Dorothea Lange se había dado cuenta de que “sólo estaba fotografiando a la gente que me pagaba por ello. Eso me molestaba”. Había estudiado fotografía en Nueva York y en 1918 abría su propio estudio en San Francisco, donde pasó un tiempo centrada en retratos de estudio. Pero ella confiaba en sus instintos y el encargo del Gobierno le permitió sacar el gran talento que llevaba dentro para retratar el alma humana, su gran empatía con las personas que tenía ante su objetivo. Miles de personas obligadas a un éxodo en busca de trabajo a causa del paro, el hambre, la sequía… Aquel proyecto en el que documentó el éxodo de las familias de granjeros nos ha legado auténticos iconos. Vemos el drama marcado en rostros deseperados de personas que vagan por las calles como fantasmas. Pero, a pesar de lo duro de la situación, Dorothea Lange, la fotógrafa del pueblo, confesó que halló el coraje en lugares inesperados: “Si pierdes tu coraje, pierdes lo más valioso que hay en ti, todo lo que te queda para sobrevivir”.
Lange falleció a los 70 años a causa de un cáncer de esófago, el 11 de octubre de 1965, menos de tres meses después de que se abriera la exposición en un museo que ahora guarda muchas de sus imágenes más importantes.