Miguel Estanislao Soler, el general que apoyó la independencia y sobrevivió como pudo a las internas políticas

Miguel Estanislao Soler nació en Buenos Aires el 7 de mayo de 1783. Era hijo del teniente coronel Manuel Soler, y de Manuela Josefa de Otálora. Cuando en 1801, Cornelio Saavedra se casó en segundas nupcias con María Saturnina Bárbara de Otálora, el futuro presidente de la llamada Primera Junta, pasó a ser cuñado de la madre de Miguel Soler.

Estudió en el Real Colegio de San Carlos y a los doce años, tuvo su primer contacto en el área militar, siendo cadete de un regimiento que luego desapareció. Ya en el siglo XIX, participó en las invasiones inglesas y por su gran actuación en la defensa de la ciudad, fue ascendido a subteniente en octubre de 1807.

Para 1809, participó del sofocamiento contra el intento de rebelión, liderado por Martín de Álzaga contra la autoridad del virrey Liniers. Entre los que apoyaron esa revuelta se encontraba el abogado Mariano Moreno. Luego adhirió a la Revolución de Mayo y en junio de 1810, recibió los despachos de sargento mayor.

Tal como menciona el historiador y biógrafo Vicente Osvaldo Cutolo en un artículo publicado en esta misma página (ver link https://historiahoy.com.ar/soler-un-soldado-la-patria-n1234), por su eficaz intervención contra los realistas de Entre Ríos y la Banda Oriental, fue ascendido a teniente coronel, el 1° de enero de 1812.

Participó en el Sitio de Montevideo, a órdenes del general José Rondeau, y tuvo una brillante labor el 31 de diciembre de ese mismo año, en el combate del Cerrito. Para abril de 1813, fue promovido a coronel.  

Soler formó parte de la toma de Montevideo, tras la victoria naval del Almirante Brown en el Combate Naval del Buceo y la capitulación definitiva del 23 de junio de 1814. El 25 de agosto de ese mismo año, reemplazó a Nicolás Rodríguez Peña como gobernador intendente de Montevideo, mediante un despacho oficial firmado por el Director Posadas y confirmado por su secretario, Nicolás Herrera.

Mediante este cargo, organizó administrativamente la Banda Oriental, aunque gran parte de su territorio estaba controlado por el caudillo José Gervasio Artigas. Hubo enfrentamientos entre las tropas artiguistas, de orientación federal (o mejor dicho, confederal, pero simplificamos para no entrar en ese tema), y el centralismo porteño encarnado por el Directorio. Finalmente, Artigas venció a Manuel Dorrego en la batalla de Guayabos, librada en enero de 1815. Soler volvió a Buenos Aires, no sin antes saquear Montevideo por orden del flamante Director Carlos María del Alvear.

Alvear le ofreció a Artigas la independencia de la Banda Oriental (actual Uruguay, hecho que ocurrió recién en 1828, pero por circunstancias alejadas a las de principios de 1815). Artigas se opuso y formuló la idea de “argentinos orientales”, es decir que manifestó su intención de pertenecer a las Provincias Unidas del Río de la Plata y no al imperio español o portugués, pero al mismo tiempo, lograr la autonomía de la provincia.

En enero de ese año, Alvear había nombrado coronel mayor a Soler. Sin embargo, tras el motín de Fontezuelas, ocurrido el 3 de abril, Alvear terminó renunciado; y Soler, que había quedado a cargo de la comandancia de armas de la campaña bonaerense, fue nombrado brigadier graduado de los Ejércitos de la Patria. El 25 de mayo, siempre hablando de 1815, fue nombrado coronel del Regimiento de Granaderos de Infantería, y presidió la comisión militar que juzgó a los que estaban procesados por haber acompañado a Alvear en el gobierno.

Soler en el Ejército de los Andes, y su vuelta al país

Tras algunas desavenencias con el nuevo Director supremo Juan Martín de Pueyrredón, Soler partió a Mendoza, donde se incorporó al Ejército de los Andes. José de San Martín lo nombró general y Soler, que era jefe de la vanguardia, cruzó los Andes un día antes que el “gran jefe”, por el mismo lugar que este último. Obtuvo sendos triunfos en las batallas de Las Coimas y Putaendo, antes de su actuación estelar en Chacabuco, en febrero de 1817.

Pese a la gran victoria de Chacabuco, Soler criticó algunas acciones de Bernardo O´Higgins durante la batalla, y esto lo obligó a abandonar Chile y regresar a su país. El objetivo estaba cumplido y el país trasandino organizará su nuevo gobierno luego de la victoria en Maipú (abril de 1818). También algunos sostienen que a San Martín no le convencían ciertas actitudes contrarias a la disciplina por parte de Soler, y en ese aspecto, el “Libertador” era implacable.

Sin embargo, en su libro Biografía del brigadier argentino don Miguel Estanislao Soler, que el entonces teniente coronel Pedro Lacasa escribió en 1854 (ver imagen abajo), publicó algunos documentos oficiales en los que consta que Soler regresó a Buenos Aires “en cumplimiento de órdenes terminantes de su gobierno (…) y no por haber sido despedido del Ejército por el general San Martín, como vulgarmente se ha dicho en Chile y entre nosotros (…)”.

En 1819, el nuevo Director supremo, José Rondeau, quien había sido su jefe en los gloriosos momentos de la batalla del Cerrito, le dio a Soler el mando de comandante de armas de la campaña bonaerense, con sede en Luján. Este cargo ya lo había desempeñado cuatro años antes, tras la caída de Alvear.

Tras la derrota del ejército directorial que comandó el propio Rondeau, contra los caudillos del litoral Estanislao López y Francisco Ramírez, en la fugaz batalla de Cepeda del 1° de febrero de 1820, tanto el Directorio como el Congreso (aquel residuo del histórico hecho ocurrido en Tucumán, el 9 de julio de 1816, y el posterior traslado a Buenos Aires con la sanción de la fallida Constitución del ´19); se disolvieron y desaparecieron las autoridades nacionales.

La llamada Anarquía del Año XX y su breve paso como gobernador

Buenos Aires pasaría a gobernarse por sí misma como provincia, teniendo a la ciudad homónima como capital, no sin antes ejercer el Directorio provisorio el presidente del Cabildo, que era Juan Pedro Aguirre. Aguirre nombró a Soler como general en jefe del Ejército. El 17 de febrero de ese año, mediante un Cabildo Abierto, se eligió gobernador a Manuel de Sarratea. Este se entrevistó en el campamento militar de López y Ramírez, y entre los tres, sellaron el Tratado del Pilar, que se firmó el 23 de febrero.

Sin embargo, el general Juan Ramón Balcarce, apoyado por algunos ex directoriales y jóvenes porteños que empezaban a incursionar en política, como Juan Cruz Varela, derrocaron a Sarratea, en descontento por la entrega del armamento hacia los federales que el tratado establecía en una cláusula secreta. Esto contradecía lo que ellos mismos habían votado, al haber llegado Sarratea a la gobernación de Buenos Aires unos pocos días atrás. El 6 de marzo el general Juan Ramón Balcarce reemplazó a Sarratea.

Pero Balcarce sufrió amenazas por parte de los líderes federales, especialmente Ramírez, y además su apoyo en la ciudad no era unánime. Ni siquiera llegó a la semana de gobierno, en parte por diferencias con Soler, que en un principio lo había apoyado, y Sarratea volvió al poder.

Alvear y el chileno José Miguel Carrera imprevistamente se aliaron con Sarratea, con la intención de que Alvear volviera a tener el mando de las tropas. Inclusive, Soler estuvo preso, pero mantenía el apoyo popular. Finalmente, Sarratea se vio obligado a nombrar nuevamente a Soler al frente de las tropas.

Alvear y Carrera buscaron el amparo federal, luego de haber sido expulsados a la zona de fronteras. También se determinó que Ramírez abandonara la provincia de Buenos Aires con sus tropas, y así lo hizo, porque en su Entre Ríos natal, había atacado Artigas, que entre otras cuestiones, estaba molesto porque no se cumplía el pacto del Pilar. Al mismo tiempo, López ya había regresado “en actitud pacífica” a Santa Fe, como afirmó Cutolo en el artículo que detallamos más arriba.

Con todos estos atenuantes, si bien ya no había tropas invasoras en la provincia, Sarratea  renunció el 2 de mayo y más adelante se unió a Ramírez para luchar contra Artigas. Mientras tanto, la ciudad y campaña de Buenos Aires entrelazaban el caos con la anarquía. El hombre elegido para hacerse cargo del momento fue Ildefonso Ramos Mejía, que era presidente de la casi novata Sala de Representantes. Sin embargo, su gobierno recién fue efectivo a partir de la elección del 6 de junio, y además no tenía poder en la práctica, o en todo caso, era gobernador desde el punto de vista nominal.

Finalmente, el 20 de junio, Ramos Mejía renunció, y delegó el mando casi por decantación en el Cabildo de Buenos Aires, aunque volvió a presidir la Sala de Representantes. Casi al mismo tiempo, Soler había hecho sublevar sus tropas y se hizo elegir gobernador por el Cabildo de Luján, con el visto bueno del ejército.

Es por eso que el 20 de junio de 1820 quedó olvidado en la memoria colectiva porteña (y en todo el territorio), la muerte de Belgrano. Más bien ese día había quedado para la historia como el de los 3 gobernadores (Ramos Mejía, que renunció, el Cabildo de Buenos Aires, y Soler desde Luján). Recién al año siguiente, el gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Bernardino Rivadavia se ocuparon de homenajear a Belgrano, nombrando la actual avenida en donde tenía su casa, como Belgrano.

Soler asumió como gobernador y capitán general de la provincia el 23 de junio, día en que la Sala lo confirmó en el cargo. Ya estando en Buenos Aires, Soler publicó una proclama dirigida a los ciudadanos, que decía:

“Once años de revolución y siempre ocupado en servicio de la República, os habrán hecho conocer el carácter del que hoy por vuestra voluntad preside el destino de la Provincia. Ni mis servicios, ni mis talentos pudieron jamás aspirar a tan alta confianza: Ciudadanos, si es bastante el que así lo disponéis, yo os obedezco, para mandaros. Reposad seguros de mi honor; la ley tendrá todo su valor sobre el perverso, y protegerá al inocente y virtuoso: éste es el norte del que os habla”.

Casi de inmediato, con fecha 24 de junio, dio a conocer su decisión de nombrar comandante militar interino de la ciudad a Manuel Dorrego. Sin embargo, el 28 se enfrentó a Estanislao López, en la batalla de Cañada de la Cruz, cerca de la actual localidad de Capilla del Señor. El caudillo santafesino había vuelto a Buenos Aires para hacer cumplir, por la razón o por la fuerza, lo dispuesto en el Tratado del Pilar.

López lo venció, aunque Soler pudo salvar parte de la infantería, gracias a la acción de uno de sus segundos, el coronel Manuel Pagola. El que no corrió la misma suerte fue Domingo French, aquel famoso “chispero” que había sido clave junto a Antonio Luis Beruti para que las clases populares apoyaran la Revolución de Mayo, quien terminó preso. Entre el 29 y 30 de junio, Soler presentó su renuncia, que fue aceptada casi de inmediato, y se expatrió voluntariamente, yendo primero a Montevideo; y luego se instaló en Colonia.

Mientras tanto, Pagola entró en la ciudad y forzó la elección de Manuel Dorrego como gobernador. Recién a fines de septiembre, con la asunción del general Martín Rodríguez y tras la colaboración de Rosas con sus Colorados del Monte, traídos desde la campaña, la provincia vivió un período de paz, orden y progreso económico.

La época rivadaviana y su gran labor en la guerra contra Brasil

En 1821, Soler quiso volver al país, pero Rodríguez y el ministro de gobierno y relaciones exteriores, Bernardino Rivadavia, se lo impidieron. Sin embargo, al año siguiente, tal como sostiene Cutolo, Soler pudo regresar tras haber sido incluido en la reforma militar de 1822.

En noviembre de 1823, Rivadavia lo nombró comisionado para una misión secreta en la Banda Oriental, ante el Cabildo de Montevideo; y los generales de las fuerzas brasileñas y portuguesas en dicho territorio, Lecor y Álvaro da Costa. En ese momento, Brasil luchaba por la independencia del imperio portugués, con la ayuda de mercenarios británicos y franceses. Al mismo tiempo, la otrora Provincia Oriental estaba ocupada por los portugueses y brasileños, que la habían rebautizado como Provincia Cisplatina.

Por el texto del documento denominado “Instrucciones que deberán regir al señor brigadier general D. Miguel Estanislao Soler, en la comisión que se le confía para la Provincia de Montevideo”, que se encuentra publicado en el citado libro de Lacasa, se puede interpretar el interés de Rivadavia en que dicho territorio vuelva a ser parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Así las cosas, en 1824, ya bajo el gobierno de Las Heras, Soler fue nombrado inspector general de armas del ejército.

Ya entrada la Guerra del Brasil, o contra Brasil por la anexión de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, Soler fue jefe del Estado Mayor del Ejército. Así las cosas, comandó el III Cuerpo del Ejército, que incluía toda la infantería y la artillería. Su actuación estelar fue durante la batalla de Ituzaingó, librada el 20 de febrero de 1827. Allí distribuyó las divisiones en el campo de batalla, con independencia de las órdenes del general Alvear. Tras la victoria, recibió el cordón y escudo de oro concedido a los vencedores, a pesar de que en términos prácticos, sirvió de poco.

En agosto de 1827, tras la renuncia de Rivadavia como presidente, y la disolución de ese cargo que tuvo a Vicente López y Planes como sucesor provisorio, fue elegido gobernador Manuel Dorrego, quien quedó a cargo de las relaciones exteriores. En 1828, el gobierno de Dorrego firmó el tratado de paz que determinó el fin de la guerra, y la independencia de Uruguay. En noviembre de ese mismo año, Soler fue nombrado por Dorrego como ministro plenipotenciario (antecesor del cargo de embajador), y enviado extraordinario en Bolivia. 

Las instrucciones que llevaba Soler eran claras: establecer vínculos de fraternidad entre los gobiernos de Bolivia y las Provincias Unidas del Río de la Plata, que tenían similares intereses en Sudamérica, y lograr la anexión del territorio de Tarija a las Provincias Unidas, hecho que ya había aceptado Bolívar anteriormente, tras recibir a los ministros plenipotenciarios Carlos María de Alvear y José Miguel Díaz Vélez durante la época rivadaviana. Sin embargo, Lavalle, entre otras cuestiones enojado por el tratado de paz firmado meses antes, que dejaba en ridículo todos los esfuerzos humanas y económicos de más de dos años, derrocó a Dorrego y lo mandó a fusilar el 13 de diciembre de 1828.

Cuando Soler se encontraba en Córdoba, viajando para realizar su tarea diplomática, el gobernador de facto, general Juan Galo de Lavalle, lo instó a que regrese a Buenos Aires, ya que juzgó como innecesaria esa labor. Soler fue miembro del consejo consultivo del gobernador Lavalle, y por poco tiempo también lo fue brevemente de su sucesor, Juan José Viamonte. Pero con el acuerdo definitivo alcanzado entre Lavalle y Rosas en lo que se conoce como la Convención de Barracas, este último se haría cargo de la gobernación prontamente, y Soler decidió emigrar nuevamente a Uruguay, más precisamente para radicarse en Mercedes.

Soler durante el dominio rosista

Algunos sostienen que bajo la primera gobernación de Juan Manuel de Rosas, Soler fue nombrado jefe de caballería urbana de Buenos Aires. Cutolo sostuvo en el artículo citado anteriormente que eso fue en 1829, y que después de la Convención de Barracas, que arregló el fallido Pacto de Cañuelas de junio de ese año, Soler emigró a Uruguay (así aparece en el último párrafo del apartado anterior).

Más allá de eso, para 1837, Manuel Oribe, aliado de Rosas en el vecino país, y por entonces presidente uruguayo, nombró a Soler como Jefe de Armas de Montevideo. Tras el derrocamiento de Oribe, tanto este último como Soler se fueron a Buenos Aires, en lo que fue el sexto y definitivo regreso a lo que hoy es Argentina (había vuelto del Sitio de Montevideo, luego de Chile en la campaña del Ejército de los Andes; posteriormente en 1822 con la reforma militar del ministro Rivadavia, vuelto de la misión que le encomendó el propio Rivadavia en Uruguay; y más tarde, de la Guerra del Brasil).

El 1° de enero de 1839 fue dado de alta en la Plana Mayor Activa del Ejército Federal por orden de Rosas, y Soler se mantuvo ahí hasta su fallecimiento, todavía durante el segundo gobierno del Restaurador. Si bien apoyó a este último, no ejerció cargos durante esa época. Falleció el 23 de septiembre de 1849 en San Isidro, actual zona norte del Gran Buenos Aires. Sus restos fueron depositados en el Cementerio de la Recoleta, y en 1933, por el sesquicentenario de su nacimiento, se inauguró un mausoleo allí.

Recordatorios

Además de lo realizado en el cementerio de Recoleta, nada más y nada menos que el célebre escritor Jorge Luis Borges, que era uno de sus sobrinos-bisnietos por parte materna, escribió en 1965 la “Milonga de los morenos”. Estaba dedicada al Regimiento de Pardos y Morenos, que a Soler le tocó dirigir durante las campañas de Entre Ríos y Montevideo, destacándose la estelar actuación en la batalla del Cerrito. A continuación, un fragmento de la misma:

Alguien pensó que los negros

no eran ni zurdos ni ajenos

y se formó el Regimiento

de Pardos y de Morenos.

El sufrido regimiento

que llevó el número seis

y del que dijo Ascasubi:

“Más bravo que gallo inglés”.

Y así fue que en la otra banda

esa morenada, al grito

de Soler, atropelló

en la carga del Cerrito.

Escuela N° 98 “Brigadier general Miguel Estanislao Soler”, Villa Sarmiento, zona oeste del Gran Buenos Aires.

Como es habitual con los personajes de nuestra historia que participaron en las campañas de independencia, Miguel Estanislao Soler tiene calles que le rinden homenaje. En la ciudad autónoma de Buenos Aires (CABA), la calle Soler abarca algunas cuadras de Recoleta y casi todo Palermo. Entre Adrogué y Burzaco, en la zona sur del Gran Buenos Aires, existe una arteria con el nombre de Gral. Miguel Soler. Lo propio para una calle que termina en el cruce con la ruta provincial 6 a la altura de Esperanza, Santa Fe. Y, en el interior de la provincia de Buenos Aires, dos de sus localidades más importantes tienen calles que se llaman Soler: Mar del Plata y Bahía Blanca (ver foto).

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER