Bosnia-Herzegovina había permanecido bajo dominio turco hasta 1878; en el siglo XIX creció la enemistad entre las partes, acrecentada por el nacionalismo en la vecina Serbia. Luego de una guerra entre los balcánicos (apoyados por Rusia, nada menos) y el Imperio otomano, el mismo perdió su influencia en la región y en 1878 Bosnia pasó a estar administrada por el Imperio austroúngaro, que la anexionaría en 1908. En 1913, luego de las guerras balcánicas, el nacionalismo en la región aumentó más que nunca.
El equilibrio de poder era frágil; Serbia, que se sentía amenazada por el mencionado control austrohúngaro sobre Bosnia-Herzegovina (una provincia imperial), reforzó su alineamiento con Rusia. Un solo incidente que ocurriera por cualquier razón empujaría a un enfrentamiento directo entre Rusia y Austria, y seguramente arrastraría a los países aliados de uno u otro lado a una guerra. Y el hecho desencadenante del conflicto no tardaría mucho en aparecer.
Sarajevo, la capital de Bosnia ,se había convertido en un nido de nacionalistas serbios. Aunque el archiduque apoyaba en gran medida la autonomía de la región, era el heredero del trono austrohúngaro y ya simplemente por eso era odiado.
El archiduque Franz Ferdinand sabía que su primera visita oficial a Sarajevo podía ser peligrosa. El 28 de junio de 1914, mientras circulaba en un coche descubierto por la ciudad (con el diario del lunes diríamos: “Francisco Fernando, ¿cómo se te ocurre?”), alguien le lanzó una bomba que no lo alcanzó. Sin embargo, su suerte no le duraría mucho más. Después de asistir a una recepción en el ayuntamiento, el archiduque se dirigió a visitar justamente a quienes habían sido heridos en el atentado. En esas circunstancias, un estudiante bosnio llamado Gavrilo Princip se abalanzó contra el coche del archiduque, disparó tres tiros y los mató a él y a su esposa, la duquesa Sofía Chotek.
A partir del crimen los acontecimientos se precipitaron. Las responsabilidades del atentado generaron controversias desde el inicio, ya que hubo una sucesión de hechos inexplicables, graves negligencias de seguridad por parte de las autoridades austrohúngaras e indicios claros sobre una eventual participación de las autoridades serbias. A mediados de julio, investigadores austríacos vincularon los atentados (el frustado y el fatal) con el grupo terrorista “Mano Negra”, que tenía su cuartel general en Serbia. Debido a que el autor del atentado era bosnio, otros lo adjudicaron al grupo “Joven Bosnia”, autodefinido como una “organización irredenta”.
Detrás de los conspiradores (o al mando, según se mire) había militares: Dragutin Dimitrijević, jefe del espionaje serbio; Vojislav Tankosić (su brazo derecho) y el espía Rade Malobabić.