Bettina von Arnim: el ícono feminista del Romanticismo alemán

Su familia era originaria de las orillas del lago Como, en Lombardía, en el norte de Italia. Era hermana del poeta Clemens Brentano y nieta de la talentosa escritora Sophie von La Roche (afamada referente cultural protofeminista de ideas visionarias, artífice y anfitriona del club de lectura más ínclito del Romanticismo alemán, amante de Wieland y amiga intelectual de Goethe, entre otros artista), con quien se mudó luego de quedar huérfana (su madre murió cuando ella tenía 8 años y su padre cuando tenía 14) y gracias a quien conoció a quien sería su íntima amiga, la poetisa, también huérfana, Carolina von Gunderrode. En 1811 se casó con un amigo de su hermano, el poeta Achim von Armin, con quien tuvo seis hijos. Llevaron un matrimonio poco tradicional para la época, debido a que él prefería la paz del campo y ella la ajetreada vida cultural berlinesa, en 1818, se instaló en esa ciudad con sus hijos, aunque pasaban las vacaciones todos juntos y cultivaban una intensa correspondencia, en las cuales ella le compartía los avances de sus investigaciones acerca del canto folclórico germano y las partituras de sus nuevas composiciones musicales y letras de canciones mientras él le mandaba poema inéditos y narrativas variopintas acerca de sus aventuras campestres. Recién en 1850, después de la muerte de su marido, publicó su primer libro “Intercambio Epistolar de Goethe con una niña” (1835), iniciado en 1807, posteriormente reelaborado y ampliado con cartas inventadas por la autora. Esta relación se fraguó después del trágico suceso del suicidio de su adorada amiga Carolina, ante lo cual Bettina buscó y consiguió la amistad de la madre de Goethe y a través de ella entabló una activa correspondencia con ese escritor que tanto admiraba y al que además visitó sobradas veces en Weimar.

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Su segundo libro “Este libro pertenece al rey” (1843) fue baneado en Bavaria debido a su contenido crítico, actitud feminista, impugnativa y contestataria. Dedicado al monarca Federico Guillermo de Prusia, era una sátira social en forma de dialogo entre una mujer y la madre de Goethe y un cura y un alcalde, representantes de la Iglesia y del Estado. La acción discurría en una reunión en la cual se hablaba de la grave situación del país y sobre las irregularidades de la administración y la política restauradora que se estaba llevando acabo y, en boca de la mamá de Goethe (desde donde Bettina expresaba sus propias opiniones), sugiere una monarquía constitucional y propone cómo apaliar la creciente miseria del proletariado: ¿Vive el Estado en sano matrimonio con el pueblo, le concede verdadera confianza, sinceridad, a base de exigirle exclusivamente espíritu de esclavo? ¿Es el estado un fiel padre para el pueblo, desarrolla sus fuerzas, respeta sus inclinaciones naturales, confirma su energía, le asegura su derecho a la libertad y se alegra de su fuerza, o más bien censura en él su desarrollo hacia lo libre, grande, divino? Al año siguiente, mientras Bettina estaba llevando acabo las últimas pesquisas para terminar de escribir su tercer libro “Libro de los pobres”, estalló una revuelta entre los tejedores de Silesia, acuciados por la necesidad y la precariedad laboral, contra las autoridades, las cuales acabaron con el levantamiento obrero textil a base de sangre y fuego, muertes, heridos e inválidos (hecho inmortalizado en el poema “Canto de los tejedores Silesianos” de Heinrich Hein) y acusaron a Bettina de haberla propiciado con las investigaciones previas que había efectuado para su próxima publicación literaria; acción por la cual renunció a darla a la imprenta. Dentro del Romanticismo, Bettina von Armin personifica el entrelazamiento del abandono quimérico-sentimental y el sofisticado intelectualismo, que planifica y programa la demonicidad espontánea e irreflexiva de la propia existencia. Bettina von Armin, mujer generosa, prepotente y consentida, hizo de la inestabilidad emocional la esencia permanente de su carácter, y de su autodefinición de niña -formulada en público, explícitamente, a los 50 años- la licencia para una libertad que ella misma anhelaba en calidad de irresponsabilidad moral, pero que su propia magnanimidad encauzó hacia nobles y valerosas batallas ético-políticas.

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