El 6 de noviembre, el coronel Conrado Villegas, dirigía un nuevo ataque a las tolderías de Pincén sobre el frente Trenque Lauquen-Yapenque-Licanchu y Luan Lauquen. Así, en rápidas batidas, fue destruyendo las huestes pampas, hasta que el 11 de noviembre de 1878, el cacique fue tomado prisionero por el mayor Solís, sin lucha ni brillo. El astuto cacique, terror de esta zona, había caído, por fin, en manos de su tenaz perseguidor y su captura apresuraría la entrega de los capitanejos que eran sus aliados.
Este éxito militar tuvo la dimensión de un acontecimiento nacional. El informe sobre la captura de Pincén, que figura en las Memorias de Guerra de 1879, dice: “habiendo atacado el mayor Solís a Malal, el cacique Pincén, que tenía su caballo atado a la puerta de su toldo, saltó en él con su hijo en ancas. Nuestras fuerzas lo corrieron, pero siendo el caballo de Pincén superior al de nuestros soldados, este avanzó gran terreno. No obstante, nuestras fuerzas lo siguieron en dirección a Fota-Lauquén como legua y media; hallándose en este punto el resto de la fuerza. Pincén temió ser tomado prisionero y entonces ya porque se le hubiese cansado el caballo, se quedó de a pie escondiéndose en los pastos donde se hacía el muerto; y allí fue encontrado por los flanqueadores del sargento mayor Solís que lo seguían”.
“En medio del desierto, Ta Pincén o Pincén, el Grande miraba fijamente al celebérrimo “Toro” Villegas, como lo llamaban los indios, quien tenía centellante los ojos. Pincén pidió ¡no me maten!, ¡no me maten! Y luego agregó: ¡si me matan que se salve mi familia!
– No tengas miedo. Te hago gracia de vida, le dijo Villegas. Respondiéndole el cacique: “acabado Pincén. Ahora siendo tu amigo. Queriendo ser tu soldado para peleando a los pícaros ranqueles”. (1)
Dialogaron Villegas y Pincén unas palabras más. El cacique pidió mandar un emisario para que sus indios se entregaran y el Coronel aceptó. Conrado salió hacia la comandancia a redactar el parte a la superioridad y Pincén fue conducido a la guardia de prevención, donde se encontraban prisioneros lanceros y chusma.
Cuando lo vieron llegar se produjo un impresionante espectáculo: “allí estaba toda la familia de Pincén prisionera. Al verlo llegar las princesas y damas de corte se sacaban los collares, los brazaletes de los brazos y las piernas y los prendedores arrojándolos lejos. Y luego junto con los hijos y la chusma de la servidumbre se destrenzaron, se arrancaron el cabello y prorrumpieron en gritos, dando signos de honda desesperación al ver a su caudillo y señor humillado y prisionero. Pincén volvió a hallarse en ese momento con sus quince mujeres. Entre ellas una cristiana, cautiva por los indios en el Río Cuarto, y que dice ser sobrina del general Arredondo. Pincén tiene 70 años de edad. ¡El chinito que tenía en los brazos al huir, era el hijo de la vejez”. (2)
A solas, desde su despacho en la comandancia, Conrado, escribió a su esposa Carmen comentándole la noticia. El mismo día (13 de noviembre), elevó al inspector y comandante general de Armas, coronel Luis M. Campos, un minucioso informe sobre lo actuado en la captura de Pincén. Al día siguiente, Villegas le escribió al general Roca, en los siguientes términos:
“Gracias, General, por su noble orgullo. Los soldados de corazón nos enorgullecemos siempre de los triunfos de los subalternos. Pronto le enviaré a Pincén, pues si se lo demoro es por ser útil tenerle aquí por unos días. Está muy contento y dice que soy su amigo. Saludo a V. E. Conrado Villegas, Coronel”.
También Conrado le escribió a Estanislao Zeballos informándole sobre el error que cometieron algunos diarios de Buenos Aires, al asegurar que el cacique era araucano. Le aclaró que “Pissen” es indio argentino, nacido en Carhué, que en su tribu son casi todos criollos y que tienen el mayor desprecio por los indios chilenos. Además, comentó que “los indios de “Pissén” son muy valientes y no así los ranqueles”.
Conrado mantenía la idea de retener en Trenque Lauquen a Pincén, pues esta rendía sus frutos, y así se lo hizo saber al general Luis M. Campos, ya que para el 26 de ese mes, se habían entregado 5 indios lanceros del cacique con sus respectivas familias.
El 27, Villegas ordenó otra salida, (con los hombres y las caballadas ya descansados), en búsqueda de los indígenas que aún quedaban libres en el desierto. El mayor Sosa con 100 hombres del Regimiento 3º de Caballería y una docena de indios “amigos”, avanzaron por el desierto sobre Pueya-Picún-Lauquén. Durante doce días recorrieron ese territorio y el éxito de la expedición, que incrementó aún mas el prestigio de la División, se reflejó con la captura de 2 capitanejos, 21 indios de lanza y 114 de chusma; en los combates y refriegas murieron siete indios y se recobraron 120 caballos y una “punta” de ovejas.
Pasado un tiempo razonable, en el que se posibilitó presentaciones en forma voluntaria de los indios, Conrado ordenó el traslado de Pincén y su gente a Buenos Aires. El viaje se inició el 6 de diciembre de 1878, en carros tirados por bueyes, vía Junín.
Conrado, en uso de su licencia anual, se dirigía hacia Buenos Aires y en el camino alcanzó el carro donde iba Pincén; la llegada de Villegas y del cacique prisionero provocaron grandes festejos. (3)
Pincén atraía la atención de toda la capital porque el magnífico guerrero pampa, cuyas cargas asombraban a los militares argentinos por su brillantez y corrección –dicen en lenguaje técnico que “cargaba a la Murat”- era ahora un pobre prisionero, un humilde viejo pampa que iba de terminar sus días entre “huincas”.
Para finales de diciembre de 1878, las presentaciones de los indígenas en la comandancia Trenque Lauquen eran continuas. El buen trato que le había prodigado Villegas a Pincén y a los otros prisioneros provocó que, el 28 de ese mes, se entregaran Nahuel Payún y Pichi Pincén acompañados con 7 capitanejos, 52 indios lanceros, 157 de chusma y 4 cautivos.
El presidente Avellaneda debido a la actuación brillante de la División Trenque Lauquen y de las otras divisiones durante 1878, les expresó sus felicitaciones y el reconocimiento de la Nación, con fecha 11 de enero de 1879. Conrado leyó a sus hombres las felicitaciones del Presidente de la Nación por los resultados de sus acciones militares. Era evidente que las operaciones realizadas por la División, que comandaba Conrado, habían cumplido los objetivos planeados.
A partir del nuevo año (1879) tendría, en el desierto, una meta mucho más grande aún. El 2 de diciembre, mediante una orden general, el ministro Roca resolvió que la División Trenque Lauquen pasara a llamarse Segunda División del Ejército Expedicionario.
El 9 de abril de 1879, Villegas con el cargo de jefe de la Segunda División, que formaban sus dos bravos cuerpos: el Regimiento 3º de Caballería y el Batallón 2º de Infantería, dejó Trenque Lauquen. Por órdenes superiores se encaminó hacia Carhué, donde llegó a mediados de mes y allí aguardó al ministro Roca, quien arribó el 21 de ese mes. El ministro se instaló en la comandancia militar de Carhué, donde desfilaron las tropas de todas las Divisiones en su honor.
(1) y (2) E. Zeballos, “La Conquista de 15.000 leguas” – B. del Suboficial, Vol. LX, Buenos Aires (1931), páginas 124 y 125.
(3) A. Scunio, “Del Río IV a Lime Leuvú, página 190.
Fuente: http://www.revisionistas.com.ar