Desde hace siglos los hombres se trenzan a golpes de puño, sin embargo, no hace tanto que se lucra con la exhibición de estos combates. Recién en la década del ’20, en Estados Unidos una serie de empresarios, entre los que se destacaba Jacob Ruppert (dueño de los New York Yankees) se dedicó a exaltar a los pugilistas y armar alrededor de ellos un lucrativo espectáculo. A tal fin se necesitaba un fenómeno para promover tal espectáculo y Jack Dempsey se convirtió en el centro de esta actividad. Tenía una trompada tan feroz que a Jess Willard (un gigantón de Kansas, famoso por haber matado de una trompada a su contrincante, John “Bull” Young) le rompió la mandíbula en varias partes, además de arrancarle 6 dientes que Willard dispersó por el ring. Después del cuarto round Jess no pudo levantarse, iniciando así la mítica carrera del carnicero de Manasas, quien sumaba con ésta, 13 victorias seguidas (10 por la vía rápida).
Dempsey se convirtió en un ídolo, justo cuando lo necesitaba el incipiente mundo del boxeo profesional. Sus espectaculares victorias entusiasmaban al público que comenzó a asistir a la arena con el mismo entusiasmo con que los romanos concurrían a ver derramar sangre en el Coliseo.
Jack era el noveno de trece hermanos, llevaba en sus venas sangre de cheroke, judíos europeos, escoceses e irlandeses. De joven ya se ganaba unas monedas peleando en ferias. Sus primeros combates profesionales los hizo bajo el nombre de “Kid Blabie”. Tipo violento, cuentan que un día que no estaba de humor noqueó a tres sparring y hasta se las tomó con un periodista llamado Paul Gallico del New York Daily News, que solo quería verlo pelear. Al famoso cantante Al Johnson (ese que se pintó de negro para personificar al mítico “Cantante de jazz”) le partió el mentón cuando lo único que quería era sarcarse una foto con el campeón.
Después de la espectacular y sangrienta pelea con Willard, le dio una paliza al campeón francés, Georges Carpenter, un héroe de guerra, muy popular entre las mujeres por su agraciado aspecto varonil. Antes de subir al ring el productor del encuentro, Tex Rickard, le rogó a Jack que no matase al francés. Otra muerte en el ring destrozaría la popularidad del novel deporte. Jack no lo mató… pero estuvo a poco de hacerlo. En el primer round le rompió la nariz y después de una tremenda golpiza el francés cayó inconsciente en el cuarto round. La pelea recaudó la friolera de U$S 1.620.000.
Dempsey parecía imbatible, el ídolo del ring, el Zeus entre las cuerdas, el Aquiles del boxeo, hasta que enfrentó a Luís Ángel Firpo, un argentino de casi 28 años, algo duro de oído por otitis recurrentes en la infancia (causa por la que fue exceptuado del servicio militar).
Como en la Argentina el box no era popular ni rentado, hizo parte de su carrera en Chile, Uruguay y EE.UU. El carnicero ascendió al ring del Polo Ground de New York frente a 80.000 espectadores, dando comienzo a los cuatro minutos más excitantes de la historia del box. El comienzo no le fue auspicioso para nuestro compatriota. Dempsey ya lo había arrojado a la lona siete veces en este match que tenía algo de riña callejera, cuando Firpo le propinó a Dempsey ese feroz golpe en la barbilla que lo arrojó del ring, donde se quedó por más de 10 segundos.
Al ver la película de la pelea (que estuvo varios años en manos de Dempsey, no queda claro si lo ayudan a subir al ring o lo hace por sus propios medios, al parecer tuvo “una ayudita de sus amigos”). Volvió al ring y en el segundo round Firpo cayó para no levantarse.
Todos conocemos este episodio, pero ¿qué fue de la vida de ambos después de esos cuatro minutos? Firpo, a diferencia de otros boxeadores, fue muy hábil en el manejo del dinero ganado a fuerza de trompadas y se convirtió en un próspero ganadero.
Curiosamente, después de retirarse por casi diez años, volvió a pelear a los 41 años, fueron solo tres peleas. Dos las ganó por KO, después de la derrota se retiró para siempre.
Murió en 1960 de un ataque al corazón y su cuerpo descansa en el cementerio de la Recoleta, custodiado por una estatua de cuerpo completo, que lo retrata como en sus mejores épocas, con bata y guantes, como esperando a darle pelea a la misma muerte.
En cambio la vida de Dempsey fue menos venturosa. Después de Firpo estuvo tres años sin pelear. En ese tiempo se dedicó a la actuación, se casó con una actriz de cine (Estelle Taylor) tuvo varios romances y se hizo amigo de celebridades como Charles Chaplin… Dempsey no solo marcó un rumbo en el ring sino fuera del mismo. ¿Qué otro boxeador célebre no se casó con una estrella ni probó suerte frente a una cámara?
Al cumplirse los 150 años de la Independencia americana y en el marco de su celebración, se organizó una pelea entre Jack y un joven valor, llamado Gene Tunney. La oportunidad de volver a ver al campeón en acción creó muchas expectativas y 130.000 espectadores asistieron al match. El carnicero se había amansado por la buena vida, y Tunney después de llenarle la cara de dedos, le ganó por puntos. La derrota creó la expectativa de un desquite.
Dempsey se preparó para enfrentar a un tal Sharkey, el 22 de julio de 1927 en el Yankee Stadium, pero lamentablemente un querido hermano de Dempsey, que había tenido problemas con las drogas, asesinó a su esposa y después se suicidó. La noticia destruyó a Dempsey.
Al final Jack decidió abandonar el deporte, puso un buen restaurant en New York, donde todo el mundo del box se reunía, incluido nuestro Ringo Bonavena, quien solía cenar allí cada vez que visitaba New York. Jack murió en 1983, dejando atrás su largo historial. 84 combates, 66 victorias (51 por la vía rápida) 6 derrotas y 11 empates.
Jack fue un campeón como todos lo conocemos y también en la forma que el definía esa condición: el hombre que se levanta a pesar de saber que hay más golpes que lo esperan.
El reencuentro de Firpo y Dempsey en 1954: