El 29 de mayo de 1969, los trabajadores de Córdoba, liderados por Elpidio Torres y Agustín Tosco, iniciaron una jornada de protesta a la que se sumaron los estudiantes universitarios y, unas horas después, una parte importante de la sociedad, agobiados por el régimen militar, que con el tiempo se conoció como el “Cordobazo”.
Fue la mayor protesta obrera latinoamericana de posguerra pero también el principio del fin de la dictadura de Onganía y provocó una serie de hechos políticos, sociales y sindicales en Córdoba y en todo el país que empezaron a cambiar con las elecciones presidenciales de 1973 y sufrieron un golpe de gracia con el golpe militar de 1976.
La insurrección popular dejó a la ciudad tomada durante varias horas de la tarde de ese día -hasta que entró el ejército a reprimir y acabar con los insurrectos-, un paisaje urbano que se parecía mucho más al de una guerra que a la culta y señorial ciudad que siempre había sido, y un número indeterminado de muertos y heridos.
La historiadora Mónica Gordillo cuenta que el “Cordobazo” surgió en el marco de un paro general que estaba decretado por las dos CGT, la de Azopardo y la de los Argentinos, para el 30 de mayo. “Lo que las dos delegaciones regionales de Córdoba hacen es adelantarlo para el día 29 y darle una modalidad de paro activo, contrario al ‘paro matero’ como lo llamaba Tosco, es decir un paro con movilización desde los lugares de trabajo hasta el centro, donde iba a haber un acto frente a la sede de la CGT local”.
—¿Por qué Córdoba decide adelantar el paro?
—Por la conictividad social que se vivía en la provincia por la suspensión del sábado inglés. Esto afectaba especialmente a los gremios metalúrgicos y al Smata, que el 14 de mayo se opusieron en una asamblea, que terminó con una gran represión por parte de la policía. Allí empezaron a caldearse los ánimos. Y también por la muerte del estudiante Juan José Cabral en Corrientes, en medio de una protesta por el aumento del precio del comedor universitario. Además de otras cuestiones que afectaban principalmente a la UOM, como las quitas zonales. A esto había que sumarle el incumplimiento por parte del gobierno de Onganía de abrir la discusión paritaria, que había prometido para 1968, y que fue lo que motivó el paro general de la CGT. Córdoba se convierte en el lugar de la protesta, porque se consigue coordinar a través de la CGT de los Argentinos con el movimiento estudiantil.
—La vinculación entre el movimiento obrero cordobés y los estudiantes comienza a ser importante a partir del asesinato de Santiago Pampillón en 1966.
—Tosco tenía la intención política deliberada de acercarse a los estudiantes para formar un frente popular contra la dictadura. Pero también hay otro elemento muy importante para entender por qué se dio esta unidad en la calle y es que por más que en Córdoba había divisiones entre los sectores que se autodenominaban “independientes”, como el caso de Tosco, que no eran peronistas pero tampoco antiperonistas, y sectores del peronismo como la UTA de Atilio López y el Smata de Elpidio Torres, siempre buscaban aliarse y planteaban la unidad en la acción. Por lo tanto, no hubo ningún problema para acordar en la idea del paro activo para el 29 de mayo.
—Alguien dijo que los trabajadores mecánicos fueron la infantería del Cordobazo, que empezó como una protesta sindical.
—Fue así porque el Smata era además un gremio muy numeroso por la expansión de la industria automotriz y autopartista. Además de Elpidio Torres había un cuerpo de delegados de distintos sectores de izquierda, que eran minoritarios en el momento del Cordobazo, pero que van a ganar el gremio en 1972 con René Salamanca. Las reivindicaciones eran gremiales, pero desde el año anterior empiezan a plantear la lucha contra la dictadura. Había mucha bronca porque las universidades estaban intervenidas, porque el tiempo político que Onganía había prometido no llegaba nunca, porque estaba pendiente la cuestión de la proscripción del peronismo. No se veía una salida. El Cordobazo tuvo un fuerte contenido político, no partidario, de decir basta a la dictadura, sin proponérselo necesariamente.
—El paro activo no era la primera vez que se implementaba. Smata desde 1959 lo llevaba a la práctica.
—Ese es el plus político del Cordobazo. Hay un trabajo previo de resistencia del sector estudiantil a la intervención a las universidades y el planteo de la lucha armada por parte de algunos, aunque no era explícito, fue en 1969. El sentido del Cordobazo no se denió ese día sino en los hechos posteriores. En este sentido me parece que la actitud del gobierno de Onganía de reprimir, encarcelar a los dirigentes… El Cordobazo fue lo que fue por la fuerte resistencia y represión que encontraron los trabajadores cuando empezaron a avanzar hacia el centro. Esa violencia los empoderó y en vez de replegarse avanzaron,porque se había constituido una sensación muy fuerte de injusticia.
—¿Esta es la causa que explica que se sumaran a la protesta vastos sectores de la sociedad cordobesa?
—Exactamente. Es lo mismo que pasó, aunque con distintos actores y en otras circunstancias, en 2001. Fue decir basta,porque no se veían canales ni posibilidades de modicar el estado de cosas sino era saliendo a la calle. Si bien la palabra Cordobazo empezó a usarse inmediatamente después de ocurridos los hechos por el estado de destrucción, de violencia, porque la gente desbordó a policía. Lo que terminó de denirlo, lo que le dio ese carácter de hito fue que inició cosas nuevas como tomas de posición política, procesos de radicalización, el clacismo y otras salidas políticas armadas y no armadas. La gente empezó a demandar el nal de la dictadura más explícitamente. Y es lo que obliga luego del Viborazo en marzo de 1971 a Lanusse, a lanzar el Gran Acuerdo Nacional para generar una salida política.
—Hay un testimonio muy interesante de quien por entonces era un estudiante que dice que el 29 de mayo por la tarde la ciudad era de los manifestantes, que por 4 ó 5 horas “gobernaron” ellos.
—Tal cual. La Federal no actuó y la Policía provincial se replegó en el Cabildo, que era la central en ese momento, porque la gente la desbordó, empezó a atacarla con piedras, cadenas, con lo que encontraba a su paso, porque no había ido armada. Algunos llevaban bolitas de acero, tuercas, pero no armas. En una entrevista, un participante me contó que fue la primera vez que vio a la policía de espaldas. Después entró el ejército.
—¿Fue más espontáneo y vinculado a la rebeldía que las protestas que vinieron después? El 29 de mayo al mediodía nadie sabía lo que iba a pasar a las 4 ó 5 de la tarde.
—Pero tampoco fue espontáneo. Los gremios, a través de la CGT, habían organizado la movilización al centro y habían coordinado con los estudiantes. La UTA no paró las primeras horas para transportar a la gente hasta los lugares de trabajo, para marchar desde ahí. Y otros sectores, como los curas del Tercer Mundo, también movilizaron desde las parroquias obreras, sabiendo que se trataba de un paro activo. Hubo mucho más organización de lo que se veía, pero sin duda también participaron otros que ante la represión ayudaron.
—A lo que me refería con la espontaneidad es que no se preveía el consenso social, la buena recepción que iban a tener en la mayoría de la sociedad cordobesa.
—No y de hecho todos los dirigentes fueron desbordados en sus expectativas. Llegó un punto donde ni ellos mismos podían controlar lo que estaba pasando y que tenía que ver con esa cuestión de indignación moral, de injusticia.
—¿Cuáles fueron las consecuencias del Cordobazo?
—En lo inmediato la caída del gobierno provincial y al año siguiente el de Onganía. Además marcó la culminación de procesos previos y la iniciación de nuevos como la reapertura de las paritarias. Pero fundamentalmente empezó un proceso de movilización intrafábrica que estaba suspendido y que hizo posible la radicalización de otros sectores que no habían participado, como fue el caso de los trabajadores de Fiat, agrupados en el Sitrac y Sitran, donde surge el clacismo. Hizo posible procesos de radicalización obrera y abrió un ciclo de protesta en otros lugares como Rosario, Tucumán, Chocón, que va a terminar recién con las elecciones presidenciales de 1973.
—¿Hay posibilidades de que este tipo de insurrección popular pueda replicarse ahora?
—Primero no tenemos actores sindicales tan importantes como eran el Smata o Luz y Fuerza. Me reero no sólo a gremios, sino al poder sindical en un tiempo de desindustrialización, de alto desempleo, de modicación de las reglas de grandes concentraciones industriales como existían a nes de los 60 y principios de los 70. Hoy tenemos un movimiento obrero muy dividido. Pero además hay un hecho que no estaba en el Cordobazo y es la posibilidad de un cambio en las elecciones. Eso no lo hubo cuando se dieron los grandes “azos”. La gente veía un horizonte de injusticia que no podía ser modicado de otra manera que no fuera con la acción en la calle. Eso se dio en el Cordobazo y en el 2001, que tuvieron sentido destituyente. Podrá haber enormes marchas de protesta, pero no insurrecciones porque hay una esperanza de recambio político.
—¿Eso también tiene que ver con una crisis de representación, que nadie lidere el malestar social?
—Creo que ahora no hay crisis de representación. Puede haberla de los dirigentes políticos que están gobernando pero hay esperanzas, hay liderazgos. La gente recurre a la violencia extrema, más allá de la injusticia que perciba, cuando no ve otra salida. Entonces tiene que actuar de manera de terminar con ese estado de cosas.
El peronismo a nes de los 60
—En esos tiempos había una gran discusión dentro del peronismo entre quienes querían integrarse a los distintos gobiernos y quienes los resistieron desde 1955. ¿Cómo operó en el Cordobazo?
—En el primer año de gobierno de Onganía, algunos gremios pensaron que se podía mantener una lógica más vandorista de presionar para negociar. Pero en 1968, cuando el gobierno suspendió las convenciones colectivas, congeló salarios y le quitó la personaría gremial a sindicatos importantes como la UOM por declarar huelgas, se produjo una división dentro del sindicalismo peronista, que se concretó en la creación de la CGT de los Argentinos. La idea era que ya no se podía esperar más nada de Onganía y que los enemigos eran el imperialismo, la dictadura y la burocracia sindical. Esto lleva a una discusión hacia el interior del sindicalismo pero también de los sectores más políticos del peronismo, sobre todo de los jóvenes identicados con John Willian Coork, que habían tomado a la Revolución Cubana como un modelo a seguir. Este grupo empieza a fortalecer la idea de la acción armada, y en el ’68 se dan las primeras acciones foquistas como la de Taco Ralo en Tucumán. También se suman agrupaciones del peronismo revolucionario que venían de 1955. En 1969, todos ellos están discutiendo y sin este contexto no se explicaría la bronca, indignación y esa apuesta política sin banderas que es el cordobazo.
—El movimiento obrero cordobés tenía características propias en el sentido de quienes lo lideraban. Eran dirigentes democráticos, que se sometían a elecciones limpias, que seguían trabajando, que no todos eran peronistas y que tenían en común el cordobesismo.
—Al cordobesismo lo he sostenido como un rasgo positivo, pero ahora no estoy tan segura. Lo que pasó en Córdoba, tal vez hubiera pasado en cualquier otro lugar donde se hubiera radicado ese tipo de polo metalmecánico, con esa densidad y magnitud. La radicación de empresas transnacionales, como la IKA y la Fiat, empezaron a generar un nuevo tipo de obrero industrial concentrado en grandes núcleos obreros. Lo particular que tuvo el movimiento obrero es que se organizó en un momento de proscripción del peronismo. La seccional local del Smata se creo en 1956, y aunque era peronista, empieza a tener un trayecto de cierta autonomía. Su papel era muy importante para denir los convenios; tenía cierto poder para negociar y se convierte en estratégica. Se genera una gran disciplina sindical, porque es a través del sindicato que se consiguen cosas concretas. Esto es muy importante. Los dirigentes tienen que recurrir a la movilización de sus bases, que a su vez los controla, porque hay mucha actividad intrafábrica a través de los delegados gremiales.
—Por el otro lado estaba Luz y Fuerza.
—Que tenía dirigentes ejemplares como Agustín Tosco, que apelaba a la democracia y a la unidad con el resto. Tosco era un dirigente de izquierda, no peronista, pero que nunca quiso aislarse del peronismo porque entendía que ésa era la identidad predominante de los trabajadores. Desde el programa de La Falda de 1957, que lo rmó con Atilio López y Elpidio Torres, hay una unidad en la acción, que es lo particular de Córdoba y que fue importante en ese momento.
—Escribió que en el movimiento obrero cordobés operó de manera decisiva la inuencia en el lugar de trabajo. La fábrica, como centro alrededor del cual giraba la vida cotidiana de los trabajadores.
—Sí, sobre todo porque se trataba de trabajadores jóvenes que compartían la fábrica con una intensa actividad, donde los cuerpos de delegados funcionaron regularmente, las comisiones paritarias lo mismo, las asambleas en planta. Algunos sectores de la izquierda pensaban que Elpidio Torres era un burócrata igual que Vandor. Si bien era de ese sector a nivel nacional, en Córdoba ejercía esta movilización intrafábrica permanentemente. Y también compartían las adyacencias de las fábricas porque muchos trabajadores se hacían la casa cerca, hay barrios enormes como Villa Libertador que es uno de los más grandes de Córdoba y que surgió en esa época, lo mismo Santa Isabel. Eso hacía que hubiera muchos espacios para compartir la identidad
Currículum:
Mónica Gordillo es Doctora en Historia por la UNC, Profesora Titular ordinaria en la UNC e Investigadora del Conicet. Su área de investigación es la historia social, donde se destacan los libros “Córdoba en los sesenta: la experiencia del sindicalismo combativo” (1996); “Piquetes y cacerolas: el ‘argentinazo’ de 2001” (2010); y en coautoría con James Brennan “Córdoba rebelde. El cordobazo, el clasismo, la movilización social” (2008).
Texto publicado originalmente en: https://www.ellitoral.com/