Miguel Ángel: El genio robado

A pesar de sus casi 90 años bien vividos, Miguel Ángel continuaba trabajando como un joven. Dedicaba todas sus fuerzas a finalizar La Pietà, en una carrera contra la muerte. El 14 de febrero de 1564, se lo encontró caminando solo bajo la lluvia, la cara congestionada, los ojos perdidos, la palabra impedida. El estado de confusión era evidente. Su discípulo Tiberio Calcagni lo llevó a su casa, pero el maestro permaneció desubicado e inquieto. Al día siguiente, Buonarroti ordenó que ensillaran su caballo, ya que pensaba volver a su trabajo. Cuando le sugirieron que permaneciese en reposo contestó: “¿Qué quieren que haga? Estoy enfermo y no puedo reposar en lado alguno”. Sin embargo, como su estado le impedía montar, se quedó toda la tarde sentado junto al fuego. Poco después cayó al suelo, inconsciente. Visto el preocupante estado del artista, fue citado Daniele da Volterra, su asistente y amigo, al que llamaban il Braghettone, por haberle tocado a él la ingrata tarea de pintar las ropas que cubrieron los desnudos de Il Giudizio Universale. Mientras el doctor Donato asistía al escultor en sus últimos momentos, mandaron a buscar al sobrino de Miguel Ángel, Leonardo, que residía en Florencia.

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El 18 de febrero, el estado de Buonarroti era muy grave, le quedaban pocas horas de vida. Daniele da Volterra, Tommaso Cavalieri ‒su amante de tantos años que le había inspirado sus hermosos sonetos‒ y otros amigos se acercaron para despedirse. El cardenal Salvatti se encargó de administrarle los últimos ritos. Poco después, pasaba a la eternidad uno de los artistas más geniales de la historia de la humanidad. Murió Buonarroti en brazos de su querido Daniele.

Aunque antes de morir Miguel Ángel había expresado claramente el deseo de ser enterrado en su Florencia natal, el servicio fúnebre se ofició en la iglesia de los Santos Apóstoles de Roma. A todos les quedó bien claro que el papa Pío iv tenía la intención de enterrarlo allí. Leonardo, el sobrino de Buonarroti, hizo los arreglos para que el cuerpo de su tío fuese sustraído y conducido a Florencia, oculto entre mercaderías. De ese modo, Miguel Ángel marchó a su reposo final entre sedas y brocatos.

Al llegar a Florencia, los artistas de la Academia condujeron el ataúd bajo la luz de las antorchas por las calles de esa ciudad que Miguel Ángel tanto había amado. Una vez en la iglesia de Santa Croce, el féretro fue abierto. Su cuerpo, sorprendentemente bien conservado, quedó expuesto ante los habitantes de Florencia, que asistieron a darle un último adiós al maestro.

Un servicio in memoriam fue rezado en la capilla de los Médicis de la iglesia de San Lorenzo. Su discípulo y amigo, Giorgio Vasari, diseñó la tumba en la iglesia de Santa Croce, donde finalmente descansa el genio inquieto de Miguel Ángel.

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Tumba de Miguel Ángel en la Santa Croce, Florencia.
Tumba de Miguel Ángel en la Santa Croce, Florencia.

 

 

 

Extracto el libro Trayectos Póstumos de Omar López Mato (Olmo Ediciones).

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