Alejandro I, el zar ruso, ante el avance francés había declarado la guerra patriótica en defensa de la Madre Patria, y su general en jefe Barclay de Tolly había dispuesto una política de tierra quemada. El ejército ruso solo retrocedería quemando todo a su paso para evitar el reaprovisionamiento del ejército francés. Esta estrategia fue muy discutida, razón por la cual Barclay fue reemplazado por Mijaíl Kutúzov, un viejo guerrero, veterano de las guerras contra los tártaros y turcos. El jefe ruso era ingenioso y galante, de mente fría y calculadora, que sabía esperar. La zarina Catalina II le tenía especial aprecio, cosa que no puede decirse de Alejandro. Ante la gravedad de la situación, Alejandro dejó de lado cuestiones personales y eligió a su comandante más hábil y de más experiencia.
Los rusos disponían de casi 150.000 hombres entre el ejército y fuerzas irregulares, además de 640 piezas de artillería, 60 más que las francesas.
Napoleón cerca de Borodinó, por Vasili Vereshchaguin (1897).