Duelo por Venecia: Tintoretto contra Tiziano

Un hombre tira de unas rebeldes calzas de otro, tumbado en el suelo. La escena tiene un indudable aire cómico, aunque algo no cuadra: nuestros protagonistas lucen halos. ¡Son apóstoles! Detalles como este, presente en El lavatorio (arriba), elevaron en el siglo XVI a Tintoretto al pedestal de “el pintor más atrevido del mundo”.

Tintoretto es material sensible para los comisarios de los museos. Su producción fue descomunal y, como consecuencia de ello, muy irregular. La atribución de piezas no es fácil, sobre todo porque en sus últimos 15 años de vida se reservó el papel de cabeza pensante y delegaba en su taller gran parte de la ejecución. Por no mencionar que muchas de sus piezas permanecen inamovibles en las iglesias y palacios para los que fueron creadas, algunas de medidas colosales.

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Retrato de Jacopo Robusti, apodado Tintoretto.

Retrato de Jacopo Robusti, apodado Tintoretto.

Tintoretto es responsable del que se consideró el mayor lienzo del mundo, II Paradiso, de 7 x 2,2 metros, conservado en el Palazzo Ducale. La ciudad de los canales está literalmente inundada de lienzos de Jacopo Robusti (Venecia 1518-94), apodado Tintoretto por el oficio de tintorero de su padre.

El éxito le llegó casi en la treintena, pero a partir de entonces fue capaz de acaparar encargos a mansalva gracias a la rapidez con que trabajaba. Tintoretto poseía un estilo peculiar que le permitía este ritmo vertiginoso. Sus lienzos parecen dibujados, más que pintados, lo que los expertos llaman “técnica dibujística”. No fueron pocos los que, en su época, se quejaron de que a los tintorettos les faltaba acabado.

Palazzo Ducale de Venecia, donde se encuentra el lienzo Il Paradiso.

Palazzo Ducale de Venecia, donde se encuentra el lienzo Il Paradiso.

Sus puntos fuertes eran la bravura y la imaginación que imprimía a sus composiciones, muchas de ellas escenas religiosas que se apartaban por completo de la iconografía convencional. Vasari, el tratadista por excelencia de la época, le definió como “extravagante, caprichoso, rápido y resuelto, y el cerebro más terrible que jamás haya tenido la pintura”.

Pulso con Tiziano

En la Venecia del Cinquecento no faltaban pinceles con talento: Lorenzo Lotto, Porderone, Sebastiano del Piombo, Bassano, el VeronésY Tiziano, por supuesto, el aplastante dominador del panorama pictórico de la ciudad y quien, ante la desesperación de sus rivales, se negaba a abandonar su trono: vivió más de 85 años, una barbaridad para la época y tiempo suficiente para truncar las aspiraciones de infinidad de artistas.

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La obra de Tintoretto El milagro del esclavo de 1548.

La obra de Tintoretto El milagro del esclavo de 1548.

Tintoretto supo jugar muy bien sus cartas para abrirse paso. Tiziano tenía un talón de Aquiles: su abundante clientela internacional le obligaba a viajar. El joven Jacopo aprovechó una de estas ausencias para conseguir un encargo de cierto nivel y hacerse notar: en 1548 pintó El milagro del esclavo para la Scuola Grande di San Marco, el éxito fue clamoroso y empezaron a aflorar patronos.

Tintoretto aprendió del error ajeno, y en toda su vida apenas abandonó Venecia en un par de ocasiones, solo para desplazarse a las vecinas Padua y Mantua. Tiziano no se rindió fácilmente. Al parecer, actuó en la sombra para que Tintoretto no recibiera encargos y favoreció a otro joven aspirante, el Veronés.

Jacopo Robusti peleó con uñas y dientes y no dudó en emplear las más agresivas técnicas de autopromoción. En la década de 1560, la Scuola di San Rocco sacó a concurso la decoración del techo de la Sala dell’Albergo. Tintoretto no presentó un boceto, sino que pintó la obra y la mandó colocar sigilosamente. La Scuola no pudo más que nombrarle vencedor, aunque con un malévolo castigo: aceptaba las piezas como regalo.

La Scuola di San Rocco tiene importantes pinturas de Tintoretto.

La Scuola di San Rocco tiene importantes pinturas de Tintoretto.

A por el mercado internacional

En 1576, con la muerte de Tiziano a consecuencia de la peste, se inició el reinado absoluto de Tintoretto en la ciudad. En esta época empezó a buscarse una clientela internacional a la que abastecer desde Venecia. La tarea no era fácil, pues los principales mecenas europeos llevaban décadas acostumbrados al estilo de Tiziano. Tuvo éxito con los banqueros alemanes Fugger y con el emperador Rodolfo II.

Los Gonzaga de Mantua le encargaron solo un ciclo pictórico. Y Felipe II, para el que pintó algún lienzo, acabó prefiriendo al Veronés. En sus últimos 15 años de vida, Tintoretto no era un pintor: era una auténtica factoría en la que trabajaban ayudantes externos y algunos de sus ocho hijos, siete fruto de su matrimonio con la hija de un alto cargo de la Scuola di San Marco y una nacida de una aventura con una mujer alemana. Jacopo se reservaba la ejecución de los encargos más importantes y los retoques finales de algunos otros. Su tarea principal era supervisar, dibujar y elaborar bocetos. Fue tanto el material salido de su mente en esta época que, tras su muerte, siguió abasteciendo el negocio familiar.

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