Crisis separatista en Quebec

Días después, miembros de la “célula Chènier” del mismo FLQ secuestró al ministro provincial de Trabajo, Pierre Laporte. La “crisis de octubre”, como la llamaron los canadienses, conmovió tanto a la provincia de Quebec –la comunidad francesa más importante fuera de Francia– como al resto de Canadá.

Los seis millones de canadienses francohablantes (más de un cuarto de la población del país) constituían una minoría que se consideraba con desventajas económicas y sociales. Sin embargo, Quebec había mejorado en esa década. Después de 1960 la provincia había mejorado la educación en francés (antes regulada por la Iglesia católica) y había iniciado programas de bienestar social. Aún así, el manejo de las finanzas y la dirección de las principales empresas seguían en manos anglo-canadienses, por lo cual muchos habitantes de Quebec consideraban que la única salida era la separación.

El FLQ recurrió a la violencia: colocó bombas en los buzones de Montreal, lanzó bombas Molotov contra instalaciones militares y comenzó con los secuestros extorsivos.

Los secuestros de 1970 marcaron un gran desafío al primer ministro canadiense, Pierre Trudeau, también franco-canadiense, quien tenía temor de ser considerado erróneamente como un partidario moderado del FLQ si actuaba en forma demasiado blanda. Así que envió el ejército a Quebec y declaró la “ley de medidas de guerra”, que permitió que se realizaran allanamientos y detenciones masivas para encontrar al grupo que había secuestrado a Cross y Laporte; muchas personas fueron detenidas y casi quinientas personas fueron encarceladas sin juicio previo.

El 17 de octubre, siete días después de su desaparición, el cuerpo de Laporte fue encontrado en el baúl de un auto cerca del aeropuerto Saint-Hubert Longueuil, de Montreal. Posteriormente sus secuestradores (Francis Simard, Paul Rose, Jacques Rose y Bernard Lortie) fueron capturados, juzgados por su asesinato y sentenciados a condenas que iban de 20 años a cadena perpetua en 1971. Se les concedió la libertad condicional en 1982.

La policía logró encontrar y liberar a James Cross a principios de diciembre. A cambio de su liberación los secuestradores pidieron poder salir del país, hacia Cuba. El gobierno provincial decidió aceptar, y así fue como Cross salvó su vida.

La “crisis de octubre” fue el primer eslabón de una cadena de cambios que, muy lentamente y con menos violencia, se fueron produciendo en la población francoparlante de Quebec. Años después, en 1976, el Parti Québecois (PQ) ganó 71 de los 110 escaños en la asamblea provincial de Quebec, en lo que constituyó la primera victoria de un partido separatista canadiense. Si este nuevo gobierno provincial llegaba a poner en práctica sus ideas secesionistas, todo el comercio del país sería afectado.

Sin embargo, el PQ era de un perfil mucho más moderado (sobre todo en sus métodos, que desaprobaban oficialmente) que el FLQ. El primer ministro provincial René Lévesque, que en 1968 había sido uno de los fundadores del partido, intentó ser conciliador. Su partido había ganado las elecciones provinciales venciendo a liberales y a conservadores, trazando una estrategia que minimizaba la cuestión separatista y se enfocaba en los errores económicos de la gestión anterior del gobierno liberal, a pesar de que los liberales habían tenido su perfil nacionalista-regionalista aumentando su autonomía en algunas cuestiones legales y económicas, y habían declarado al francés como el idioma oficial de la provincia, luego de lo cual Pierre Trudeau promovió el bilingüismo en Canadá.

Pero el PQ no se conformó con eso. Argumentó que el menor poderío económico de la provincia era la prueba de la mayoría “inglesa” de Canadá, y que nunca concederían a los franco-canadienses una plena igualdad. Al advertir la erosión de la cultura francesa en un país de predominio inglés, el gobierno de Lévesque convenció a los quebequeses de que la provincia debía ser “dueña de su propia casa”.

Sin embargo, cuando finalmente en 1980 se celebró un referéndum sobre la independencia, la mayoría, temerosa de asumir los riesgos económicos que podría implicar la secesión, dijo “no”.

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