“Acabamos de ganar completamente la acción. Un pequeño resto huye: nuestra caballería lo persigue hasta concluirlo. La Patria es libre” fueron las palabras dictó San Martín al enviar el informe de la batalla el 5 de abril de 1818.
Lograr la independencia de Chile era uno de los eslabones del Plan Continental ideado por San Martín. Desde las primeras ideas de San Martín en 1814 hasta lograr la Independencia del Perú pasaron siete años.
El Plan consistía en cruzar la cordillera de los Andes y liberar Chile. Desde allí, por medio de una operación anfibia, avanzar por mar hacia Lima. Luego, junto a Bernado O’Higgins (desde Cuyo a Chile) y esperando contar con la ayuda de Simón Bolívar, el referente libertador de la Gran Colombia, se anhelaba emancipar para siempre al territorio sudamericano del dominio realista.
Eduardo Caffi, presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano, considera que la batalla de Maipú fue vista por el mundo como un ejemplo de táctica y estrategia, y es una muestra más del genio militar de San Martín superando con decisión las adversidades.
“En Maipú estaban en juego situaciones tanto definitivas como definitorias. Definitivas, porque una derrota en Chile hubiese dejado a las Provincias Unidas del Río de la Plata como foco revolucionario aislado y a los realistas dominando aún el océano Pacífico. Era imperioso ganar para que las acciones independentistas que conducía San Martín en el sur del continente confluyeran con los esfuerzos bélicos desarrollados por Bolívar desde el norte. Y definitorias, porque la victoria allanaría el camino a concluir, con mayor rapidez, la emancipación sudamericana, que se alcanzaría en forma definitiva en la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824” cuenta el historiador.
La batalla
En Maipú se enfrentaron el Ejército Unido Argentino-Chileno, comandado por el General José de San Martín y las fuerzas realistas que respondían al monarca español Fernando VII y que estaban comandadas por Mariano Osorio.
A las once horas de la mañana de otoño del 5 de abril de 1818, comenzaron los ataques. El Ejército Unido contaba con unos 6000 hombres y 21 cañones, en tanto que los realistas con 5000 hombres y doce cañones.
El minuto a minuto de la batalla elaborado por el Instituto Nacional Sanmartiniano
El Ejército Unido rompió fuego con la artillería de Manuel Blanco Encalada, pero pronto San Martín advirtió que los realistas habían tomado una posición defensiva y decidió iniciar el ataque.
Envió las fuerzas atacando el centro y la derecha de los españoles, al tiempo que Juan Gregorio de Las Heras comandó el ataque por las fuerzas colocadas en otro cerro.
La fuerza conjunta argentino-chilena tomó un cerro, amenazando la izquierda realista. En forma simultánea, los ataques patriotas no parecían poder doblegar las líneas realistas y la batalla se encontraba empatada. Ante esta situación, San Martín decidió enviar los batallones de reserva a la batalla con órdenes de atacar y cargar por todos los flancos y el centro realista.
En el flanco izquierdo, Las Heras y sus hombres en conjunto con un grupo del Regimiento de Granaderos a Caballo tomaron la posición española en el cerro a su izquierda. Los defensores realistas debieron replegarse al centro del otro cerro donde todavía se desarrollaban combates encarnizados.
Todas las fuerzas de Las Heras y otras se concentraron en atacar la izquierda realista. En tanto, con un movimiento oblicuo, los patriotas cargaron sobre la derecha y el centro enemigo. Osorio, el comandante español, creyéndolo todo perdido se retiró con su caballería buscando salvar su vida. José Ordóñez, otro jefe realista, nunca se resignó a perder la batalla y organizó maniobras con las que sólo consiguió desorganizarse más, a raíz de lo estrecho del terreno.
En estas circunstancias, la mayor parte del ejército patriota subió al llano donde sólo quedaban los cuatro batallones españoles, Burgos, Arequipa, Concepción e infante Don Carlos (Real de Lima), rodeados por todas partes. A pesar de esa situación adversa, se resistieron a rendirse o a huir.
De uno de estos batallones partió el grito: “Aquí está el Burgos. Dieciocho batallas ganadas, ninguna perdida”; mientras sus integrantes hacían ondear su estandarte victorioso en diversos combates, entre ellos en la batalla de Bailén (librada en España el 19 de julio de 1808, en la que el propio San Martín había participado).
En ese contexto tan trágico como difícil, los otros batallones realistas, decidieron resistir de la misma manera. Los batallones formaron el cuadro para resistir a la caballería. Los cazadores a caballo
fueron rechazados, pero al formar el cuadro se convirtieron en un blanco más fácil para los fusiles de los infantes patriotas.
Los realistas comenzaron a sufrir el duro ataque causado por la fusilería y a continuación el 1º chileno cargó, para ser rechazado. El 7º de Los Andes lo intentó a su vez y fue asimismo rechazado. Las filas españolas, llenas de muertos y heridos, no abandonaban la posición.
Los cuadros realistas, unos dos mil efectivos, comenzaron a moverse, retirándose hacia el caserío de Lo Espejo dirigidos por el general Ordóñez. Durante el movimiento fueron atacados continuamente, dejando un gran número de caídos a lo largo de su trayecto, pero no rompieron las filas y mantuvieron el orden. Con la artillería ya a corta distancia y la metralla rompiendo las filas, las diezmadas fuerzas realistas se fueron retirando del campo de batalla, hostigadas por todas partes.
San Martín comentaría tiempo después: “Con dificultad se ha visto un ataque más bravo, más rápido y más sostenido, y jamás se vio una resistencia más vigorosa, más firme y más tenaz”, haciendo justicia a la bravura y honor tanto de propios como de enemigos.
Los granaderos de Primo de Rivera también se retiraron hacia el caserío de Lo Espejo. Soportaron ocho cargas enemigas y sufrieron un tercio de las bajas, pero guardaron la formación y llegaron al caserío.
Estando los realistas agrupados allí, se produjo la llegada de Bernardo O’Higgins al campo de batalla, con mil hombres. El batallón de cazadores de Coquimbo se lanzó contra el caserío, creyendo que los
fatigados realistas cederían. Las descargas de fusilería y de dos cañones produjeron 250 bajas entre los españoles, lo que causó su retirada.
San Martín ordenó concentrar la artillería. Se juntaron diecisiete piezas y arrasaron Lo Espejo. Los restos que aún quedaban de los batallones españoles soportaron el fuego. Apoyados por las piezas de artillería capturadas, los patriotas se lanzaron al asalto definitivo. Los escasos defensores que quedaban en el caserío fueron prontamente batidos. Ordóñez y Primo de Rivera se rindieron.
La batalla había terminado en una victoria completa para las fuerzas patriotas. Las bajas patriotas ascendieron a unos 1000 hombres y las realistas, al doble, con 3000 prisioneros y una cantidad significativa de armamento capturado.
El general chileno Bernardo O’Higgins, estando convaleciente a causa de una gran herida sufrida en Cancha Rayada, se había presentado al campo de batalla poco antes de terminado el último ataque contra los realistas.
San Martín y O’Higgins se abrazaron victoriosos, escena recreada en el óleo del pintor trasandino Pedro Subercaseaux que forma parte del patrimonio del Museo Histórico Nacional de Buenos Aires.
O’Higgins dijo a San Martín: “¡Gloria al salvador de Chile!”
Y éste respondió: “General: Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó al campo de batalla en ese estado. Gracias a sta batalla se aseguró la Independencia de Chile”
Fuente: Eduardo García Caffi, “Maipú, la batalla más importante librada por San Martín”/ Instituto Nacional Sanmartiniano/Biblioteca Nacional Digital de Chile
TEXTO PUBLICADO ORIGINALMENTE EN https://www.cultura.gob.ar/la-patria-es-libre-aniversario-de-la-batalla-de-maipu-8892/