Un año antes, las noticias de que los soldados del general Jacques Massu (general de paracaidistas francés que había sido héroe en la Segunda Guerra Mundial y que fue enviado a luchar contra el FLN) torturaban sistemáticamente a los prisioneros produjeron gran conmoción en Francia, y no precisamente de modo favorable.
En febrero, bombarderos franceses atacaron al FLN a través de la frontera tunecina, pero en el operativo mataron a ochenta civiles. Eso generó una condena e indignación generalizadas. La opinión pública empezó a oponerse a esta guerra que consideraba motivada por mantener privilegios coloniales.
El primer ministro Pierre Pfilmlin intentó una negociación, pero los “colonos” argelinos (no independentistas) y sus aliados militares preferían renunciar a la Cuarta República de Francia antes que abandonar Argelia.
Durante el mes de mayo de 1958 los colonos organizaron importantes movilizaciones callejeras, y asaltaron la sede gubernamental argelina pidiendo el retorno de Charles de Gaulle al gobierno; el general Massu se puso al frente de ellos y se sumó a ese pedido. En París, al ver que se avecinaba una posible guerra civil por las tensiones entre el gobierno central, desunido y desorganizado, y un grupo de ultraderecha, pro-colonos de Argelia, denominado Organisation de L’Armée Secrete (OAS) que exigía la represión lisa y llana del movimiento independentista argelino, y con serios desequilibrios financieros derivados de tal situación, el presidente René Coty consintió en llamar a Charles de Gaulle, otorgándole el puesto de Primer Ministro. Charles de Gaulle aceptó con la condición de que le fuera permitido gobernar por decreto durante seis meses (suena conocido, no?) y redactar una nueva Constitución. El general se desplazó hasta Argel en junio de ese mismo año, fue recibido con gran júbilo por los argelinos, les aseguró que comprendía su situación y se comprometió a trabajar al respecto. Entonces, curiosamente y aunque supuestamente había vuelto al poder para preservar la dominación francesa de Argelia, fue el general de Gaulle quien puso en marcha el proceso de independencia de aquel país.
Privadamente, de Gaulle tenía claro que el colonialismo estaba terminado. De hecho, la Constitución que redactó para la Quinta República concedía a las colonias francesas el derecho a obtener la independencia. Asimismo reforzaba el Poder Ejecutivo (se preparaba el terreno, quizás…), poniendo fin a la prolongadísima inestabillidad que había hecho que Francia tuviera 26 gobiernos en 14 años. Las votaciones generales ratificaron el documento casi por completo (solo Guinea eligió separarse de Francia) y eligieron presidente a Charles de Gaulle.
De Gaulle había empezado a hablar de la autodeterminación de Argelia a poco de asumir, pero debía asociar sus primeros gestos de pacificación con señales que a su vez calmaran al ejército, a los derechistas siempre belicosos y a los colonos, a los que a esta altura nada les venía bien y no confiaban en nadie. En estos términos, de Gaulle no la tenía fácil. Pero mal no le fue.
Finalmente, tras una sangrienta guerra (con guerrillas, atentados y todo lo imaginable de las guerras “no convencionales”…) Argelia se independiza en julio de 1962, poniendo punto final al problema más sangrante del Gobierno de de Gaulle. Y dicha independencia trajo como consecuencia un giro radical en la política exterior francesa, que abandona veleidades coloniales pretéritas y centra sus miras en la construcción europea.