José Raúl Capablanca nació en La Habana en 1888. Aprendió a jugar al ajedrez a los 4 años, y a los 13 ya había derrotado al campeón cubano, Juan Corzo. En 1905 se mudó a New York para asistir a la Universidad de Columbia, que finalmente abandonó para concentrarse en el ajedrez, realizando exhibiciones en partidas simultáneas por todo EEUU; su éxito en estas exhibiciones lo llevó a jugar un partido contra el campeón de EEUU, Frank Marshall, a quien derrotó claramente en 1909. En 1911 fue invitado a su primer gran torneo internacional en San Sebastián, España, produciendo una conmoción mundial al ganar el torneo, en el que participaban los mejores jugadores del mundo excepto el alemán Emanuel Lasker, por entonces campeón mundial. Esta resonante victoria lo posicionó para desafiar al campeón, pero Lasker y Capablanca no se pusieron de acuerdo sobre los términos del match, por lo cual el partido no se jugó. Mientras tanto, Capablanca seguía ganando torneos importantes entre 1911 y 1914.
Alexander Alekhine (Alexander Aleksandrovich Aliojin, tal era su verdadero nombre), nació en 1892 en Moscú; su familia, de la nobleza rusa, era dueña de propiedades rurales y negocios textiles. El propio zar Nicolás II le concedió a Alekhine la distinción de “gran maestro” en ajedrez y lo condecoró como capitán de reserva en sus ejércitos en 1914. Ese mismo año, mientras jugaba y ganaba el torneo de Mannheim, Alemania, estalló la Primera Guerra Mundial. Alekhine fue llevado a un campo de concentración, aunque luego fue liberado y pudo volver a Rusia. La revolución bolchevique de 1917 y la guerra civil arrebataron las propiedades de la familia de Alekhine; Alexander huyó de Rusia en 1920, supuestamente con la ayuda de una delegada suiza del Komintern, una periodista llamada Ann Rüegg que fue, por breve tiempo, su primera esposa. Lo cierto es que 1921 encuentra a Alekhine ya afincado en Francia, revalidando su título de abogado en La Sorbonne (aunque nunca ejerció) y retomando su campaña ajedrecística exitosamente.
Terminada la guerra, Capablanca seguía arrasando en cuanto torneo jugaba, y entre 1916 y 1924 no perdió ni una sola partida en el ámbito de un torneo; su record de 40 victorias y 23 empates (“tablas”) durante este período es único. Y así, finalmente Capablanca y Lasker acordaron los términos para jugar por el título del Campeonato del Mundo.
El match Lasker-Capablanca se jugó en 1921 en La Habana, Cuba. El match finalizaría cuando un jugador alcanzara las 6 victorias; sin embargo, Lasker renunció al match después del juego 14. A esa altura del match Capablanca había ganado 4 juegos y habían hecho tablas en 10. Así, Capablanca fue el primer campeón mundial en la historia en ganar el título sin perder un solo juego en el match.
Como campeón, Capablanca siguió siendo muy activo, ganando torneo tras torneo sin perder ninguna partida, hasta que recién en 1924 sufrió su primera derrota en un torneo en un lapso de 8 años, obteniendo el segundo lugar detrás de Lasker en el torneo de New York. Durante ese año, mientras Capablanca despojaba a Lasker del título mundial en La Habana, Alekhine triunfaba en los magistrales de Budapest y La Haya, y su primer encuentro con el cubano (que terminó en tablas) se daría en la temporada siguiente en Londres: un torneo ganado por Capablanca, con Alekhine ocupando el segundo lugar. Alekhine se consolidó a partir de allí como retador obligado y como uno de los más formidables ajedrecistas de ataque de la historia.
Se acordó que Capablanca y Alekhine jugaran por el título mundial en septiembre de 1927; el match se llevaría a cabo en Buenos Aires. El mismo año, antes del match, se jugó el torneo de New York, que ganó Capablanca y en el que Alekhine fue segundo.
Antes del match Capablanca-Alekhine el mundo del ajedrez pensaba que Alekhine tenía pocas posibilidades de derrotar a Capablanca, ya que nunca lo había vencido hasta entonces. En aquella época las reglas las fijaba el campeón, y se decidió que el ganador sería el primero que llegara a los seis triunfos. Capablanca tenía motivos para sentirse confiado, ya que su record personal sobre Alekhine era de 5 victorias y 7 tablas, sin derrotas.
En Argentina existía una abierta simpatía y adhesión hacia Capablanca; sentían afinidad con ese hombre audaz, brillante, dominante, seguro, galante, mujeriego, cordial, gracioso, amigo de la charla y de gastar la noche relajado y divertido. Esa personalidad abierta y carismática se instalaba en las noches porteñas con sus visitas a los teatros y a los billares, sus paseos junto a la actriz Consuelo Velázquez y sus cenas y sobremesas en los restaurantes.
Su rival tenía otro perfil. “No imagino cómo podré ganarle seis partidas a semejante monstruo; sin embargo, aún menos me imagino como hará él para ganarme a mí”, ironizaba Alekhine antes del match. Ambos jugadores recibieron al presidente Marcelo T. de Alvear para el sorteo, en vísperas del primer juego. Y comenzó el match.
La primera partida ya ofreció una sorpresa, ya que Alekhine, con piezas negras, le ganó por primera vez en su vida a Capablanca. Éste se repuso en las partidas 3 y 7, Alekhine volvió a ganar en la 11 y 12, siguió una serie de ocho empates, Alekhine ganó el juego 21 y se puso 4-2. Luego siguieron otras siete tablas, Capablanca ganó la 29a. partida (3-4), Alekhine volvió a ganar en la 32a. (5-3) y terminaron tablas en la siguiente partida.
El 29 de noviembre de 1927, Alekhine ingresó al salón del Club Argentino de Ajedrez y le entregó al árbitro Carlos Querencio su jugada secreta. Era la reanudación de la 34a partida del match. Pero Capablanca, que había suspendido en una posición casi desesperante, no se presentó. El ruso-francés recibió la carta firmada por su oponente:
“Estimado Dr. Alekhine: abandono la partida. Es usted, pues, el campeón del mundo y le felicito por su éxito. Mis cumplidos a madame Alekhine.
Cordialmente suyo, José Raúl Capablanca”.
Punto final a casi dos meses y medio de uno de los encuentros más apasionantes y prolongados que se recuerden en la historia del ajedrez. En las instalaciones del Club Argentino de Ajedrez se encuentran aún hoy la mesa, los trebejos, los sillones y el reloj que Capablanca y Alekhine utilizaron desde el 16 de septiembre hasta el último juego, y también la famosa carta. Casi todo el match se desarrolló en el Club Argentino (que por entonces quedaba en Carlos Pellegrini 449), a excepción de las partidas 4 y 16, que se jugaron en el Jockey Club.
Después de perder el título, Capablanca intentó negociar una revancha con Alekhine, quien inmediatamente aceptó jugarlo en idénticas condiciones. Sin embargo esa revancha nunca se materializó, inicialmente debido a la dificultad para recaudar los fondos apropiados (era la época de la Gran Depresión en los Estados Unidos) pero luego también porque Alekhine iba cambiando de parecer y eludía reencontrarse con Capablanca, ansioso por la revancha. Debido a esto, la relación de Capablanca y Alekhine se volvió áspera, generándose una creciente enemistad entre ellos. Aunque volvieron a enfrentarse en algunos torneos (Capablanca ganó en Nottingham en 1936 y Alekhine en Holanda en 1938), en aquellas partidas ni siquiera se hablaban y el árbitro tenía que interceder para comunicar los mensajes entre uno y otro. Alekhine nunca le concedió a Capablanca la revancha por el título. La tirantez entre ambos siguió creciendo; finalmente, rara vez coincidían en los mismos torneos y, finalmente, en ninguno. Alekhine eludió la revancha con variadas excusas. Como ejemplo de ello, en 1929 exigió una bolsa de 10 mil dólares; cuando se consiguió el dinero, sobrevino el crack de Wall Street y Alekhine dijo entonces que ese dinero se había “depreciado” y lo quería en valor oro. Nada le venía bien.
Después de resignar el título en Buenos Aires, Capablanca siguió jugando en alto nivel: entre 1928 y 1931 venció en siete de diez grandes torneos y quedó segundo en los otros tres, totalizando 67 victorias y apenas 4 derrotas. Se tomó un descanso del ajedrez en 1931, volvió a jugar en 1934, ganó varios torneos, hizo un último intento para disputar el match por el título, pero Alekhine rechazó la oferta. Alekhine, en cambio, defendió dos veces la corona mundial en 1929 y en 1934 ante Efin Bogolíubov, un rival menos peligroso.
En 1935, Alekhine perdió el título ante el maestro holandés Max Euwe. Por entonces Alekhine ya se excedía frecuentemente en el consumo de alcohol, al extremo de presentarse a varias partidas del match realmente ebrio, según relata el propio Euwe. Luego de perder el título Alekhine dejó el alcohol y decidió encarar una preparación estricta a fin de recuperar el título mundial. Esta decisión dio resultado, ya que Alekhine recuperó el título derrotando a Euwe en 1937.
Alekhine se mantuvo como animador constante de los grandes torneos y retornó a Buenos Aires en 1939 para el Torneo de las Naciones (luego denominado 8° Olimpíada) como líder del equipo de Francia. En tiempos de aquel torneo comenzó la Segunda Guerra Mundial; Alekhine retornó a Francia, donde se enroló como oficial de Sanidad en las fuerzas francesas. Y sobrevino el período más oscuro de su vida.
Las competencias de ajedrez quedaron suspendidas por la guerra; sin embargo, los nazis promovieron algunos torneos en los que Alekhine aceptó participar, por lo que fue tildado de colaboracionista. Ganó en Munich, Salzburgo, Praga y Varsovia. Jugaría torneos bajo la bandera del III Reich a cambio de la restitución del castillo de Saint-Aubin-le Cauf a su esposa, la estadounidense Grace Wisham, y la entrega de un visado para que ella regresara a Estados Unidos. Alekhine parecía cercano a los nazis, y entre otras cosas, se le atribuyen textos antisemitas; Alekhine negaría afinidad con los nazis, pero admitió aquellos textos aunque manifestó que habían sido modificados por la Gestapo y se justificó diciendo: “durante la ocupación cedí a los chantajes con la esperanza de obtener la visa para mi esposa. Me exigieron jugar y lo hice porque era el único modo de seguir con vida y garantizar la libertad de mi esposa”. En esos términos, aceptó un acuerdo que incluía una autorización para trasladarse por España y Portugal (países bajo dictaduras) para participar en torneos poco relevantes. La España de Franco lo recibió en 1944, pero Alekhine estaba cuesta abajo: insomnio, úlcera y tensiones nerviosas habían deteriorado mucho su salud. Llegó a Portugal, un país que bajo la dictadura de António de Olivera Salazar y su temible Policía de Investigaciones (PIDE) podía ser refugio en caso de que, como se rumoreaba, los sobrevivientes de la resistencia francesa lo buscaran para vengarse.
José Capablanca falleció el 8 de marzo de 1942. La noche anterior se encontraba en el Club de Ajedrez de Manhattan en New York, reunido con amigos. Repentinamente se puso de pie, dijo “ayúdenme a quitar el abrigo…”, y se desplomó. Fue trasladado al hospital Mount Sinai donde falleció en la madrugada, a los 53 años de edad. La causa directa de su muerte fue una hemorragia cerebral, consecuencia de su hipertensión arterial. El mundo del ajedrez se conmovió, los grandes maestros más importantes de la época, incluyendo a Alekhine, expresaron su dolor y consternación, y lo calificaron como el jugador de ajedrez más grande de todos los tiempos. Fue sepultado con honores en La Habana. “Nunca antes hubo ni volverá a existir un genio igual”, lo elogió Alekhine.
Alexander Alekhine falleció el 24 de marzo de 1946 en Estoril, Portugal; fue encontrado sin vida en la habitación de su hotel, a los 54 años de edad. La versión inicial sobre su muerte fue “intoxicación”; la segunda, que se atragantó con un pedazo de carne; la tercera, que fue asesinado por orden de Stalin; la cuarta, que fue muerto por los nazis, con quienes coqueteó pero de quienes finalmente huyó; la quinta, que fue un suicidio; la sexta, que sufrió un infarto. Fue el único campeón del mundo de la historia que se llevó su título a la tumba. Un mes después de su muerte, su esposa reclamó el cuerpo y fue enterrado en París.
Capablanca fue un adelantado a su tiempo y creó una aureola de casi invencible, porque su profunda comprensión de la estrategia era muy superior a lo que se sabía hasta entonces. Sus mejores partidas son un paradigma de la sencillez de los genios: hacía parecer fácil lo que en realidad era muy difícil. Alekhine era original y sorprendente. Dominaba todos los rincones del tablero, armaba emboscadas constantemente y sus rivales no podían resistir su talento para el juego dinámico de todo el tablero. Llegó a tener partidas en las que ninguna pieza del rival podía moverse sin provocar un colapso para la posición; esa situación se conoce como “zugzwang” (en alemán) o “movicide” (en inglés), términos que significan algo así como “la desfavorable obligación de moverse”.
Tanto Capablanca como Alekhine son considerados los máximos referentes de los estilos de representan; de un jugador posicional y sereno se dice “juega como Capablanca”, y del atacante agresivo se dice “juega como Alekhine”. Capablanca es recordado como el genio natural más grande que ha dado el ajedrez; lo llamaban tanto “el Mozart del ajedrez” como “la máquina de jugar ajedrez”. Comprendía cada posición antes que nadie y de forma casi infalible. Su juego lúcido y metódico era admirado en todo el mundo y por todos sus pares. Fuera del tablero, Capablanca era un tipo encantador y le caía bien a todo el mundo. Cuba lo nombró agregado diplomático, y vaya si aprovechó el cargo para viajar y disfrutar la vida a su manera. Alekhine era lo opuesto a Capablanca en muchos aspectos. Sus partidas eran salvajes, barrocas, complejas, siempre agregaban algo nuevo. Su estilo abrumaba a sus oponentes, que muchas veces se sentían amedrentados. A diferencia de Capablanca, era todo menos encantador, y tampoco le importaba demasiado serlo. Tenía un carácter difícil, era ególatra, soberbio y caprichoso. Ambos dejaron una huella más que nítida en casi todos sus sucesores; el estilo de Capablanca ha sido modelo de genios del ajedrez como Boris Spassky y Anatoli Karpov; el estilo de Alekhine fue inspirador de otros genios como Garry Kasparov y Bobby Fischer.
“He conocido a muchos jugadores de ajedrez, pero entre ellos sólo ha habido un genio: Capablanca.”. (Emanuel Lasker)
“Alekhine es un artista. La planificación profunda, la clarividencia en el cálculo y una imaginación inagotable son sus rasgos característicos”. (Mikhail Botvinik)
Alexander Alekhine disputó 2359 partidas oficiales. Ganó el 57%, hizo tablas en el 27% y perdió el 16%. Con piezas blancas su porcentaje de triunfos fue 58%, con negras 55%. Alcanzó un ELO de 2690.
José Capablanca disputó 2725 partidas oficiales. Ganó el 51%, hizo tablas en el 33% y perdió el 16%. Con piezas blancas su porcentaje de triunfos fue 54%, con negras 46%. Alcanzó un ELO de 2725.
“Contra Capablanca era imposible ganar; contra Alekhine era imposible jugar”. (Paul Keres, gran maestro soviético)