Cuanto vamos a contar parece extraído del argumento de una película de amor e intriga. Mas fue totalmente verdad. Y tuvo como protagonista a un actor internacional, el británico Leslie Howard, enamorado de una bellísima actriz española que destacó en el Hollywood de los años 30 del pasado siglo la donostiarra Conchita Montenegro. Tía carnal, por cierto, del muy celebrado Jimmy Giménez-Arnau. Se cumple este año los setenta y seis del estreno de Lo que el viento se llevó, película considerada como una de las más taquilleras en la historia del cine. Constantemente la programan aún las televisiones. Su largo metraje no es obstáculo para que los espectadores se sigan interesando por un filme de contenido épico-histórico-romántico ambientado en el sur de los Estados Unidos con el trasfondo de la guerra de Secesión. El argumento gira alrededor de una apasionada y caprichosa Escarlata O (Vivien Leigh) empeñada en casarse con su primo Ashley Wilkes (Leslie Howard) aunque finalmente se desposará con el impulsivo Rhett Butler (Clark Gable).
Leslie Howard gozó de una celebridad universal tras exhibirse en medio mundo Lo que el viento se llevó. Galán asimismo de otras cintas destacadas como La Pimpinela Escarlata e Intermezzo. Nacido en Londres en 1893 desarrolló buena parte de su carrera cinematográfica en Hollywood, donde conoció a la española Conchita Montenegro, que fue su amante durante largo tiempo, aunque sus relaciones no fueran seguidas, consecuencia de los desplazamientos periódicos que realizaba a causa de su trabajo el muy solicitado galán inglés. Se hubieran, quizás, casado pero Leslie tenía mujer y dos hijos y nunca estuvo en sus planes divorciarse, aunque adoraba a nuestra compatriota y ella hubiera estado dispuesta a seguirlo a cualquier parte.
Conchita Andrés Picado había adoptado el sobrenombre artístico reservando su nombre y añadiéndole el apellido Montenegro. Nacida en San Sebastián en 1911, se dedicó al baile. Corista en París, donde se desnudaba en el escenario, pasó por el triste trance de un aborto, al quedarse, con quince años de edad, embarazada de un bailarín. Recurrió a los servicios de una comadrona rumana, que cometió tal desaguisado, dejando a la joven sin poder ya engendrar un hijo. Conchita llegó al cine de la mano del marqués de Santo Floro, que la descubrió para su película Sortilegio. Rodaría en la capital francesa La mujer y el pelele, argumento varias veces llevado a la pantalla, y Rosa de Madrid, ya en esta ciudad. En 1930 tuvo una golosa oferta para irse a Los Ángeles, donde la emparejaron con Ramón Novarro en Sevilla de mis amores.
Conoció en Hollywood a Charles Chaplin, Greta Garbo, Douglas Fairbanks, Carole Lombard, Adolphe Menjou, Mirna Loy… Toda la crema del cine mundial. Hizo unas pruebas con Clark Gable, consistente en una escena amorosa, y el galán se aprovechó de la neófita a la hora de besarla, recibiendo de Conchita la respuesta adecuada no prevista en el guión: una sonora bofetada. Tuvo Conchita Montenegro amores en Hollywood. El más duradero con Leslie Howard. Cuando, en principio, la vida de uno y otro los separó, quedaron rescoldos que el tiempo iba a remover cuando se reencontraron en Madrid el año 1943. Para entonces, Conchita mantenía relaciones con un diplomático, el aragonés Ricardo Giménez-Arnau, culto y atractivo personaje con quien finalmente ella contrajo matrimonio (el segundo de su vida, pues antes había estado casada con un actor brasileño, del que enviudó).
Antes de celebrar esas segundas nupcias, Leslie Howard aterrizó en Madrid en misión secreta como espía del Gobierno inglés. Winston Churchill le había urgido a entrevistarse con Francisco Franco con el fin de asegurarse de que el Jefe del Estado español debiera abandonar su posición de “no beligerancia” durante la II Guerra Mundial adoptando la neutralidad. A cambio los ingleses apoyarían su régimen para que fuera reconocido internacionalmente. Eran tiempos muy difíciles y complicados. En la capital española abundaban capitostes alemanes, espías nazis y la embajada inglesa maniobraba asimismo por sus intereses. Lo complicado en la misión del actor Leslie Howard en esas tareas de espionaje por su acendrado espíritu militar en pro de Gran Bretaña y el deseo de paz en el conflicto en el que ardía Europa, era ser recibido por Franco. Y recurrió, aparte de estar asesorado por diplomáticos ingleses, a Conchita Montenegro, en la creencia de que su antigua amante era la prometida de alguien muy bien relacionado con el Poder, el ya mencionado Ricardo Giménez-Arnáu.
Leslie y Conchita se vieron en aquel Madrid gris de la potsguerra, en el exclusivo hotel Ritz, e incluso en casa de ella, sin llegar a encamarse, como tantas veces habían hecho en Hollywood. Conchita Montenegro pidió a Ricardo, su prometido, que gestionara un encuentro entre Leslie Howard y Franco. Lo consiguió, aunque Giménez-Arnau no dejara de estar un poco “mosca” por el favor que le pedía ella para su antiguo amante. El caso es que el Generalísimo recibió en el Palacio de El Pardo al actor de Lo que el viento se llevó, película que le había complacido. De aquella audiencia el actor británico salió muy contento. Misión cumplida, se diría. Realizadas otras gestiones, Leslie se despidió de Conchita tomando una copa en el bar del hotel Ritz. Se despidieron cariñosamente. Sin pensar que aquel adiós iba a ser el definitivo. Era el 1 de junio de 1943 cuando Leslie Howard tomó el vuelo 777 de la compañía BOAC, un DC-3 bautizado como “Ibis” que, desde Madrid tomó rumbo hacia Londres. Nunca llegaría a su destino. Al sobrevolar el Golfo de Vizcaya, a la altura de las costas gallegas de Cedeira, la conocida localidad famosa por sus deliciosos percebes, cinco aparatos alemanes de la Lufwaffe al servicio de los nazis abatieron al avión británico, que cayó a las aguas con el resultado de toda la tripulación y el pasaje sin vida. Se especuló con la versión de que el espionaje germano creía que en esa nave viajaba Churchill.
Fuera o no cierto, Leslie Howard llevaba algún tiempo siendo objetivo de los nazis. Y con él se cobraron un enemigo, a costa de asesinar también a unos viajeros ajenos a esas intrigas. Conchita Montenegro se enteró poco después del accidente aéreo a través de la radio. Se encontraba probándose los vestidos que iba a lucir en su inmediata película, Ídolos. No se podía creer la luctuosa noticia. Y llevándose las manos a su rostro comenzó a sollozar. Leslie Howard había sido en el cercano pasado su gran amor.
Nota originalmente publicada en el sitio: https://www.libertaddigital.com/