En “Leda atómica”, Salvador Dalí representa a su esposa Gala como la figura mitológica de Leda, la mortal seducida por Zeus que se convierte en cisne para fecundarla. Fruto de esta relación fue el huevo de donde salieron los gemelos Cástor y Pólux, inmortalizados en la constelación de Géminis. Dalí sitúa esta obra en Cabo Norfeu, entre Roses y Cadaqués. La figura hace alusión a la reciente explosión de la bomba atómica, tema que obsesionaba al artista, como una visión apocalíptica de los tiempos que le tocaron vivir. Dijo de esta obra: “Empecé a pintar a Leda Atómica como una exaltación de Gala, la diosa de mi metafísica, y conseguí crear el espacio suspendido”. Obsesionado con las proporciones áuricas, Dalí ubica a la imagen de Leda en medio de un pentágono dorado.
Elena Dimitrova Diakonova, más conocida como Gala, había nacido en Rusia. Estaba casada con el escritor surrealista Paul Eluard, cuando conoció a Dalí en 1929. Fascinado por ella, el artista la invitó a su casa de Cadaqués. Allí lo visitó Gala, junto al cineasta Luis Buñuel y al pintor belga René Magrite.
El amor de Dalí por Gala, diez años mayor que él, estalló durante ese encuentro. El pintor realizaba las más curiosas extravagancias para captar su atención. Paseando por el cabo de Creus, Dalí se arrojó a sus pies y entre risas le confesó su amor. Ella le contestó, “Niñito mío, no nos separaremos nunca”, y así lo hicieron hasta que la muerte de ella el 10 de junio de 1982. Cuando le dieron la noticia, Dalí sólo murmuró: “No está muerta, no morirá nunca”. Y ella vive en las obras de Dalí, que la inmortalizó como a una de las figuras más bellas y notables del arte de todos los tiempos.
Texto extraído del libro DESNUDO DE MUJER (Olmo Ediciones).