Antoine Marie Jean-Baptiste Roger Conde de Saint-Exupéry, escritor y aviador francés, autor de la famosa obra El principito, nació el 29 de junio de 1900 en Lyon.
Pronto quedó huérfano de padre y se crió en el eterno femenino de una familia aristócrata venida a menos.
A través de su amigo Henri Guillaumet ingresó en la empresa Aeropostale y es así como llega a Buenos Aires a donde conoce a quien sería su gran amor, Consuelo Suncin, joven salvadoreña viuda de Enrique Gómez Carillo (periodista español, amigo de Amado Nervo y Rubén Dario, honrado con la Legión de Honor).
La pareja vivió en Buenos Aires, en la calle Tagle al 2846 en un edificio que hoy ya no existe.
Su unión matrimonial, que se alargó durante quince años, fue muy turbulenta por la profesión de piloto de su marido, su gusto por la vida bohemia, su éxito como artista y escritor, y sus incontables amantes. Todo ello los distanció, aunque tenían encuentros esporádicos durante los que vivían momentos de auténtica felicidad. No en vano, la rosa de El principito es un homenaje de Saint-Exupéry a su esposa. Su infidelidad y dudas acerca del matrimonio son simbolizadas por el campo de flores que se encuentra el pequeño príncipe en la Tierra. Sin embargo, el principito le dice que su rosa es especial, porque es a ella a la que realmente quiere.
Estás son algunas fotos de Antoine y Consuelo cuando vivían felices.
Fue un aventurero con un alto sentido del deber. En su libro Piloto de guerra (1942), ve claramente que la guerra atenta contra la civilización occidental. Viene bien aquí ese lema inglés “Keep calm and carry on”, mismo concepto. El piloto, el día antes de morir, se preocupó de anotar una despedida: “Si me derriban no extrañaré nada. El hormiguero del futuro me asusta y odio su virtud robótica”.
Recién en 1998, un pescador encontró al este de la isla de Riou, a unos 20 km al sureste de Marsella, una pulsera de plata de identidad con el nombre de Saint-Exupéry y de su esposa Consuelo. La familia del escritor descreyó del pescador, al igual que del buzo Luc Vanrell, quien encontró los restos de un P-38 Lightning en el fondo del mar, cerca de donde se había encontrado el brazalete. Finalmente, el 7 de abril de 2004, investigadores del Departamento de Arqueología Subacuática confirmaron que los restos del avión encontrados eran los que piloteó Saint-Exupéry.