El cáñamo y Belgrano

El cáñamo es una planta sumergida en el prejuicio de la ignorancia porque de allí se extraen los cannabinoides que, en el caso de contener THC, tiene un efecto psicotrópico. Sin embargo, no todas las variedades contienen THC.

Por siglos esta planta tuvo aplicaciones industriales que, a criterio de Manuel Belgrano, su cultivo traería “la verdadera riqueza al país”. Estas palabras no han perdido vigencia. Entender la utilidad de esta planta puede realmente asistir a la actividad agropecuaria e industrial de la Argentina, aunque es indispensable conocer sus usos, las aplicaciones y sus efectos (deseables y de los otros).

Lamentablemente, existe una gran confusión entre lo que es cáñamo, la marihuana, los cannabinoides y el uso terapéutico del CBD y el aceite de cannabis.

La planta es oriunda del sudeste asiático, donde desde hace siglos se la usa para hacer telas, sogas y papel. Pero también debe destacarse que es fuente de alimentos (es la planta que más proteínas da por hectárea), contiene cientos de cannabinoides que pueden extraerse de su flor, no solo con finalidades recreativas, sino también terapéuticas que se conocen, y otras que deben explorarse con rigor científico.

En su viaje por Europa, mientras estudiaba en Salamanca, Belgrano conoció el uso industrial que se le daba en el Viejo Mundo. También sabía que en las colonias americanas se utilizaban con éxito. George Washington plantaba cáñamo en su propiedad de Mont Vernon. La proliferación de usos era extraordinaria, a punto tal que el acta de la Independencia de EE.UU. está redactada sobre papel de cáñamo.

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“Aproveche al máximo las semillas de cáñamo de la India… y siémbrelas en todas partes”

Como fisiócrata que era, Belgrano, entendía que el cultivo del cáñamo daría a la agricultura, y especialmente a la industria textil, notables beneficios al país, y especialmente asistir a las mujeres de escasos recursos como fuente de trabajo. Aún no se conocían los efectos terapéuticos, que fueron introducidos en Europa recién en 1864 por el médico británico O’Shagelly, quien había conocido sus usos durante su permanencia en la India.

En 1795, Belgrano redactó un texto donde habla de las utilidades del cáñamo y lino, una especie de manual de instrucciones sobre el desarrollo de estas plantas, como bien sabía que se sembraba en Castilla y Galicia, y allí había asistido a “exterminar la pobreza”, envió semillas de esta planta a algunas partes del virreinato, y especialmente a Chile, donde logró adaptarse mejor.

A pesar de las buenas intenciones de Belgrano, los monopolistas de Cádiz bloquearon el cultivo en América para poder seguir gozando de los beneficios del contrabando de telas y papel. Y así fue como este proyecto de don Manuel, de industrializar al país, quedó en la nada.

La última vez que se sembró cáñamo legalmente en la Argentina con finalidad industrial (ya que no todas las plantas tienen THC, que es el componente psicotrópico), fue en la década del ’70 cuando fue prohibido en el país, al desconocer las diferencias en la constitución química de la planta.

Hace cuarenta años se desconocía la constitución y uso de sus derivados, y además existen muchas variables con distinta composición de cannabinoides, por lo que lamentablemente estamos perdiendo una oportunidad de desarrollo industrial, ya que el cannabis que se fuma, más conocido como marihuana o marijuana, es solo una de las aplicaciones, que poco o nada tienen que ver con sus usos industriales.

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