerca del origen del Palio actual, pero la más confiable dice que el origen del Palio moderno refiere a un episodio ocurrido durante la ocupación florentina y española de Siena hacia fines del siglo XVI. Al parecer, un día 2 de julio, un soldado español intentó ultrajar a una estatua famosa (una Piedad) conservada en un sagrario en la región donde había vivido Provenzano Salvani (un noble de Siena que jugó un papel principal en la batalla de Montaperti, donde los sieneses derrotaron a las tropas florentinas). El soldado murió a causa de la explosión de su propio arcabuz; y para conmemorar ese “milagro” hecho por la Virgen protectora de Siena como símbolo en contra los ocupantes, los ciudadanos comenzaron año tras año a celebrar ese aniversario. Entre las varias celebraciones, fue natural incluir una carrera de caballos en la que participaran las contradas-barrios, con las clases populares y no con los nobles exclusivamente.
La carrera consiste en dar tres vueltas alrededor de la Piazza del Campo. El premio siempre ha sido el mismo: el “palio”, un estandarte bordado que le da el nombre a la carrera. La otra circunstancia que no ha cambiado es el hecho de que el evento se hace en dedicatoria a la Virgen María.
En la actualidad, la carrera expresa la rivalidad de las contradas de la ciudad (los distritos “parroquiales” en los que se divide la ciudad desde hace cientos de años). Actualmente hay 17 contradas-barrios (en algún momento llegó a haber hasta 42); cada uno tiene su propia iglesia principal, su club social, su escudo emblemático, su bandera, su museo local, sus colores y su mascota o animal simbólico. Cada contrada tiene su propia procesión anual y tiene su propia banda festiva, con tamborileros (“tamborini”) y abanderados (“alfieri”), y la lealtad de la gente hacia su barrio-contrada es absoluta.
Pero no todas las contradas-barrios participan del Palio: sólo corren diez caballos con sus jinetes. Se sigue el siguiente criterio: corren las siete contradas que no han corrido el Palio correspondiente del año anterior, y los tres participantes restantes para el Palio de julio son elegidos por un sorteo que se hace en la misma Piazza del Campo, el último domingo de mayo. Las siete contradas que no han participado en el Palio de julio participarán en el segundo Palio, el de agosto. Y se elegirán las tres restantes en un nuevo sorteo, el domingo siguiente al Palio de julio. El día de la competencia, los representantes de las contradas que no han sido selecionadas serán los que desfilen acompañando a la carroza (“Carroccio”) que encabeza la procesión previa a la carrera.
El sorteo mencionado se hace en la alcaldía, cuyo edificio está frente a la plaza. A la hora del sorteo, que se hace por la tarde, la gente llena la plaza y la gente de los barrios involucrados en el sorteo forman hinchadas que beben, gritan y cantan cantitos y consignas que a veces son hostiles hacia otras contradas; mientras tanto, en las ventanas de la alcaldía se van colgando las banderas de las contradas que han sido sorteadas para participar en la carrera. Cuando la gente ve asomar por la ventana la bandera de su contrada estalla en una ovación, ya que se festeja como un triunfo el solo hecho de poder formar parte de la carrera. Terminada la ceremonia la gente se queda en la plaza bebiendo y festejando y los que no fueron sorteados se retiran. En ese movimiento no es extraño que se generen escaramuzas y peleas como consecuencia de alguna burla o provocación, lo que demuestra la importancia que esta tradición tiene para los habitantes de Siena.
Cada contrada tiene, además, su “clásico rival” entre todos los participantes; trata por todos los medios de evitar que ese rival gane; por supuesto, hay que ganarle siempre o al menos llegar delante de él. De hecho, según el conocimiento de las propias posibilidades, las estrategias pueden estar orientadas tanto a la victoria propia como a la derrota o humillación del rival-enemigo. En relación a esos planes se establecen alianzas, se planean trampas, se llega a dopar a los caballos y se arreglan coimas. Así como se lee. Los jinetes y los caballos que disputarán la carrera son vigilados día y noche; ha habido casos en los que un jinete de reconocida destreza fue secuestrado días antes del Palio para que no participara de la carrera.
Las coimas, las componendas, las apuestas clandestinas y los arreglos monetarios para dañar o boicotear al barrio enemigo son moneda corriente. “Si no hay corrupción, no es Palio”, dice una frase hecha que circula habitualmente por las calles de Siena.
La religión juega también su rol: jinetes y caballos son bendecidos en las iglesias de cada contrada antes de la carrera; “vai e torna vincitore” (“ve y vuelve vencedor”), exclama el sacerdote dirigiéndose al jinete y al caballo, que participan de la ceremonia dentro de la iglesia, llena a reventar por todos los del barrio.
Las 17 contradas que participan del Palio son: Aquila (el águila es su símbolo), Istrice (puercoespín), Bruco (oruga), Pantera (pantera), Leocorno (unicornio), Chiocciola (caracol –nombre poco afortunado si se trata de correr una carrera–), Lupa (loba), Selva (selva), Civetta (lechuza), Nicchio (concha), Drago (dragón), Oca (oca), Giraffa (jirafa), Tartuca (tortuga –ídem “chiocciola”, a quién se la habrá ocurrido…–), Onda (ola), Torre (torre) y Valdimontone (valle del carnero).
La pista se arma en forma de anillo en el contorno de la plaza, de unos diez metros de ancho. Una semana antes de la carrera, decenas de camiones llegan a la plaza una y otra vez para echar tierra y arena en el piso de lo que será la pista para la carrera. Además, se colocan unas enormes colchonetas y acolchados contra las paredes de los edificios que rodean la plaza para que los jinetes y los caballos no sufran daños severos al golpearse si toman una curva demasiado abierta, se pasan de largo y se chocan contra la pared.
Los jinetes (“fantinos”) son profesionales; cobran bastante dinero, que sale del aporte de los ciudadanos de cada barrio, y son tildados no pocas veces de “mercenarios” por los fanáticos. El dinero que se recauda en cada contrada es administrado por un comité designado por cada contrada y dirigido por un “capitano”. Un jinete puede, incluso, correr el Palio de julio para un barrio y el de agosto para otro, dependiendo eso muchas veces del dinero que le ofrezcan y del caballo que le toque en suerte al barrio para la carrera.
Porque los caballos… también se sortean. El sorteo de los caballos que serán asignados a cada barrio para la carrera es el primero de una serie de eventos que comienzan cuatro días antes de la carrera. Se realiza en la plaza por la mañana; primero tiene lugar la “tratta”, que es la selección de los caballos que se presentan a la ciudad. Suele haber alrededor de treinta caballos; entre ellos, los capitanes de las contradas que van a correr el Palio eligen diez, y hacia el mediodía se sortean los caballos. Es un momento muy importante porque desde ese momento la gente sabe si su barrio va a tener para la carrera un buen caballo o no, y de acuerdo a eso pueden trazarse diferentes estrategias para obtener la victoria. El público festeja desaforadamente si a su contrada le toca un buen caballo; y si eso ocurre y además tienen apalabrado a un buen jinete, la satisfacción es doble. Por la tarde comienzan las pruebas y prácticas, para que los jinetes se acomoden a sus caballos; los días siguientes habrá seis sesiones de pruebas hasta el día de la carrera.
La noche previa a la carrera, en cada contrada se celebran banquetes multitudinarios al aire libre en los que todos cantan enfervorizados y emocionados por su barrio. La emoción es continuada y llegará a su pico el día siguiente.
El día de la carrera Siena vive una fiesta cuyo epicentro es la Piazza del Campo (una plaza única, ligeramente inclinada, frente a la famosa torre de Siena). El público está en un enorme corral en el centro de la plaza separado de la pista que lo circunda por unas vallas, y en las gradas que se arman del otro lado de la pista.
La gente de cada barrio llega en grupo, en patota, cantando y gritando sus cantos y vociferando contra su clásico rival-enemigo. Gritan con fervor, desaforados. A las 16 hs se realiza el “Corteo Histórico”, que es una especie de desfile-exhibición que dura casi tres horas recorriendo la ciudad. Los representantes de las contradas, al igual que la mayoría de los espectadores, van vestidos con sus colores y agitando sus estandartes, muchos a la usanza medieval. Y al atardecer, cerca de las 19 hs, se dispone la largada. Nueve de los diez jinetes y sus caballos se reúnen en la largada; la llegada de los caballos con sus “fantinos” a la línea de largada (“mossa”) también se sortea. El primero en ser sorteado elige el que considera el mejor lugar detrás de la cuerda (“canapi”) de largada que cruza la pista. Así irán llegando y acomodándose los restantes jinetes a medida que van saliendo sorteados. Los caballos terminan acomodándose estratégicamente uno al lado del otro, tocándose, nerviosos, mientras los jinetes se hablan –hasta se increpan–, traman estrategias en contra de un tercero, se molestan. El último jinete en el orden del sorteo decidirá el comienzo de la carrera: se quedará detrás del resto, vigilará quién está distraído, quién está mal posicionado y finalmente decidirá llegar desde atrás al galope; cuando finalmente alcance la línea de los que esperan, comienza la carrera. Y la locura.
Los jinetes montan en pelo; prácticamente no hay reglas, es un “todo vale”. En realidad, la única regla es que un jinete no puede tomar las riendas de otro competidor. Pero los jinetes se atacan, se empujan unos a otros, se golpean con el “nerbo” (la fusta, una vara hecha con tendón de vaca) unos a otros, los caballos topetean y golpean a otros caballos, se empujan contra la pared en los lugares de la pista en el que hay edificios como borde de pista. Muchos jinetes terminan cayéndose de sus caballos debido a los golpes y empujones que reciben, por eso muchos caballos siguen corriendo sin su jinete, y la victoria se considera válida aunque el caballo llegue a la meta sin jinete. “Palio es guerra” es la frase en la que todos coinciden.
Son tres vueltas a la plaza. Todo dura un minuto y medio. Y es un minuto y medio de locura desatada; la carrera es violenta, peligrosa, febril, agresiva. El griterío es ensordecedor y cuando la carrera termina el público invade la pista, los vencedores festejan, muchos de ellos con los uniformes medievales con sus colores, gritando como desaforados su victoria a los demás competidores. Recrudecen rivalidades y peleas, la derrota no suele ser aceptada de buen grado y las discusiones durarán meses. El jinete ganador será tratado y admirado como un héroe, aunque haya corrido para otro barrio en el Palio anterior. Pero si el jinete falla o los aficionados del bario consideran que no dejó el alma en la carrera será considerado un traidor; muchas veces los “fantinos” han sido golpeados en manada por los fanáticos apenas terminada la carrera.
Los festejos del ganador son eufóricos, desaforados, de una intensidad poco común. Pocas veces se ve una emoción tan grande, genuina y duradera en cualquier evento multitudinario. Los ganadores (caballo y jinete) son llevados a la iglesia de la contrada (en el Palio de agosto, antes pasan por el duomo –la catedral– de Siena), donde son recibidos con un griterío ensordecedor por la gente del barrio y en una breve ceremonia el cura del barrio vuelve a bendecirlos y les agradece por el triunfo. La noche en esa contrada no será una más: será inolvidable. Los perdedores maldecirán su suerte, y muchos (muchísimos), sin distinción de edad, llorarán desconsolados por la derrota y lamentando que deberán esperar un año para renovar sus chances de ganar, como si en eso les fuera la vida. Es que realmente el Palio parece una cuestión de vida o muerte para los sieneses.
El espectáculo del Palio es impactante por donde se lo vea; convoca a 70.000 personas en la plaza, y eso que Siena tiene algo menos de 60.000 habitantes. Turistas y periodistas de todo el mundo acuden a Siena a ver con sus propios ojos esa locura que termina contagiando a todo aquel que se acerque a Siena en esos días mágicos en los que todo parece una cuestión de vida o muerte para cada contrada.
Inolvidable, incomparable, impresionante. Palio.