Benedict Arnold: De la gloria a la traición

La figura del infame Benedict Arnold, el cual ha pasado a los anales y a la tradición estadounidense como el mayor traidor a la nación, es la propia de un hombre que mostró incuestionables aptitudes para la actividad militar y que, sin embargo, no consiguió encontrar el lugar que, en su opinión, merecía dentro del recién nacido “Continental Army” dirigido por George Washington.

Corría el año 1774, y el descontento reinante en una parte importante de la población de las Trece Colonias americanas bajo dominio británico llevó, ya en este momento, a no pocos hombres a alistarse en la milicia en los prolegómenos de lo que, a partir de 1775, se convertiría en una guerra de independencia.

Dicha guerra enfrentó a unos súbditos ansiosos por obtener un trato más justo de la que -hasta el último segundo- consideraron su madre patria, y un coloso europeo como Gran Bretaña, nación que contaba con un potencial militar sin parangón, así como con la armada más poderosa del momento (cosa que había quedado patente durante el desarrollo de la Guerra de los Siete Años, la cual tuvo lugar entre 1756 y 1763).

Benedict Arnold fue uno de esos hombres que, imbuidos por el furor revolucionario, se decidieron a levantarse en armas a las primeras de cambio. Al poco de alistarse logró alcanzar el rango de coronel, lo cual no era algo anormal en una milicia neonata en la que tanto la tropa como los oficiales carecían de la formación adecuada para la actividad militar.

La frustración de Arnold

El primer encargo de enjundia que recibió el soldado, fue el de recuperar los cañones situados en “Fort Ticonderoga”, los cuales se consideraban imprescindibles para poder liberar Boston del control ejercido por los casacas rojas al mando del general Thomas Gage. Fue en esta expedición en la que la mala fortuna sonrió al desdichado soldado por primera vez durante su carrera militar, ya que se vió superado en la captura del fuerte por otro miliciano.

Ethan Allen, el cual desconocía los planes del futuro traidor, se decidió a ocupar la codiciada plaza con premura tras enterarse de los sucesos acaecidos el 19 de abril de 1775 en Lexington y Concord; en donde había tenido lugar el primer combate en campo abierto entre “minutemen” coloniales (contingente de élite de la milicia con gran movilidad) y regulares británicos.

Sin embargo, la mala estrella de Arnold no se apagó con esta frustrada misión. Habiendose hecho con un contingente superior a los 1.000 hombres se dirigió a tomar la ciudad de Quebec, la cual había pasado a estar bajo control británico tras la firma del Tratado París (1763).

La otrora colonia francesa se encontraba protegida por un número de efectivos muy superior a aquellos con los que contaban los coloniales para su empresa. Tras un intento de tomar la posición el 31 de diciembre de 1775, durante una terrible tormenta de nieve, el fracaso pasó de ser más que probable a una realidad. Las fuerzas rebeldes participantes perdieron casi la mitad de sus efectivos en el ejercicio de esta cuasi suicida misión.

Si bien la flota colonial fue derrotada en las proximidades de Valcour Bay, al menos se consiguió retrasar al enemigo en su misión. Tras el desenlace de la batalla, y ante la falta de noticias de Howe, Carleton se decidió a desandar el camino y volver a Quebec ante la cada vez más próxima llegada del invierno.

Mientras la guerra avanzaba, la aflicción de Arnold crecía ante la sucesión de oportunidades perdidas. No obstante, había desempeñado su labor de forma encomiable luchando durante más de un año en la frontera canadiense.

Con la llegada de las tropas del general británico Burgoyne a la colonia de Nueva York a finales del verano de 1777, parecía que la suerte del militar podía cambiar, sin embargo no fue así.

La redención final

Debido a la negativa del mando a otorgarle el papel principal en la defensa ante el ejército dirigido por el general Burgoyne -el cual descendía desde Canadá con el objetivo de darle carpetazo al conflicto en 1777- la irritación del oficial alcanzó las cotas más elevadas. Para más colmo, se vio obligado a servir bajo las órdenes del general Horatio Gates, con quien tuvo una relación tirante desde el principio.

Las timoratas acciones de Gates, que se había mostrado sumamente conservador en el ejercicio de su mando -ante un Burgoyne debilitado debido a las dificultades que había sufrido en su viaje hacia la colonia de Nueva York-, produjeron la perplejidad de ambos ejércitos, viendo como el general americano perdía una oportunidad de oro de acabar con su enemigo.

Sin embargo esta vez el desdichado militar no estaba dispuesto a dejar pasar su oportunidad. En un acto explícito de rebelión se puso al fente de las tropas americanas y protagonizó una carga durísima contra el enemigo. La victoria colonial fue aplastante y a las tropas británicas no las quedó más opción que rendirse el 17 de octubre de 1777.

El efecto de esta derrota fue brutal, más aún si esta era infligida por parte de un ejército semiprofesional y sufrida por toda una potencia militar como Gran Bretaña.

Traición a la causa revolucionaria

La gran gesta protagonizada por Benedict Arnold implicó la derrota de un ejército enemigo que hacía peligrar la causa revolucionaria. Sin embargo la suerte de este no sufrió cambio alguno.

Durante la batalla de Saratoga recibió una herida en la pierna, la cual le apartó del servicio militar activo en adelante, viendose obligado a dirigir las fuerzas continentales en Filadelfia.

En dicha ciudad contrajo matrimonio con Peggy Shippen, cuya familia, como tantas otras en la América colonial, era leal a la causa británica. Este fue probablemente el empujón final que llevó al héroe de Saratoga a convertirse en uno de los personajes más odiados de la historia americana.

Tras su paso por Filadelfia, fue designado por Washington para ejercer el mando en la fortificación de “West Point”. De esta forma, ya convencido de abandonar la causa por la que tanto había sufrido, se dispuso a negociar la rendición del fuerte con el comandante británico John André a cambio de un pago en metálico.

Una vez que el complot fue descubierto, este se vio obligado a abandonar el fuerte apresuradamente antes de ser arrestado. Durante el resto del conflicto Benedict Arnold luchó con la chaqueta roja británica y tras la consumación de la ansiada independencia de las Trece Colonias, se exilió en territorio británico, donde falleció el 14 de junio de 1801 a los 61 años de edad.

bota-arnold-kHwF-U21243368000m0D-450×500@abc.jpg

Más allá de la traición

Si bien la figura de Benedict Arnold ha pasado a la historia como la de un traidor inexcusable que vendió a su nación a cambio del oro del enemigo, eso no implica que los Estados Unidos olvidaran su inquebrantable compromiso con la independencia durante su tiempo de servicio activo.

De este modo, aún a día de hoy, luce en el Parque Nacional de Saratoga una escultura que representa una bota en alusión a la herida sufrida por Arnold durante la batalla. En este monumento aparecen grabadas las palabras: “El soldado más brillante del Ejército Continental”.

Artículo anterior
Artículo siguiente
Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER