Nacida el 18 de febrero de 1933, hija de Eisuke, proveniente de un antiguo linaje de guerreros Samurái, descendientes de un emperador del siglo IX, y de Isoko Yasuda, nieta del fundador del prominente Banco Yasuda y de una de las fortunas más grandes de Japón, Yoko vivió sus primeros años de vida en la palaciega residencial familiar en Kamura. Su infancia y adolescencia se caracterizaron por un constante oscilar entre Japón y Estados Unidos. Estudió piano desde los 4 años. Sus padres eran ambos amantes de la música y desde pequeña expusieron a su hija tanto a Bach, Beethoven y Brahms como a la de tradición japonesa. En la progresista escuela Jiyu Gakuen, a la que acudía en Tokio (alojada en un edificio de Frank Lloyd Wright), la instaban a escuchar la música del entorno. Una de sus tareas era traducir el sonido de los pájaros a notas musicales (años más tarde crearía su obra Secret Piece que lee así: “Decide una nota que quieras tocar. Tócala con el siguiente acompañamiento: los bosques de 5 am a 8 am en verano”). Al terminar sus estudios secundarios le dijo a su padre que quería ser compositora, algo impactado le aconsejó que fuera cantante, algo más adecuado para una mujer. Ese desaliento paterno la llevó a buscar otros intereses y fue así que decidió ingresar a la Universidad Gakushuin a estudiar filosofía, pero antes de terminar de licenciarse se vio obligada a mudarse a Estados Unidos junto a su familia.
Una vez radica junto a sus consanguíneos en Nueva York, entró al Sarah Laurence College, una exclusiva escuela para mujeres donde se la recuerda por pasar los días escribiendo Haikus (poemas cortos japoneses) bajo un árbol. En ese periodo comenzó su serie de “Instrucciones” (una serie de simples frases que contienen un llamado a la acción para abrir la imaginación y la mente, como “Envía el olor de la luna” o “Enciende un fósforo y míralo hasta consumirse”). Fue una profesora del Sarah Laurence quien le recomendó a Yoko conectarse con John Cage y los otros compositores que estaban explorando nuevas ideas sobre la música. Su influencia generó una diáspora que afectó a la Generación Beat, a Cage y a toda la comunidad artística del Greenwich Village. Con esto Yoko comenzó a frecuentar los círculos de vanguardia, vestida a la usanza beatnik con pelo suelto y largo, ropa negra y nada de maquillaje. Había encontrado un soporte para expandir sus ideas.
En ese mundo conoció a Toshi Ichiyanagi, un genial pianista japonés con una beca en Juilliard, con quien alquiló un loft en Chamber Street amoblado solo con cajones vacíos de naranjas (lo que es hoy el trendy barrio de TriBeCa, en esa época era una zona de edificios abandonados sin agua caliente). Desheredada por su familia –lejos estaba la aristocracia japonesa de tolerar esas insurrecciones transclasistas-, se volcó hacia una vida de artista bohemia. Su loft por un año se convirtió en una plataforma para mostrar el trabajo de la vanguardia experimental musical neoyorkina (Phillip Glass, Merce Cunningham, Cage, etc.). Junto al pionero minimalista La Monte Young, organizaba estos happenings al que llegaron a asistir 200 personas, dentro de ellas hasta Marcel Duchamp y Peggy Guggenheim (de quien se hizo amiga en un viaje a Japón que hizo con John Cage, en el que la nipona les hizo de guía; relación por la cual, en 2003, Yoko regaló un Wish Tree a la Peggy Guggenheim Collection, con la dedicatoria: “To Peggy with Love X Yoko”). Fue durante esos días de pianistas visionarios y paredes neoyorquinas que, Yoko, decidió que la pintura tradicional estaba acabada para ella. Las palabras e incluso las ideas podían ser arte, además entendió que su trabajo debía ser espontáneo, vivo y en continuo; la audiencia podía terminar la obra con su propia mente, convirtiéndose también en artistas. Todas estas ideas la convertirán en una pionera no reconocida del arte conceptual.
Junto a Toshi volvieron a Japón y con esa decisión comenzó uno de los periodos más negros de su existencia. Totalmente subvalorada (nadie reconocía su trabajo si no era como compañera de alguno de los talentos masculinos que frecuentaba), terminó en una clínica mental donde un extraño hombre llamado Tony Cox, quien le dijo ser un gran admirador de su obra, apareció en su vida -y se empeñó en quedarse mucho más de lo debido-. Vulnerable, Yoko se terminó casando con él y al poco tiempo, ya de vuelta en Nueva York, tuvieron a su hija Kyoko. Cox cuidaba de su hija y Yoko continuaba con su desarrollo como artista, instancia que la destinó a haberse conocido y enamorado de John Lennon (Cox aterrado con la idea de que le quitaran la custodia de su amada hija, la secuestró. Yoko y Kyoko no se vieron por 23 años). A mediados de los ’60, Yoko comenzó a recibir el reconocimiento artístico que tanto había esperado. El arte conceptual ya era un hecho y Yoko era admirada por las nuevas generaciones. Hay dos obras de esa época que tuvieron un gran impacto: Cut Piece y Nº 4 (conocida como Bottoms). En Cut Piece, Yoko sentada sobre sus piernas, en su mejor traje negro, impertérrita, permitía y alentaba al público a cortarle pedazos de su ropa con una tijera que estaba delante de ella. La obra se terminó cuando Yoko se encontró casi desnuda. La segunda pieza reunía 365 traseros de todos los géneros, nacionalidades y colores amontonados en un video. Yoko quería decir que mirados desde atrás todos somos iguales.
Con su pequeña fama creciendo en los círculos avant-garde del arte, la Indica Gallery la invitó a exponer en Londres. La noche previa a la inauguración apareció un tipo que ella apenas reconoció (tiempo después admitió que era una completa snob del underground, por lo que conocía a The Beatles, pero no le interesaban en absoluto). John Lennon pasaba por un momento de desencanto con su banda, era tanta la fama que ya ni siquiera podían tocar en público por los gritos de las fans. Deambulando por la galería se encontró con esta japonesa montando su particular arte. Primero se subió a la escalera para mirar con lupa el Yes en el techo (Ceiling Painting) y quedó deleitado con su mensaje positivo. Luego le propuso clavar el primer clavo en Painting to Hammer a Nail, a lo que Yoko le dijo que no se podía antes de la apertura, pero si le daba 5 chelines lo aceptaba. Cuando Lennon le propuso clavar un clavo imaginario por cinco chelines imaginarios hicieron un click profundo. Yoko sintió que al fin alguien entendía su juego. Su unión fue una de enorme amor que les produjo una enorme dependencia –que como todo encumbramiento domaminérgico provocó más de un conflicto relacional con penosos desenlaces-. Se casaron en 1969 y se instalaron en Nueva York.
Corría el año ’70 y el rechazo hacia la guerra de Vietnam se intensificaba. John y Yoko se convirtieron en figuras fundamentales en la lucha por la paz y los derechos civiles. Comenzaron a usar a su favor, lo que tanto detestaban: su fama y visibilidad. Paralelamente, Yoko se aventuró a la experimentación compositiva y armó la banda de rock Plastic Ono Band, en la que reivindicaba el feminismo y el antibelicismo. Durante esos años, también continuó participando del Grupo Fluxus, creando performances, happenings y obras tecnoparasitarias junto a Nam June Paik. –Cuestión que si bien, tiempo después, decidió dejar de formar parte del Grupo, continuó siempre substancial a sus premisas creacionales, reivindicando la inmaterialidad del objeto artístico, la crítica institucional y la participación activa del espectador como co-autor en piezas aún por inventarse y que inevitablemente están destinadas a su desaparición-.
Tras el nacimiento de su hijo Sean, ambos progenitores hicieron una pausa en sus arty-carreras. Lennon se encargó de criar al retoño y Yoko de administrar el inmenso legado comercial de The Beatles. Se alejaron del ojo público e intentaron llevar una vida normal instalándose en un departamento en el famoso Dakota (un edificio gótico en el West Side de Nueva York). El año ’80, ya preparados para retomar la creación, grabaron su disco Double Fantasy, el que sorpresivamente para ellos tuvo muy buena crítica y las canciones de Ono fueron aclamadas. El 8 de diciembre de ese mismo principio de década, llegando a su casa luego de un largo día de grabación, un fan llamado Mark David Chapman le disparó a John 5 tiros a tres metros de distancia. Yoko estaba a su lado. El duelo le costó mucho, su recuperación fue lenta y difícil. Pero durante ese tiempo el público por primera vez la comenzó a querer. De repente todos estaban interesados en ella, en su vida y en su arte. Meses después lanzó su disco Season of Glass, el que llevó en su carátula los lentes ensangrentados de John. -Desde ese momento, Yoko comenzó a usar sus característicos anteojos redondos opacos-.
A partir de 1989 y en los años 90 volvió a participar en exhibiciones de arte, donde presentó una serie de esculturas nuevas hechas en bronce, muchas de las cuales aludían a sus obras de los 60. Para principios de este siglo (XXI) se mantuvo muy activa dentro del mundillo arty hegemónico, creando intervenciones en espacios públicos y participaciones musicales con reconocidos artistas. Sincrónicamente –siempre en plena sintonía con su zeitgeist (espíritu del tiempo)-, su interés por internet la convirtió en una de las primeras artistas que se interesó por usar el medio para exposiciones virtuales y que conjugó la tecnoparasitaridad con lo más tradicional de la poesía de su país de origen (en el 2009 fue propulsora y jurado, junto a la poetisa escocesa Jackie Kay, del concurso de poesía que invitaba a los viajeros que llegaban a la estación ferroviaria londinense de King’s Cross a mandar haikús que abordaran la temática del verano británico desde sus teléfonos móviles a través del popular servicio de micro-blogging Twitter, los cuales serían seleccionados para ser publicados en las pantallas digitales de la estación de tren, así como en el King’s Place, un centro de arte situado en los aledaños). Entre sus obras más destacadas de este último período se encuentran: Wish Tree (1996), Imagine Peace Tower (2007), obra homenaje a John Lennon en Islandia, y A Digital Gallery: Imagine Peace (2012–2013), mensaje digital por la paz transmitido simultáneamente en más de 15 pantallas en Times Square.
Actualmente, vive en el mismo gran apartamento de nueve habitaciones, situado en el séptimo piso del edificio Dakota que una vez compartió con John Lennon, junto a todos sus más significativos recuerdos y al amor de sus dos hijos, Kyoko y Sean.
Links a sus obras:
– Music of the Mind: https://www.youtube.com/watch?v=PxNJbRtqTPs&ab_channel=RobHack
– Peace Tower: http://imaginepeacetower.com/
– Season of Glass (FULL ALBUM): https://www.youtube.com/watch?v=FDTp2XjoJHA&ab_channel=YokoQueenOno
– Pieza de voz para soprano: https://historia-arte.com/obras/pieza-de-voz-para-soprano
– Entrevista a Yoko sobre su performance Sky Piece to Jesus Christ: https://www.youtube.com/watch?v=KnOOztsKJ-s&ab_channel=LouisianaChannel
– Yoko Ono and Sean Lennon accept the Centennial Song Award for Imagine: https://www.youtube.com/watch?v=ZK_aaqEIReI&ab_channel=NMPAorg
– Muestra en el Malba: https://www.malba.org.ar/evento/yoko-ono-dream-come-true/
– Muestra en el MMOMA (Moscow Museum of Modern Art): https://mmoma.ru/en/exhibitions/petrovka/yoko_ono_sky_is_always_clear/
– Muestra To The Light en la Serpentine Gallery: https://www.serpentinegalleries.org/whats-on/yoko-ono-light/