El asesinato del alce

Moose Murders fue escrita por Arthur Bicknell como una “farsa misteriosa”, pero resultó ser una “farsa calamitosa” ó “titánicamente mala”. Para Brendan Gill del New Yorker “…era un insulto para la inteligencia de las amebas”, y Frank Rich del New York Times fue quien la bautizó como la peor obra de teatro que se haya visto en Broadway.

¿Por qué Moose Murders se hizo merecedora de tal descrédito? En la obra, Bicknell relata el encuentro entre Joe Buffalo Dance (el protagonista) con dos señoras en un hotel llamado “El Alce Salvaje”, durante una noche tormentosa. El lugar era tenebroso (su nombre así lo sugiere) ya que había sido el escenario de varios asesinatos. Intimidada por esta historia, la señorita Stinky (podríamos traducir su nombre como “maloliente”) pretende dormir con su madre, pero hete aquí un hombre disfrazado de alce es asesinado por una “momia cuadripléjica”… Usted podrá imaginarse como sigue la obra, porque no es cuestión de contar como concluye. Quizás algún sacrificado lector puede tener la curiosidad y el estómago para comprar el libro (que se vende en versión digital por Amazon).

Los actores, quienes habían ensayado la obra una docena de veces y participaron de su única presentación, no quieren hablar del tema y prefieran dejarlo en el pasado como un pecado de juventud. Sin embargo, la obra ganó tanta fama (mala fama, obvio) que mucha gente jura haberla visto. Muchos más de los que podían haber entrado esa única noche en la misma sala.

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Don Potter, Lisa McMillan y June Gable en
Don Potter, Lisa McMillan y June Gable en “Moose Murders” (1983).

 

El señor Bicknell, a la sazón de 32 años, tenía algunas obras de teatro en su haber (una de ellas, Masterpieces, trataba el drama de las hermanas Bronte). La noche del estreno, hace 37 años, debe haber sospechado que algo no andaba bien cuando descubrió que muy pocas personas se quedaron a la cena después del estreno. Tímidamente se acercó a uno de los presentes y le preguntó “¿Tan mala ha sido?”. El interlocutor fue despiadado. “La peor”, le contestó. Sin embargo, la crueldad no tiene límites; Dennis Cunningham, el crítico de la CBS escribió en la reseña “si tu nombre es Arthur Bicknell, o parecido, es mejor que lo cambies…”.

A pesar de este fracaso titánico, el señor Bickwell perseveró y escribió otras dos obras de teatro y hasta un show de travestis, pero sin suerte.

Moose Murders hundió la carrera de Bicknell en los abismos literarios. Dejó de escribir y trabajó como representante de autores hasta que hace unos 10 años se le propuso resucitar al alce asesinado en una nueva producción. Lo tuvo que pensar por que no es fácil volver del ridículo (como sostenía Napoleon), pero decidió acceder al pedido. “Si no puedes remediarlo, debes asumirlo”. Al parecer este “éxito del fracaso” ha renovado las ansias literarias del señor Bicknell, quien está escribiendo un libro sobre esta experiencia donde después de 40 años de meditaciones, culmina: “Hay varios grados de maldad en el arte. Hay malas obras que son kitsch y también hay mal arte que puede ser fenomenal, pero existe también arte que simplemente no es bueno…”. Una conclusión poco feliz que no augura un éxito para su nuevo libro.

Si es verdad que aprendemos de los fracasos, como decía Bram Stocker, entonces Bicknell debería ser un sabio.

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Arthur Bicknel.
Arthur Bicknel.

 

 

 

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