Fue el arqueólogo inglés William John Thoms quien usó por primera vez la palabra “folklor”, el 22 de agosto de 1846, en un escrito publicado en la revista The Athenaeum de Londres. El concepto deriva de “folk” (pueblo, gente, raza) y de “lore” (saber, ciencia), y se conjuga como el “saber popular”. Si bien la palabra puede aparecer escrita como “folcklore”, “folclore” o “folklore”, la Real Academia Española optó por utilizar “folclore”. Sin embargo, en el uso más generalizado se observa aquel último término.
El 22 de agosto de 1960, casi un siglo después de que se creara el término, se realizó en Buenos Aires, el Primer Congreso Internacional de Folklore. Presidido por el prestigioso folklorólogo salteño Augusto Raúl Cortazar, el Congreso reunió a representantes de 30 países quienes instauraron el 22 de agosto como el Día del Folklore.
La celebración coincide con el nacimiento de Juan Bautista Ambrosetti, proclamado el “padre de la ciencia folklórica argentina” por ser un pionero en realizar trabajos de exploración arqueológica y en dedicarse a estudios sistemáticos del folklore nacional.
Aunque vivió en Buenos Aires con su familia desde muy pequeño, Juan Bautista Ambrosetti nació en Gualeguay, Entre Ríos. Su padre, Tomás Ambrosetti, fue un acaudalado hombre de negocios, dueño de grandes extensiones de campos y amigo de Bartolomé Mitre que llegó a presidir el Banco Italiano del Río de La Plata.
En 1882 el joven Ambrosetti fue aceptado como miembro de la Sociedad Científica Argentina y comienza una etapa de viajes y exploraciones. En 1885 realizó una expedición a Chaco, experiencia que plasmó en su libro “Viaje de un maturrango” que firmó bajo el nombre de Tomás Bathata.
Desde 1885 hasta fin del siglo, Ambrosetti realizó varios viajes a Misiones, a los Valles Calchaquíes, Tucumán, Mendoza, Santiago del Estero y La Pampa. Recopila una importante cantidad de objetos, documentos y arte nativo, que serán la base de sus grandes colecciones e inspiración de brillantes artículos.
Conoció a Pedro Scalabrini en Paraná, provincia de Entre Ríos. Scalabrini había colaborado en 1884 a crear el Museo de Entre Ríos. Ambrosetti donó piezas de zoología, botánica y minerales, que se incluyeron en el acervo de la flamante institución.
También se vincula con Estanislao Zeballos y Florentino Ameghino quienes le dan apoyo técnico y financiero. Zeballos lo incorpora como bibliotecario a la Sociedad Científica, y lo presenta con el dibujante naturalista Adolf Methfessel, que lo acompañará en uno de sus viajes a Misiones.
Las publicaciones científicas más prestigiosas de la época recibieron las contribuciones de Ambrosetti. Sus notas aparecieron además en diarios y revistas de alcance masivo como Caras y Caretas o PBT. Allí firma algunos cuentos con los pseudónimos de Tomás Bathata, Bicho Moro y Fray Tetera.
Con Ambrosetti comienzan en nuestro país los trabajos sistemáticos referidos a la etnografía y gracias a su constancia aparecen las primeras publicaciones científicas que desarrollan las temáticas folklóricas.
Como muchos de su generación, Ambrosetti fue un autodidacta en ciencias naturales y careció de una educación universitaria sistemática. En cambio, se formó en el trato personal al lado de Florentino Ameghino y Eduardo Holmberg. De aquellos encuentros con Eduardo L. Holmberg nació además el gran amor de su vida, que fue María Helena Holmberg, la hija de Eduardo.
En 1902, Ambrosetti representó por primera vez a la Argentina participando del XIII Congreso Científico de Nueva York. A su regreso, su amigo Ameghino lo designó al frente de la sección Arqueología del Museo de Historia Natural.
En 1903 fue nombrado profesor suplente a cargo de la cátedra de Arqueología Americana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
En 194 fundó y organizó integralmente el Museo Etnográfico, aportando su colección personal de más de 20 mil piezas arqueológicas.
En 1908 vuelve a Europa, esta vez como delegado del Congreso de Americanistas en Viena, su participación junto a María Helena Holmberg logra que se consagre a Buenos Aires como sede de próximos encuentros.
Fue designado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires, en 1910. Algunos años más tarde el Museo Etnográfico llevaría su nombre.
Murió en Buenos Aires el 28 de mayo de 1917, a los 52 años de edad.