El asesinato del Padre Mugica

De los muchos tiros que impactaron en el padre Mugica, varios le perforaron el abdomen y un pulmón. Lo trasladaron al Hospital Salaberry en un Citroën 2CV que no daba más de 30 km/h, entre gritos de dolor y borbotones de sangre.

Dice Ricardo Capelli: “Fue algo terrible. Fuimos baleados desde dos frentes. A Carlos lo balearon a un metro de distancia. El asesino fue Rodolfo Eduardo Almirón, hombre de López Rega. Lo llamó a Carlos como queriendo hablar a solas, y cuando lo tuvo a una distancia no mayor a un metro lo acribilló. Carlos estaba apoyado contra la pared, de espaldas, fue deslizándose hasta caer sentado y luego se fue de costado. A mí me ametrallaron desde más lejos. Enseguida se subieron a un Chevy y arando se escaparon.”

Increíblemente, el padre Mugica llegó consciente al hospital. Allí les pidió a los médicos que operasen primero a Ricardo, su amigo. El padre Jorge Vernazza le dio la extremaunción y fue declarado muerto a las 21.50. A Capelli, también acribillado a balazos, lo llevaron luego al Hospital Rawson y lograron salvarle la vida luego de varias operaciones.

Recuerda Helena Goñi, periodista y amiga de Carlos: “Lo llevaron al Salaberry. Estaba Adolfo, su padre, con algunos de los hermanos. Aunque parezca mentira, Carlos llegó consciente al quirófano. Empezó a llegar gente de la villa, era un loquero. Después de esperar bastante, viene un médico y nos dice que empezaron a operar a Carlos pero que al entrar vieron que tenía los órganos deshechos y que había muerto.”

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La ambulancia con el cuerpo de Mugica en el hospital Salaberry en la noche del 11 de mayo de 1974

 

La ambulancia con el cuerpo de Mugica en el hospital Salaberry en la noche del 11 de mayo de 1974

 

 

 

El cuerpo del padre Mugica fue llevado a la iglesia San Francisco Solano, donde se celebró una misa, y por la tarde a la parroquia Cristo Obrero, en la villa de Retiro, su parroquia.

El padre Mugica ya había sido víctima de atentados. El 2 de julio de 1971 había estallado una bomba en la casa de sus padres, ya habían ido a buscarlo con armas al algunas veces sin encontrarlo, y en las semanas previas al asesinato había recibido múltiples amenazas. Recuerda Goñi: “Carlos decía “me van a matar”. Y nosotros le decíamos: ¿Pero no, qué te van a matar a vos…!? Pero la verdad es que estábamos con mucho miedo.”

Montoneros negó de plano responsabilidad alguna en el crimen y señaló a la Triple A, a través de un comunicado que dio a conocer al día siguiente del crimen: “Se trata de bandas armadas de la derecha política”, dijeron.

Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe fue criado en una familia antiperonista, católica y de buen pasar económico, descendientes del gobernador de Entre Ríos y Santa Fe Pascual Echagüe. Al cumplir los 20, en 1950, viajó a Europa con varios sacerdotes amigos. Fue una experiencia fundacional, ya que de regreso en Argentina abandonó Derecho tras haber cursado dos años y al año siguiente ingresó al Seminario Metropolitano de Buenos Aires para iniciar su carrera sacerdotal.

Cuando en Argentina comenzó a formarse el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Mugica estaba en París, donde vivió el “Mayo Francés”. Fue en aquella ciudad y en aquellos días cuando decidió incorporarse al flamante MSTM. De regreso a Buenos Aires, dejó la capellanía del colegio Mallinkrodt y se trasladó a la Villa de Retiro, donde fundó la capilla Cristo Obrero.

“El cristiano tiene que estar dispuesto a dar su vida, a poner todas sus energías al servicio del prójimo. ¿Cómo no voy a asumir mi compromiso, aunque sea doloroso, denunciando las injusticias?”

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Carlos Mugica
Carlos Mugica

 

Desde su rol como asesor de la Juventud de Acción Católica en el Colegio Nacional Buenos Aires conoció a Gustavo Ramus, Fernando Abal Medina y Mario Firmenich, futuros fundadores de la organización Montoneros. Durante su vínculo tendrían serias diferencias con respecto al uso de la violencia en la lucha revolucionaria, lo que llevó al alejamiento de Carlos de quienes optaron por la lucha armada.

Dice Capelli: “Carlos no apoyó nunca la lucha armada. Carlos no agarró un fierro nunca. Cuando los “jóvenes esclarecidos”, devenidos Montoneros, hacen la elección de las armas, a Carlos le llega el momento de decidir si está dispuesto a agarrar un arma o no. Entonces Carlos hace un profundo análisis interno y decide que él está dispuesto a morir, pero no a matar.”

De acuerdo a esa premisa, Carlos Mugica se suma a JP Lealtad, un sector disidente de la Juventud Peronista que no estaba de acuerdo con la actitud que adoptó Montoneros frente a Perón. Mugica les dijo a los Montoneros que se dejaran de embromar: “Termínenla. La lucha armada, en este momento, con un gobierno elegido por el pueblo, no tiene ningún sentido. Entierren los fierros y se terminó.”

Durante el gobierno de Héctor Cámpora, el sacerdote asumió un cargo no rentado como asesor del Ministerio de Bienestar Social, pero lo dejó en agosto de 1973 por diferencias con el ministro, José López Rega.

“Discrepo fundamentalmente con la política del Ministerio de Bienestar Social en relación a las villas miseria -dijo-, ya que se les niega a los villeros toda participación creadora en la solución de sus problemas.” Además, se quejó por la disolución de la Comisión Municipal de la Vivienda, con lo cual se restaban posibilidades a las necesidades habitacionales de la época. Recuerda Capelli, estrecho colaborador de Carlos: “El tiempo en el que intentamos hacer algo en el ministerio fue realmente perdido, jamás se consiguió nada. Carlos renunció y lo denunció a López Rega… y fue el final.”

Mugica también había expresado públicamente su malestar con el grupo Montoneros tras el asesinato de José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT. “A Rucci lo mataron los Montoneros. No es una cuestión de opinión, es la verdad. Los guerrilleros no son el pueblo. Son pequeños burgueses intelectuales que aprenden la revolución en un libro, no en la realidad. Y crearon un clima de miedo imperdonable”.

Mientras Carlos continuaba su labor en la parroquia y contribuía a la organización del barrio promoviendo la unión entre los vecinos y el armado de cooperativas, la situación política del país se volvía cada día más violenta. La presidencia de María Estela Martínez de Perón le otorgó más poder a López Rega, artífice de la creación de la nefasta Triple A.

“Carlos era una persona que se ocupaba de todo y de todos. Se preocupaba por saber si estabas bien, si estabas mal, si estabas enfermo te iba a visitar y te llevaba lo que necesitaras. Hacía de todo. Tenía un petardo en el traste, no paraba. Literalmente corría por la calle. Se ocupaba tanto de pedir o exigir soluciones para las necesidades primarias como de correr a los hospitales con los enfermos o atender proyectos con arquitectos, abogados o con cualquiera que pudiera mejorar la vida de los villeros. No sé cómo hacía, pero también tenía tiempo para bautismos, casamientos, misas… y para prenderse en cualquier partido de fútbol que hubiera por ahí, en el que hacía cualquier bardo para no perder…”

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Padre Mugica
Padre Mugica

 

 

“Recuerdo que lo teníamos loco con la guita a Alejandro, hermano de Carlos, que era el más rico y que nunca nos falló. Siempre ayudó; fue quien construyó la capilla de Cristo Obrero y le regaló a Carlos el Renault 4L con el que nos movíamos por todos lados y en el que a veces, no sé cómo, subían diez personas…”, recuerda Capelli.

Las relaciones de Carlos Mugica con la cúpula de la Iglesia Católica de Buenos Aires no eran las mejores, como puede suponerse. “Carlos era un tipo que molestaba mucho a sus superiores, no era un buen ejemplo de lo que la cúpula eclesiástica de la época quería mostrar. Para la Iglesia, “tercermundista” era mala palabra. Y Carlos era la figura más carismática de ese movimiento. Una vez, ante una superurgencia con una persona de la villa, lo fuimos a ver al mediodía al cardenal Aramburu para pedir ayuda, era realmente urgente. Se le explicó al secretario el motivo y volvió diciendo que monseñor no podía atendernos porque estaba almorzando con los empresarios católicos. La contestación de Carlos fue enviarle a monseñor una puteada. Por eso Carlos siempre andaba con miedo de que lo rajaran de la Iglesia.”

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El monseñor Juan Carlos Aramburu se retira del hospital Salaberry tras la muerte de Mugica en 1974
El monseñor Juan Carlos Aramburu se retira del hospital Salaberry tras la muerte de Mugica en 1974

 

En 1984, un tal Juan Carlos Juncos (ex custodio de López Rega) confesó ante el juez Eduardo Hernández Agramonte haber participado en el operativo para matar a Mugica por orden de López Rega. En la declaración, Juncos manifestó que el “Brujo” le había entregado diez millones de pesos ley 18.188 para terminar con Mugica y hasta las armas para matarlo, porque ese “curita” lo estaba “molestando políticamente”. También señaló como autor a Rodolfo Almirón, jefe de seguridad de López Rega. En 2012, el juez Norberto Oyarbide emitió una resolución en la que afirmó que Mugica fue asesinado por la Almirón y la Triple A. Y el testimonio de Ricardo Capelli tuvo un peso importante en el fallo de la jueza María Servini de Cubría en 2016, condenando a cinco integrantes de la Triple A por el crimen. Algunos de los acusados murieron. Otros están en libertad hasta tanto no exista una sentencia firme. Créase o no.

Por una gestión del Equipo de Sacerdotes para las villas, el 9 de octubre de 1999 los restos del padre Mugica fueron trasladados desde el cementerio de la Recoleta a la parroquia Cristo Obrero, de la Villa 31, donde ejerció su apostolado. La ceremonia fue encabezada por el por entonces arzobispo metropolitano, monseñor Jorge Bergoglio.

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El cuerpo del padre Mugica, que fue sepultado en Recoleta, regresa a la Villa en 1999, para descansar en la parroquia Cristo Obrero; en la ceremonia que participó el por entonces arzobispo metropolitano Jorge Bergoglio.
El cuerpo del padre Mugica, que fue sepultado en Recoleta, regresa a la Villa en 1999, para descansar en la parroquia Cristo Obrero; en la ceremonia que participó el por entonces arzobispo metropolitano Jorge Bergoglio.

 

En los años que sucedieron al crimen siempre se habló sobre los autores reales del asesinato del padre Mugica. Capelli mismo se muestra extrañado al respecto: “veinticinco años después reaparecí en un homenaje a Carlos. Y Marta Mugica, la hermana de Carlos, me dice: “Ricardo, ¿a vos te parece que fue la Triple A? Para mí fueron los Montoneros…” Yo no podía creer que me dijera eso veinticinco años después…!! Lo que realmente ocurrió es que la Triple A aprovechó la separación de Carlos hacia la JP Lealtad y le tiró el cadáver a los Montoneros.”

La Iglesia se ha manifestado poco y nada sobre el crimen del padre Mugica, tanto en aquella época como posteriormente; los únicos que siguen reivindicando a Carlos son sus compañeros tercermundistas. En su momento, el obispo Bergoglio adhirió a actos y misas en honor de Carlos; la Iglesia utilizó su figura para equilibrar, como suele ocurrir.

Tres días antes de que lo mataran, Carlos Mugica y Ricardo Capelli fueron a la Nunciatura a ver al nuncio, monseñor Pío Laghi. Mugica había sido amenazado y todo lo que sucedía tenía suficiente estado público como para que el nuncio lo recibiera en persona. Carlos le dijo que había ido a verlo para pedirle que hicieran algo porque lo iban a matar —porque él sabía que lo iban a matar—, le contó todas las amenazas que había tenido y le pidió que la Iglesia lo protegiera. Pío Laghi le dijo que se fuera tranquilo porque “iban a rezar por él”.

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La parroquia Cristo Obrero, en la despedida del Carlos Mugica el 12 de mayo de 1974
La parroquia Cristo Obrero, en la despedida del Carlos Mugica el 12 de mayo de 1974

 

 

 

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