Desplegadas a lo largo de los 1.120 km del frente oriental, acorraladas en los Balcanes y rodeadas en Lituania, las fuerzas alemanas fueron finalmente derrotadas. Los soviéticos tomaron Varsovia y Lodz; Hitler se retiró de las Ardenas, en el frente occidental, y mandó soldados a Budapest en un inyento por conservar Hungría, pero tampoco lograría sostener su posición allí.
En febrero, ya varias divisiones soviéticas estaban a unos 60 km de Berlín. El traslado de la Wehrmacht nazi para resistir a los soviéticos dejó desprotegidas las fronteras occidentales de Alemania, lo que precipitó la caída del país.
El 23 de marzo los aliados atacaron a través del Rhin; el primer ejército canadiense se abrió paso a través de Holanda, el segundo ejército británico avanzó sobre la zona del Báltico y las fuerzas norteamericanas avanzaron desde Magdeburgo hasta las fronteras checa y austríaca.
Mientras esto ocurría, los soviéticos continuaban con su avance: a mediados de abril tomaron Viena, Danzig y Königsberg. El 25 de abril, las fuerzas soviéticas y estadounidenses se reunieron en el río Elba.
El 28 de abril Berlín comenzó a arder. Mientras eso ocurría, Hitler y Eva Braun se casaron. El Führer redactó sus últimas voluntades: dejó sus bienes al Partido Nazi (o a Alemania, si el Partido desaparecía) y nombró al almirante Karl Dönitz como su sucesor.
Ese mismo día, Benito Mussolini y su novia Claretta Petacci fueron capturados por partisanos italianos mientras huían del avance aliado. Claretta decidió quedarse con Il Duce a pesar de que le dieron la posibilidad de escapar, y ambos fueron fusilados luego de un juicio sumario. Mussolini pidió por su vida y prometió a los partisanos que si lo dejaban con vida les entregaría un Imperio, pero eso no hizo más que acelerar su final. Luego de ser ejecutados, sus cadáveres fueron luego colgados de los tobillos y expuestos en la plaza de Loreto, en Milán, donde muchos partisanos habían sido ejecutados por Mussolini. Los cadáveres de la pareja fueron pateados, escupidos, orinados, vejados y desfigurados por una multitud.
Los dirigentes supremos del nazismo y el fascismo habían sido maestros en escenificaciones, pero sus muertes no fueron nada gloriosas.
El 2 de mayo cayó Berlín. El mismo día, las fuerzas del Eje se rindieron en Italia y en Austria.
El 4 de mayo, la mayoría de los oficiales nazis se rindieron.
El 7 de mayo, el alto mando alemán, a esa altura representado por el general Alfred Jodl y el almirante Hans Friedeburg, se rindió en forma incondicional en la ciudad de Reims.
La lucha sólo continuó unos días más en Checoslovaquia, pero el 8 de mayo, cinco años y ocho meses después de su inicio, la guerra en territorio europeo finalizó en forma oficial.
Ya a partir de la semana siguiente, los Aliados arrestaron a todos los oficiales nazis que encontraron y los acusaron de crímenes de guerra. El “Reich de los mil años” de Hitler había terminado novecientos ochenta y ocho años antes de lo previsto por su líder.
Los registros en los archivos soviéticos muestran que los restos quemados de Hitler fueron recuperados y enterrados en lugares sucesivos hasta 1946, año en que fueron exhumados. Finalmente, la incineración definitiva se realizó en 1970 mediante en una fogata en un descampado cerca de la ciudad de Schönebeck, cerca de Magdeburgo. “Los restos quemados fueron desmenuzados hasta las cenizas, que fueron recogidas y arrojadas al río Biederitz”, según dice el informe oficial emitido por el equipo operativo de la KGB del Grupo de Tropas Soviéticas emplazadas entonces en Alemania del Este responsable de hacerlo.