Su nombre original era Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, pero el poeta adoptó el segundo apellido paterno, Bécquer. Su padre fue un estimable pintor sevillano cuyos antecesores habían emigrado a España en el siglo XVI. El hermano del poeta llegó a ser un reconocido pintor y realizó el retrato más conocido de Gustavo Adolfo. En 1846 se murió el padre de Bécquer y se ingresó a su hijo en un internado para huérfanos de familias nobles sin recursos económicos. Durante este período compuso con su amigo Narciso Campillo un drama y una novela. En 1847 se murió la madre de Bécquer y él se fue a vivir con su madrina, quien tenía una biblioteca copiosa de la cual disfrutaba el pequeño Gustavo Adolfo. Bécquer se hizo aprendiz de un pintor en 1850 y dos años después continuó sus estudios de pintura en el taller de su tío Joaquín. A los 18 años, en 1854, Bécquer dejó sus estudios de pintura y se trasladó a Madrid. Allí, en 1855, dedicó un poema a una gran figura de la Ilustración española: “A Quintana”; también terminó una fantasía, “Corona de oro.” En 1856 escribió con su amigo García Luna una comedia, La novia y el pantalón. El año después terminó la primera entrega de su Historia de los Templos de España y con García Luna escribió la zarzuela La venta encantada firmándola con el seudónimo Adolfo García. A los 21 años se enfermó de una tuberculosis, tras la cual nunca recobraría por completo su salud. Bécquer publicó muchos de sus escritos en periódicos como El Contemporáneo, El Museo Universal, El Porvenir, La España Artística y Literaria, La Iberia y La Ilustración de Madrid. Para 1858 contrajo una enfermedad grave. Sin embargo, logró publicar “El caudillo de las manos rojas.” Conoció a Julia Espín, de la cual fue un enamorado no correspondido. Luego a Elisa Guillén, quien lo abandonó al poco tiempo. Estas experiencias se ven reflejadas en varias composiciones poéticas.
En 1859 Bécquer terminó un sainete, Las distracciones. El año después se estrenaron Tal para cual y La cruz del valle, y se publicaron algunas de sus “Rimas.” También en 1860 Bécquer comenzó a publicar en El contemporáneo las Cartas literarias a una mujer, dedicadas a otra mujer que no le correspondía. En 1861 Bécquer se casó con Casta Esteban, con quien tuvo dos hijos. Las “Rimas” pueden leerse como la historia de un amor fracasado, desde su inicio hasta el momento en que la arrebatada pasión se convierte en el duro dolor de haber amado. En los años siguientes Bécquer publicó varias de sus rimas y leyendas. Llegó a escribir un total de 86 Rimas, publicadas primero en diversas revistas y luego recopiladas en un manuscrito que se perdió durante la Revolución de 1868. Bécquer volvió a reunirlas en un cuaderno bajo el título El libro de los gorriones, “poesías que recuerdo del libro perdido”. Después de la muerte del poeta una colección de todas las rimas fue publicada por algunos amigos, en 1871. Bécquer pasó tiempos de gran penuria y nunca logró éxito económico en su vida. En 1864 consiguió un puesto como censor de novelas, que ocuparía entre 1864-65 y luego entre 1866-68 y que aliviaría un poco su situación económica. Comenzó a escribir las Cartas desde mi celda en 1864, en el monasterio de Veruela, donde el poeta se había refugiado para reponerse después de otro ataque de tuberculosis. El matrimonio de Bécquer acabó en 1868 cuando el poeta se enteró de la infidelidad de su esposa. Acompañado de sus dos hijos, fue a Toledo a vivir con su hermano. El poeta llegó a ser director de la Ilustración de Madrid en 1870, puesto que ocuparía por poco tiempo. Enfermizo por toda la vida, Gustavo Adolfo Bécquer se murió de la llamada “enfermedad romántica,” la tuberculosis, a la edad de 34 años.
Cronológicamente Bécquer pertenece al período posromántico en España en que dominaba el realismo. Su obra, sin embargo, representa una evolución del movimiento romántico en su país. Sus temas predilectos, el amor, la magia, el exotismo, la Edad Media muestran su entronque con el Romanticismo, pero sus versos carecen del tono rimbombante y del sentimentalismo exagerado generalmente asociados con ese movimiento. En sus 28 “leyendas” se observan varios rasgos románticos, como los temas del amor imposible, la soledad y la miseria, el tono misterioso y el interés en lo sobrenatural, lo exótico y lo costumbrista. El paisaje, que apenas existe en las Rimas, adquiere un énfasis especial en las Leyendas. Pero en ambos géneros, el mundo exterior no existe sino en relación con el alma del autor.