En abril de 1954, luego de casi dos años de desgastar sutilmente (o no tanto) al gobierno de Muhammad Naguib, el coronel Gamal Abdel Nasser asumió como primer ministro de Egipto. Luego de la dimisión formal de Naguib, el toque final del ascenso de Nasser al poder fue relegar a Naguib a un más que figurativo cargo de presidente, mientras él, instalado como primer ministro, ocupaba el centro del poder político y militar.
En octubre del mismo año Nasser finalizó las negociaciones para la retirada de los soldados británicos que ocupaban toda la extensión del Canal de Suez. El anuncio de que Egipto sería por fin libre convirtió a Nasser en un héroe para muchos, pero la Hermandad Fundamentalista (nunca faltan estos grupos, más grandes o más chicos) no estaba de acuerdo con el tratado firmado a tal efecto, ya que el mismo contemplaba la intervención británica en ciertas circunstancias (políticas y de seguridad… en fin, es que a los británicos nunca se los puede dejar con las manos vacías…) y directamente lo consideraron una traición.
Gamal Abdel Nasser convirtió a Egipto en un estado socialista con un único partido, se negó a unirse al pacto antisoviético de Bagdad y reconoció oficialmente a China comunista. Como todo obsesionado por el poder, decidió que necesitaba armas. Y claro, después de sus primeras decisiones políticas, ningún país occidental quiso vendérselas. Así que se las compró a la Unión Soviética, aclarando luego sin embargo que se definía como “independiente” en relación a los dos bandos declarados/no declarados de la Guerra Fría.
La crisis estalló cuando Estados Unidos y Gran Bretaña retiraron los préstamos previamente acordados para la construcción de la represa de Asuán. Ante esta decisión, la respuesta de Nasser no se hizo esperar: furioso, anunció que ya que no le prestaban el dinero, entonces nacionalizaría en Canal de Suez, hasta entonces de propiedad internacional (cosa que hizo el 26 de julio), y utilizaría los beneficios del mismo para construir la represa (en otras palabras, “ahora el canal es mío y te voy a cobrar peaje. Ah… y el precio lo pongo yo”).
Gran Bretaña y Francia pactaron una especie de acuerdo secreto con Israel (el vecino amigo de Occidente) para que atacara a Egipto a través de la península de Sinaí. Era una especie de “puesta en escena”: la idea era que luego del enfrentamiento, los dos países podrían ocupar la zona del canal con el pretexto de separar a los adversarios y volver a hacer pata ancha en la zona de acuerdo a sus intereses.
El 29 de octubre de 1956 tropas israelíes atacaron las posiciones egipcias en el Sinaí; bombarderos británicos destruyeron la fuerza aérea egipcia, paracaidistas franceses y británicos capturaron los puertos de Said y Fuad, y los gobiernos de Londres y París se dispusieron a enviar tropas a Chipre para preparar una posible invasión a Egipto. La crisis estaba instalada. Europa oriental no supo bien cómo manejar la situación, Nikita Krushchev estaba inmerso en el manejo de la crisis producida por la sublevación popular en Hungría y menos mal que no envió tropas enseguida a Oriente Medio, el hombre tenía otros problemas. La Crisis de Suez finalizó una semana después, con un saldo de 2700 egipcios y 140 invasores muertos o heridos.
La ONU condenó la invasión y envió soldados (fuerzas de paz, que le dicen) para garantizar el alto el fuego. Egipto estuvo de acuerdo en compensar a la antigua Compañía del Canal de Suez, pero mantuvo el canal bajo su poder. Israel se vio obligado a devolver el territorio que había ocupado (en definitiva, había sido una especie de caballito de batalla de las potencias europeas), y Gran Bretaña y Francia perdieron buena parte de sus posiciones estratégicas en Oriente Medio. El prestigio de Nasser, que había enfrentado a tres ejércitos y obtenido beneficios tangibles en el acuerdo final, aumentó considerablemente. Lo que se dice una derrota militar, sí, pero una victoria diplomática con todas las letras.
Dos años después, en 1958, la fusión entre Siria y Egipto (República Árabe Unida, una efímera unión que duró hasta 1961), redobló la apuesta, y sería una de las primeras alianzas en Oriente Medio instigadas por Gamal Abdel Nasser.
Ah! La dichosa represa de Asuán fue terminada (aunque recién en 1970) con ayuda económica de los soviéticos…