Crecí escuchando american folk songs cantado por una jovencita con espléndida voz de soprano, dotada de un vibrato que le daba una especial emotividad a esas canciones, que tenían como misión conmover a una sociedad que iniciaba una larga lucha por derechos sociales (recordemos que en Estados Unidos aún existían estados donde la gente de color debía viajar separada de los blancos, y NO había integración en los colegios).
Esta actitud era un emergente en el seno de la familia Báez. El abuelo de Joan, Alberto Báez se había convertido en pastor metodista, dejando atrás sus ancestros católicos. Abandonó México y se instaló en Estados Unidos, donde su hijo Albert (padre de Joan) estudió física y matemáticas. Cuando a Albert se le propuso trabajar en el Proyecto Manhattan, para elaborar la bomba atómica, éste rechazó el trabajo por sus convicciones pacifistas.
Debido al trabajo de su padre en la UNESCO, la familia recorrió el mundo, viviendo en Inglaterra, Francia, Suiza, España e Iraq. Desde joven se involucró en la lucha por los derechos civiles, y la no violencia.
Mientras su padre trabajaba en el MIT, Joan Báez ingresó a la Universidad de Boston. No se dedicó mucho tiempo al estudio, ya que prontamente fue contratada para cantar en distintos bares.
Su carrera profesional comienza en 1959 al cantar en el Festival de Folk de Newport. En ese entonces la llamaban Madonna.
Asistió al renacimiento del folk americano, que ya incluía algunas canciones de protesta, como las compuestas por Joe Hill a principios del siglo XX. En la década del ’60 conoció a un joven Bob Dylan, a quien asistió a lanzar su carrera y con quien mantuvo una larga y oscilante relación sentimental.
En 1968 participó del festival Woodstock, que la hizo mundialmente conocida. Un años antes había sido apresada dos veces, por obstaculizar la entrada al centro de reclutamiento de Oakland. Pasó un mes en prisión.
Su versión de “We Shall Overcome”, fue un himno de los derechos civiles cantado durante la Marcha sobre Washington, organizada por Martin Luther King, oportunidad en que recitó su famoso discurso “I have a dream”.
En los ’70 organizó el Concierto para Bangladesh, en el Madison Square Garden por la represión de los estudiantes bengalíes por el ejército pakistaní.
En 1973 visitó Hanoi en Vietnam del Norte.
En 1983 participó en el Concierto Live Aid de Filadelfia y en el ’89 asistió a Vaclav Havel en su lucha contra el gobierno soviético. Durante su actuación en “Canta 77” en Praga le fue cortado el sonido por sus declaraciones a favor de grupos disidentes pro derechos humanos. A pesar del boicot, Joan siguió cantando a capella. El mismo Havel citó a Báez como una inspiradora para llevar adelante la Revolución de Terciopelo. Años más tarde, siendo Havel presidente de Checoslovaquia, cantó en el edificio Lucerna de Praga, construido por un abuelo de Havel.
En 1993 viajó a Bosnia patrocinada por la Fundación Soros y tocó en Sarajevo, a fin de recaudar fondos por la Asociación de Refugiados Internacionales.
Ese mismo año tocó en la antigua prisión de Alcatraz en beneficio de la Fundación Bread and Roses de su hermana, Mini.
Su participación en la formación de Amnesty International fue muy activa y la llevó a fundar Humanitas International, que lucha a favor de los derechos humanos sean estos alterados por regímenes democráticos o totalitarios, de origen fascista o comunista, por igual.
En 1981 recorrió Chile, Brasil y Argentina, pero se le impidió cantar por miedo a sus críticas por la violación de los derechos humanos.
En los ’90 apoyo a National Gay and Lesbian Taskforce, y en el 2003 protestó contra la invasión de Iraq y apoyó la integración de inmigrantes centroamericanos en California, en la oportunidad cantó “Gracias a la vida”, en español.
En el 2011 cantó en los funerales de Steve Jobs, del que había sido pareja en los años ’80.
Poco antes de morir, Jobs visitó a Joan Báez.