En la calurosa tarde formoseña del domingo 5 de octubre de 1975, se fraguaba una traición. Los conscriptos del Regimiento Nº 29 volvían al retén luego de un partido de fútbol. Eran jóvenes de no más de 20 años que se hallaban realizando el Servicio Militar Obligatorio en cumplimiento de una ley de la Nación. Algunos de ellos tenían un buen nivel de instrucción formal, como el santafesino Mayol, que estudiaba Derecho; otros, como el “Negro” Luna, en cambio, estaban aprendiendo a leer y escribir en el cuartel. Pero todos, en toda la geografía del país, así tuviesen padres empresarios o muy humildes, usaban el mismo uniforme que los convertía en camaradas y juraban la misma bandera que los hermanaba. Mientras iban derecho a las duchas seguían con las “gastadas” por el resultado del partido. Pero uno de ellos no reía.
Aquel era el día elegido por la organización guerrillera “Montoneros” para llevar a cabo un espectacular golpe contra el Ejército Argentino, con la intención de intimidar al gobierno constitucional de Isabel Perón. Isabel estaba completando el mandato del fallecido Juan Domingo Perón, con quien integró la fórmula presidencial electa en 1973 con el 62 por ciento de los votos. Además del hecho propagandístico, los subversivos se proponían dotarse de cuantas armas pudieran tomar del cuartel del Regimiento Nº 29. Los montoneros habían apostado fuerte a esta operación, que denominaron “Primicia” : habían comprometido un centenar de efectivos fuertemente pertrechados, llevando ametralladoras, fusiles FAL con 5 cargadores por hombre, escopetas recortadas, granadas, minas vietnamitas y equipos de comunicación portátiles. Vestían uniformes azules y contaban con una muda de ropa civil y documentos falsos. Para desplazarse disponían de 11 vehículos y una avioneta. La operación, minuciosamente planeada, establecía un asalto simultáneo al Regimiento y al aeropuerto “El Pucú” de Formosa, cuyo control era vital para la posterior evasión de los terroristas, escape que se realizaría con un Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas desviado de su ruta original Buenos Aires-Posadas.
La irrupción al cuartel se efectuaría mediante un ataque a la Guardia y una penetración por el área posterior de la unidad. En cuanto a la inteligencia previa, los montoneros tenían ojos dentro del cuartel… Mientras algunos conscriptos dormían y otros en encontraban ya duchándose, el santafesino Mayol -famoso por sus bromas- le arrebató el fusil a su compañero del Puesto de Guardia Nº 2 y abrió los portones para permitir el ingreso de 5 camionetas que transportaban unos treinta terroristas fuertemente armados. El primer vehículo se dirigió al Puesto de Guardia Nº 1, cerca de la Guardia Central, donde el sargento Víctor Sanabria estaba intentando operar una radio, y al descubrirlo, lo mataron para cortar toda comunicación con el exterior. Simultáneamente, otro pelotón de montoneros entró al dormitorio de la Guardia y mató a 5 soldados que se hallaban durmiendo. Otros conscriptos murieron en las duchas, alcanzados por las granadas arrojadas desde las ventanas del baño. Conducidos por el conscripto entregador Luis Roberto Mayol, los subversivos sabían muy bien dónde se hallaban los depósitos de armas y de municiones.
Cuando se acercó un subteniente que había oído los disparos, Mayol le apuntó con su FAL, pero el arma se trabó y el oficial logró abatir al traidor. El “Negro” Luna se hallaba de guardia en la Compañía Comando, cuando de repente 5 terroristas saltaron de una de las camionetas y lo encararon. – “¡Rendite, negro, que con vos no es la cosa!”, le increparon. -“¡Acá no se rinde nadie, mierda!”. Respondió Luna, fusil en mano, mientras intentaba replegarse sobre el fondo de la Compañía, dándole tiempo a sus camaradas de reaccionar.
Tuvo lugar un intercambio de disparos hasta que fue alcanzado por una ametralladora desde una de las ventanas del baño. La tenaz resistencia presentada por los “colimbas” sorprendió a los terroristas, que esperaban encontrarse con “provincianos adolescentes más interesados en levantar los brazos que en responder con balas”, tal como escribiera luego uno de ellos. Luego de un par de horas de feroces combates, los montoneros debieron retirarse, sin poder llevar todas las armas que habían planeado, aunque lograron hacerse de 18 fusiles FAL.
El Ejército Argentino debió lamentar la muerte del subteniente Ricardo Massaferro, el sargento Víctor Sanabria y los conscriptos Antonio Arrieta, Heriberto Avalos, José Coronel, Dante Salvatierra, Ismael Sánchez, Tomás Sánchez, Edmundo Sosa, Marcelino Torantes, Alberto Villalba y Hermindo Luna. Todos ellos cayeron defendiendo a la bandera argentina durante un gobierno constitucional, como habían jurado. Los montoneros dejaron un total de 16 muertos en el cuartel, incluyendo al soldado entregador.
Todos ellos cayeron defendiendo a su bandera hasta perder la vida, como habían jurado.
Hermindo tenía 20 años y era hijo único. Había entrado al Servicio Militar sin saber leer ni escribir, porque este gaucho sólo sabía del monte y de hachar quebracho al sol con 40 grados de calor. Sus superiores lo consideraban un “sobresaliente soldado”. Todos recordaban con una sonrisa esas dos veces que se había quedado dormido en el toque de diana y comenzó su día en una pileta.
Sus padres fueron a retirar el cuerpo, de luto y descalzos, porque era gente muy pobre de un paraje del interior de Formosa. No tenían nada, excepto su hijo, y se lo dieron a la Patria con el corazón desgarrado por el dolor pero con dignidad.
[1] Aclarar, su hermana con una valiente defensa de la gesta de estos soldados, conduce sin suerte, los reclamos para el reconocimiento de su memoria y su esfuerzo.