Los jugadores de la NBA de los ’80 y de principios de los ’90 habían llevado el juego a otro nivel. A la enorme calidad técnica que siempre tuvieron los jugadores de la NBA se le agregó el carisma y la creatividad de muchas estrellas que coincidieron en una época inolvidable que llevó al basquet de la NBA, que ya era el mejor del mundo, a un nivel aún superior.
En los juegos de 1972, en Munich, la URSS había vencido en la final del torneo olímpico a EEUU con un doble conseguido fuera de tiempo; el equipo de EEUU (formado por jugadores amateurs universitarios) nunca fue a recibir la medalla de plata, mostrando su disgusto por lo que consideraban una injusticia. En 1988, en Seúl, URSS volvió a dejar afuera a EEUU, esta vez en semifinales.
Hasta principios de los ’90, los criterios deportivos de la NBA no estaban en sintonía con el movimiento olímpico. El espíritu amateur del deporte olímpico dejaba fuera del escenario a los jugadores profesionales; sin embargo, los jugadores de basquet profesionales que jugaban en equipos de Europa sí eran aceptados sin controversia alguna a la hora de representar a sus países. El presidente de la FIBA, el yugoslavo Boris Stankovic, estaba dispuesto a cambiar eso; a tal fin, generó una resolución que aceptaba la participación olímpica de los jugadores profesionales de todo el mundo, incluida la NBA. “Si no juegan los mejores, el torneo olímpico de basquet se convertiría en un torneo de segunda categoría”, sostenía.
Así las cosas, la NBA decide mandar a los Juegos Olímpicos de Barcelona al mejor equipo de todos los tiempos, pero faltaba saber si los jugadores de la NBA querrían jugar. Rod Thorn, uno de los ejecutivos de la NBA, fue el encargado de sondear a los jugadores. Por supuesto, al primero que llamó fue a Michael Jordan, la superestrella fuera de todo límite que ya había ganado dos campeonatos con los Chicago Bulls (ganaría cuatro más) y había sido tres veces MVP de la NBA. Al principio Jordan se mostró reticente, no estaba muy entusiasmado con la idea. “¿Quién más jugará?” “¿Van a estar los buenos?”, preguntó; “no quiero estar yo solo con un grupo de jugadores discretos…”. Thorn llamó a Earvin “Magic” Johnson: “sí, por supuesto, sería fabuloso”. Magic (5 campeonatos y 3 MVP) había estado alejado durante un año al detectarse que era VIH positivo, y se acercaba su retiro. “Nunca imaginé que podría terminar mi carrera representando a los EEUU. Fue lo mejor que me podía haber ocurrido”. Larry Bird (3 campeonatos, 3 MVP) fue el siguiente: “sí, claro; si mi espalda me deja…” Larry estaba pensando en el retiro. Recurrentes dolores en la espalda lo perseguían, pero un nuevo llamado de Magic, transformado en su amigo después de tanta rivalidad, lo convenció. Así, las dos leyendas que habían dominado el juego en los ’80 fueron la referencia inicial para los demás. Sobre todo para Jordan, que era el rey de los recién iniciados ’90, el estandarte indiscutido de la generación que los seguía; un animal competitivo que veía la oportunidad de mostrarse como el más dominante entre los dominantes. David Robinson, el Almirante, que había jugado otros Juegos Olímpicos como universitario y no la había pasado bien, aceptó. Patrick Ewing también. Karl Malone estaba feliz: “no me importa haber sido el último al que llamaran; el hecho es que me llamaron”. Scottie Pipen también recordaba: “yo no creía merecer estar en ese equipo, pero me llamaron, y no se los iba a decir a ellos…”. Chris Paul, John Stockton y Clyde Drexler dijeron que sí antes de preguntar quién estaría. Y se planteó una duda sobre si llamar o no a Charles Barkley, un monstruo como jugador pero cuya conducta era, como mínimo y siendo elegantes, impredecible. El tipo era inmanejable, y cuando Rod Thorn habló con él, se sintió tan honrado por ser convocado que le contestó “no te preocupes, no tendrás ningún problema conmigo”. El último convocado fue un jugador universitario, Christian Laettner, estrella del equipo bicampeón de la NCAA, Duke University, que hubiera sido figura principal en cualquier equipo “normal” pero que en este equipo inigualable era una figura decorativa.
Como entrenador fue designado Chuck Daly. Y ahí podría haber habido un conflicto, ya que Daly era el entrenador de los Detroit Pistons, los “Bad Boys”, un equipo dos veces campeón de la NBA, cuyo juego áspero y duro, por momentos violento, sacaba de las casillas a Michael Jordan, quien detestaba al líder de ese equipo, Isaiah Thomas. Thomas, un gran jugador, a la altura del Dream Team, no fue convocado; se dice que Jordan le puso bolilla negra, pero la realidad es que no era el único en el equipo que no lo quería.
Chuck Daly era un maestro en manejar grupos de jugadores-estrella y, sobre todo, egos. “El tipo era claramente el dueño del pabellón, pero también el que pasaba la escoba”, decía David Stern, el comisionado de la NBA. “Me gusta su pelo y sus trajes son impecables… hablando en serio: si puedes entrenar a los Bad Boys, puedes entrenar a cualquiera”, decía el inefable Charles Barkley, que no paraba de hacer declaraciones: “Dios quiere que ganemos la medalla dorada, hablé con él ayer”.
El equipo comenzó sus entrenamientos para el torneo preolímpico (“Torneo de las Américas”, a disputarse en Portland, Oregon) en La Jolla, California. Los primeros entrenamientos mostraron lo previsible: egos enormes por todos lados. Michael que miraba de reojo a Magic, Magic que se reía de eso, Barkley que quería demostrarle a Malone (ambos eran ala-pivotes) que era mejor que él, Ewing y Robinson como pivotes, todo muy evidente. “Si el partido debe definirse en la última posesión, ¿quién tomará el último tiro?” “Yo, por supuesto”, contestaron al unísono Jordan, Barkley, Ewing y Drexler. Barkley, como siempre, fue políticamente incorrecto: “todos nos critican por eso del ego alto… al menos nosotros tenemos motivos para tenerlo…”. “Parecíamos un grupo de tarados vanidosos, cada uno quería demostrar lo bueno que era…”, decía Karl Malone. Magic y Larry eran los únicos que no querían demostrar nada. Bueno, Magic un poco sí, con Jordan. Es que Jordan provocaba competencia todo el tiempo, una mirada que no le gustara bastaba para encenderlo. Los entrenamientos eran un muestreo de destrezas personales, y la calidad suprema de Magic motivaba a Michael.
Chuck Daly decide hacer como entrenamiento un partido reducido de algo menos de media hora contra un equipo de universitarios, a puertas cerradas. Explicó que quería que se ensamblaran de una vez, que no tenían que demostrarse nada entre ellos. Los universitarios eran talentosos (entre ellos estaban Chris Weber, Grant Hill, Penny Hardaway, Alan Houston, Jamal Mashburn, Eric Montross, Bobby Hurley, que luego serían estrellas de la NBA) y, por supuesto, no tenían nada que perder; jugaban contra sus ídolos. El Dream Team trató de hacer los deberes, era como si nadie quisiera destacarse; mucho pase, poca penetración, juego estático, sin magia. Daly hizo pocos cambios, Michael y Magic mucho tiempo en el banco, puso jugadores en otros puestos… en resumen: ganaron los universitarios 64-52. Daly hizo borrar el tanteador antes de hacer entrar a la prensa, que esperaba afuera. El entrenador asistente, Mike Krzyzennski, diría tiempo después: “Chuck lo hizo a propósito. Entregó el partido. Quería que perdieran, y lo logró.”
Daly les diría al día siguiente: “como han visto, todos pueden perder. Incluso ustedes.” “Parece que estuvieran jugando un All Stars game, y lo que necesitamos es un equipo de verdad”. Jordan dijo “fue bueno que perdiéramos, ahora tendríamos que escuchar a Daly”. A los dos días jugaron la revancha y ganaron por más de 50 puntos de diferencia.
Llegó el Torneo de las Américas, clasificatorio para los Juegos. Daly nombró a Magic Johnson, Larry Bird y Michael Jordan como capitanes. Jordan rechazó la designación: “está bien, Chuck, deja que los viejos sean los capitanes”. El torneo fue bastante irreal: todos sus rivales les mostraban su admiración. Barkley no entendía mucho de eso: “vamos a patearles el trasero a todos… y quieren sacarse fotos con nosotros?”
El torneo fue, como era de esperar, un paseo: 136-57 a Cuba, 105-61 a Canadá, 112-52 a Panamá, 128-87 a Argentina. En la semifinal, 119-81 a Puerto Rico. En la final, 127-80 a Venezuela. Requisito cumplido, el Dream Team clasificado a los Juegos Olímpicos. Barkley, incorregible: “queremos enviar un mensaje al mundo: extranjeros, ríndanse”.
El torneo afianzó mucho al grupo, ya se habían generado amistades. Ewing y Bird, por ejemplo; “un blanco de Boston y un hermano de Jamaica… es la pareja meas despareja que he visto”, decía, por supuesto, Barkley, que era desde el principio de quien todos esperaban algún comentario gracioso, picante, agresivo o desubicado; “el tipo dice lo que todos pensamos pero no nos atrevemos a decir”, decía Jordan. El mismo Barkley hizo gran amistad con Karl Malone, su “rival” en el puesto de ala pivote; Chris Mullin y Scottie Pippen se hicieron inseparables. Magic y Michael se llevaban bien pero seguían compitiendo entre ellos; medio en broma, medio en serio, en tiros, volcadas, en todo. Se desafiaron a un partido de entrenamiento, cinco contra cinco. Fue parejo, pero al final desniveló Jordan, con más resto físico. Bird y Johnson, estrellas de la NBA desde 1979, las leyendas que se retiraban, los amos del juego hasta entonces, charlaban al final del juego; Michael se les acerca y les dice: “there is a new sheriff in town”. Magic, genial como siempre, mira a Larry y le dice, delante de Michael, para que lo escuche: “he’s not lying”. Magic descomprimía cada pequeña tensión generada por el hipercompetitivo Michael Jordan.
El Dream Team viaja a Mónaco antes de dirigirse a Barcelona. Pasan varios días en Montecarlo, disfrutando mucho y afianzando las relaciones entre ellos. Piscina, golf, poker, playa. Otras vez Barkley y sus ocurrencias: “Jordan, Ewing, Robinson, Drexler, Malone y yo… esto es como pasar las vacaciones de primavera en el ghetto…”. “Debería fichar para algún equipo de esta ciudad, esto es fantástico” decía Chris Paul. “No me gusta mucho firmar autógrafos, pero no puedo negarme si me lo pide una mujer en topless”, se reía Ewing. “Nunca aceptes que Larry Bird te invite a tomar cerveza; él toma Budweiser, que es fuerte… estuve dos días con dolor de cabeza”, dijo Barkley, otra vez. Jordan y Daly jugaban al golf todos los días. “Creo que Chuck programaba los horarios de los entrenamientos en función de los horarios de nuestros partidos de golf”, decía Jordan. Esos partidos de golf acercaron muchísimo a Jordan a su entrenador; “es un gran tipo este Chuck”, terminó diciendo Jordan.
Michael Jordan estaba de muy buen ánimo y su energía era increíble: golf a la mañana, entrenamiento a la tarde, cartas en la habitación de Magic hasta las 4 de la madrugada. Y así todos los días. “La energía que tiene ese tipo es absurda, no puede ser, es fenomenal”, decía asombrado el Almirante Robinson, “no sé cuándo duerme, después llega y te clava la canasta en tu cara, es inexplicable”. En medio de tanta diversión en Montecarlo se concertó un partido exhibición contra el seleccionado de Francia. Ganaron caminando por más de 50 puntos, pero no jugaron bien. Así que al día siguiente Daly los hizo jugar un partido de entrenamiento de cuatro cuartos, muy exigente. Ahí las cosas se compusieron y Jordan volvió a destacarse. El tipo nunca se relajaba. El Dream Team dejó Montecarlo transformado en un equipo completo, dentro y fuera de la cancha.
El Dream Team llegó a Barcelona el 24 de julio de 1992. La conmoción de la ciudad fue completa: el público, la prensa, los medios, los deportistas de todas las disciplinas, todos buscaban a los jugadores, parecían celebridades de rock o superhéroes. No estuvieron en la Villa Olímpica sino en un hotel, y cada movimiento individual o del grupo era seguido por una multitud.
En la primera conferencia de prensa, después de las declaraciones políticamente correctas, Charles Barkley, como era de esperar, dijo lo suyo: “claro que queremos venganza por lo ocurrido en 1972 y 1988; David Robinson no puede decir eso porque es cristiano, pero yo sí puedo”. Robinson estalló en carcajadas. Cuando le preguntan por el rival del primer partido, Barkley contesta: “no sé nada sobre Angola, pero sí sé que Angola está en problemas”. Incorregible.
Y así fue: en el primer partido, en un arranque deslumbrante, llegaron a estar en ventaja por 46 a 1. Irreal. Después regularon y rotaron todo el tiempo a los jugadores, hasta un final de 116-48. A pesar de la inconmensurable diferencia, Barkley se las rebuscó para pelearse con un angoleño: lo acusó de pegarle tres codazos (el angoleño lo negó) antes de pegarle él uno bastante evidente. Debido a ese episodio el Dream Team fue criticado y acusado como “americanos arrogantes”. Magic habló con el inmanejable Barkley y le dijo que las consecuencias de su conducta de Barkley no caerían él sino sobre el equipo; que el equipo era acusado de arrogante cuando en realidad habían mostrado respeto por su adversario. Barkley respetaba mucho a Magic y prometió no causar problemas en adelante. Y hay que decir que así fue.
El segundo partido fue contra Croacia. Acá el asunto era que el jugador estrella de Croacia era Toni Kukoc, a quien Jerry Krause, el manager de los Chicago Bulls, elogiaba permanentemente y quería fichar para los Bulls. Jordan y Pippen se sentían poco valorados por Krause y se juraron anular a Kukoc por completo para demostrarle a Krause que ellos eran mejores y que no tenía que estar mirando a nadie fuera de su casa. Primero Scottie y después Michael (dos extraordinarios defensores) se encargaron del pobre Kukoc, que fue completamente anulado y tuvo un partido espantoso. Se hicieron un festín con él. Y con Croacia, a la que vencieron 103-70.
Luego vencieron a Alemania 111-68, y vino la polémica. El periodismo cuestionaba a David Stern si la enorme superioridad que mostraba el Dream Team era algo positivo para el juego. “¡Es como preguntarme si la superioridad de Jesse Owens o de Carl Lewis es buena para el atletismo! Nos criticaban por no traer a los Juegos Olímpicos a los mejores jugadores, y ahora nos critican por traer al mejor equipo de la historia de cualquier deporte de equipo. Parece como que nada los conforma…”, contestó Stern en una entrevista televisiva.
Los managers del equipo les pidieron a los jugadores que trataran de no salir a la calle en su tiempo libre, dada la revolución que provocaban. “De ninguna manera. Son los Juegos Olímpicos, ¡no me los voy a perder quedándome en mi habitación!” contestó… sí, quién si no: Barkley. El tipo se fue a la Villa Olímpica e invitó a cenar a algunos jugadores angoleños. Un capo. Cada vez que en el hotel escuchaban alaridos de la gente, Magic decía “ahí va Charles…”, que salía a recorrer La Rambla cada noche; al final, Charles Barkley terminó siendo el jugador más querido por el público de los Juegos. Jordan quería conocer el estadio olímpico (en Montjuic) y tuvo que salir a las 6 de la mañana. Pudo desayunar en una cafetería incluso, y las meseras se sacaron una foto con él, pero para volver del estadio hubo que hacer todo un operativo. En pleno tráfico atascado, John Stockton se hartó, se bajó del micro y se fue a caminar y, con gorra y cámara en mano, recorrió La Rambla con su familia. Stockton era un tipo tranquilo de perfil muy bajo; bromeaba con los turistas americanos que encontraba y no lo reconocían hasta que su hijo señaló “ese es papá”, en el estampado del Dream Team de una remera de una turista.
El Dream Team era la estrella de los Juegos. Hasta los rivales que estaban en el banco de suplentes sacaban fotos durante el partido. El equipo nunca subestimó a sus rivales; demostró su respeto haciéndoles todos los puntos posibles. Vencieron a Brasil 127-83 y a España 122-81. Ya en cuartos de final, derrotaron a Puerto Rico 115-77. En semifinal, a Lituania 127-76. Y en la final volvieron a encontrarse con Croacia. El score fue parecido al del partido anterior: 117-85. Demasiada diferencia.
En la entrega de la medalla dorada, las lágrimas en muchos de ellos demostraban su genuina emoción. “Fue la mejor manera de terminar mi carrera, así es como quería irme”, dijo Magic. “Mi padre estará orgulloso de mí”, dijo larry Bird. “Jamás olvidaré ese momento”, dijo Scottie Pippen”. “En mi vida viví nada igual a estar en ese podio”, dijo Barkley.
Christian Laettner (4, Duke University), David Robinson (5, San Antonio Spurs), Patrick Ewing (6, New York Knicks), Larry Bird (7, Boston Celtics), Scottie Pippen (8, Chicago Bulls), Michael Jordan (9, Chicago Bulls), Clive Drexler (10, Portland Trail Blazers), Karl Malone (11, Utah Jazz), John Stockton (12, Utah Jazz), Chris Mullin (13, Golden State Warriors), Charles Barkley (14, Phoenix Suns), Earvin Johnson (15, Los Angeles Lakers), fueron parte del más impresionante equipo de basquet de la historia. El inigualable, verdadero y único Dream Team. Los once jugadores NBA de ese equipo forman parte del Hall of Fame; difícilmente algún otro equipo logre algo similar alguna vez.
Un equipo que arrasó con cada rival y que fue más que la suma de los talentosísimos jugadores que lo integraron.
Irrepetible.