Camille Claudel, un talento entre las sombras

Hay pocas vidas más trágicas que la de la escultora francesa Camille Claudel. Al menos, ese es el enfoque desde el que una y otra vez se ha escrito su biografía, jamás eludiendo la tormentosa relación entre la joven escultora y su maestro, Auguste Rodin, y siempre señalando el dramático desenlace con Claudel descendiendo a la locura y terminando internada por treinta años en un manicomio.

Nada de esto está exagerado, pero es injusto pensar que la vida de Claudel simplemente se redujo a esos momentos oscuros y escandalosos. Entre todo esto, viendo la simpleza y la ironía con la que escribía en sus papeles personales y la forma en la que bromeaba con ser “la mejor artista viva”, uno podría llegar a pensar que Claudel, incluso, fue feliz. Así todo, objetivamente, en su vida no faltaron las dificultades. Gran artista o no, desde el primer momento que mostró tener talento para la escultura, tuvo que sortear la dificultad de ser mujer en un ambiente netamente masculino. Por fortuna, esto no era nada que una familia bien conectada no pudiera resolver en ese momento. Al no aceptar mujeres el famoso École de Beaux Arts, Alfred Boucher, escultor amigo de la familia Claudel, les sugirió el traslado de Camille a París para que se educara en l’Académie de la Grande Chaumière. Ella se mudó en 1882 a un atelier en el que vivía con otras escultoras – entre ellas, Jessie Lipscomb – y Boucher pasaba a verlas de vez en cuando para ayudarlas con sus piezas. Al poco tiempo, sin embargo, Boucher partió a Italia luego de ganar el premio del Salón y dejó a todos sus alumnos a cargo de su amigo Auguste Rodin.

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Camille Claudel en su estudio.
Camille Claudel en su estudio.

 

Así, casi por casualidad, la relación entre Rodin y Claudel empezó y se afianzó aún más cuando ella entró a trabajar como su asistente en 1884. En un principio, a pesar de lo clandestino y de la marcada diferencia de edad (19 ella, 43 él), no podría decirse que la relación fuera especialmente terrible y se suele señalar la importancia que ésta tuvo a la hora de hacer avanzar la carrera de Claudel. Es claro que, por más enfermiza que pudiera resultar, entre ellos había amor y mutua apreciación incluso a nivel laboral, al punto que en algunas piezas es muy difícil separar y distinguir donde termina el trabajo de uno y donde comienza el del otro. En cuanto a la influencia de Claudel sobre Rodin, en paralelo a su propio trabajo ella realizó muchísimos detalles para las obras de gran tamaño de su maestro, como Los burgueses de Calais (hecha entre 1884 y 1889) o, notablemente, La Puerta del Infierno (realizada entre 1880 y 1917). Ella claramente aprendió y se inspiró muchísimo en sus técnicas y, lejos de imitarlo, en muchos casos las profundizó y las llevó a extremos a los que Rodin nunca se atrevió a ir, algo evidente en obras naturalistas de gran expresividad y modernidad como Tête de vielliard (ca. 1890) o Clotho (1893). Rodin, por su parte, no se quedó atrás y tomó mucho, quizás demasiado, de Claudel. Ella misma reconoció en cartas a sus amigos que su maestro copió o, incluso, se apropió de su trabajo y lo presentó como propio.

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A nivel personal, por supuesto, la situación era más complicada y la naturaleza de la relación era desgastante. Rodin tenía otra relación con quien sería su mujer, su ex modelo Rose Beuret, pero Claudel lo satisfacía además a nivel intelectual, por lo que no se encontraba dispuesto a dejar ir a ninguna de las dos. Claudel aceptó la situación, pero hay amplia evidencia de que no estaba en una posición que le ofreciera mucha flexibilidad, especialmente porque luego de la muerte de su padre comenzó a depender económicamente de Rodin. Esta presencia tan absoluta sobre su vida, aunque tenía sus ventajas, condenó a Claudel a una vida a la sombra del gran maestro.

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Cuanto menos, una breve comparación los múltiples retratos de Claudel que Rodin hizo en su vida, con el único que ella llegó a realizar de su amante es prueba suficiente de sus reservas. Para quien quiera seguir la línea más dramática de esta historia, basta echar un vistazo a la obra más famosa de Claudel, La edad madura (concebida alrededor de 1895). En ella se contempla la desgarradora imagen de un hombre mayor siendo arrancado por una vieja de los brazos de una jovencita, algo que más allá del concepto universal que pueda estar exhibiendo, obviamente tenía fuertes connotaciones autobiográficas.

Alrededor de este período, luego de un aborto y de incontables promesas incumplidas, Claudel finalmente tomó la decisión de abrirse camino hacia la independencia y se alejó de Rodin. Esta separación obviamente fue complicada y nunca llegó a concretarse en su totalidad, pero aunque muchos pensarían que lo que siguió fue desastroso, la realidad fue menos cruel. Sí, Claudel tuvo problemas en tanto que no consiguió apoyo estatal para realizar sus grandes obras, muchas veces criticadas por su alto contenido erótico, pero por otra parte realizó varios encargos privados para mecenas como Mathias Norhardt, León Gauchez, la familia Rotschild, la condesa de Maigret y, notablemente, el Capitán Tissier, quien encargó el gran bronce de La edad madura en 1902. En estos años, además, imposibilitada de realizar estatuas de gran formato, Claudel se adelantó al Art Nouveau y empezó a desarrollar pequeñas esculturas decorativas o de interior en mármol de ónix, un material muy típico de esta incipiente corriente artística.

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Aunque pareciera que las cosas iban medianamente bien, para inicios del siglo XX, la estrella de Claudel se empezó a apagar, si bien se encontraba lejos todavía del final de su vida. Sumado a la censura y las dificultades económicas, la escultora comenzó a sufrir de delirios paranoicos alrededor de 1905, llegando a creer que Rodin estaba tratando activamente de arruinar su carrera. La enfermedad se apoderó de ella a tal punto, que para 1913, al ver que Camille había comenzado a destruir su propia obra, su hermano Paul y su madre tomaron la decisión de internarla en el manicomio de Montdesvergues. La decisión fue extremadamente polémica y se dice que una internación estaba desaconsejada en su caso, pero tristemente este fue el destino de Claudel. Luego de treinta años de encierro, sin jamás volver a esculpir, Camille Claudel murió en cautiverio en 1943 y fue enterrada en una fosa común del hospicio.

Rodin, incapaz de hacer demasiado cuando descubrió la situación inicial de su encierro, sin embargo intentó ayudar a Claudel e, irónicamente, esta hombre que tanto daño le había producido ayudó a establecer las bases para la construcción de su legado. Su antiguo amante y maestro no sólo envió algo de dinero para ayudar con los gastos de su tratamiento, sino que también solicitó que se incluyera una sala enteramente dedicada al trabajo de Claudel en el museo que se armaría para exhibir su colección personal, donada al Estado francés en 1916. Los deseos de Rodin recién se concretaron en 1952, cuando Paul Claudel donó cuatro obras de gran formato de la autoría de su hermana para que allí se conservaran, dando inicio a la mayor colección de obras de Claudel del mundo.

CAMILLE CLAUDEL 1915 (2013)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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