El 11 de diciembre de 1917, víspera de las celebraciones de la Januká, el General británico Sir Edmund Allenby, Comandante en Jefe de las fuerzas aliadas en la zona, siguiendo las instrucciones que dos semanas antes le había dado el General William Robertson, Jefe del Estado Mayor Imperial, descabalga ante la puerta de Yafo y entra en Jerusalén sin fanfarria y andando – para destacar en contraste con la entrada a caballo del káiser alemán Guillermo II en 1898 – en Jerusalén poniendo fin a cuatro siglos de dominio del Imperio Otomano en Palestina. La Legión Judía, con tres batallones, que contaba con miles de voluntarios judíos, era entonces una unidad integral del ejército británico.
Antes, en abril de 1917, en el Frente Occidental de la Gran Guerra, el Tercer Ejército, bajo el mando de Allenby, luchó una crecientemente sangrienta e inconclusa ofensiva contra posiciones alemanas en Arras, al norte de Francia. A comienzos de mayo, y dados los fracasos del Tercer Ejército, se quita a Allenby del mando y se le reasigna al Oriente Medio como Comandante de la Fuerza Expedicionaria Egipcia.
El primer Ministro británico Lloyd George, convencido de que una victoria sobre los turcos sería decisiva para minar a Alemania, también pensaba en la importancia de proteger los intereses petroleros británicos en Mesopotamia y el esencial Canal de Suez. La victoria en este Frente Oriental también tendría un significado valor simbólico, por lo que el propio Primer Ministro en persona encargó a Allenby la conquista de Jerusalén como ‘regalo de Navidad para la nación británica’.
Allenby llega a El Cairo a finales de junio para sustituir al ineficaz General Murray y se encuentra con unas tropas desmoralizadasque habían sufrido dos derrotas sucesivas en Gaza. Durante el verano se dedica a revitalizar, reorganizar, reequipar y reforzar su ejército cara a un tecer asalto contra las fuerzas turcas en el sur de Palestina.
Los combates comienzan el 27 de octubre. El intenso bombardeo idea artillería pesada contra Gaza inicial es seguido por un ataque sorpresa, con gran intervención de la caballería (Cuerpo Montado del Desierto), contra el final de la línea de defensa turca cerca de Beersheba, logrando así los aliados tomar esta ciudad y penetrar las líneas enemigas y haciendo que al poco cayera Gaza y que las fuerzas turcas y alemanas comenzaran a retirarse tras ser bombardeadas durante una semana.
Jerusalén estaba bien defendido y solo pudo ser tomado tras dos semanas de duros combates. Los turcos solo la abandonarían el 8 de diciembre por la noche. A primera hora de la mañana el alcalde rendía la ciudad a los primeros soldados británicos que halló.
El 21 de noviembre, antes de que comenzara la batalla final por Jerusalén y tras intensos debates, el gobierno británico había enviado al general Allenby instrucciones muy presisas sobre la manera en que debía entrar en la Ciudad santa y la proclamación que debía leer. William Robertson, Jefe del Estado Mayor Imperial, había comunicado a Allenby que debía entrar a pié, y le había enviado telegramas con el texto exacto, elaborado por el Gabinete de Guerra, de la proclamación que debía leer y publicar en Jerusalén a su entrada. También le pedía que informara sobre 9 asuntos concretos para que el Primer Minsitro pudiera informar sobre ellos a la House of Commons, entre ellos: “1. Manera en que fue recibido por la población; 2. Que había entrado en Jerusalén a pié; 3. Precauciones tomadas para guardar los Lugares Santos”; etc.).
Un último telegrama le mandaba no hablar con ningún poder extranjero ni la prensa de ningún país hasta que su entrada hubiera sido anunciada en el Parlamento británico (WO 33/946).
Los otomanos se rinden el 9 de diciembre. El General entra en Jerusalén el 11 de diciembre, acompañado de su equipo (entre ellos, T. E. Lawrence). Lo hace a pié y por la Puerta de Yafo, proclamando la ley marcial en los exactos términos en que se le había instruido, si bien añadiendo un breve párrafo indicando que diversos Lugares Santos habían sido puestos bajo guardia de los musulmanes, por instrucciones del Primer Ministro británico. La proclamación se leyó al pueblo en árabe, hebreo, inglés, francés, italiano, griego y ruso desde la escalinata de la Ciudadela. Allenby estuvo en Jerusalén “todo un cuarto de hora”, recuerda Martin Kramer.
Tras 400 años de gobierno otomano, Jerusalén pasa a manos británicas.
La victoria en las provincias del alicaído Imperio Otómano anunciaba anexiones muy convenientes tras la guerra, como había anticipado el Acuerdo Sykes-Picot de 1916, aun en vigor cuando cae Jerusalén. Este Acuerdo preveía que Yafo y Jerusalén, y la zona entre ellos, sería objeto de “administración internacional” cuya forma concreta deberían decidir los aliados (en esencia, Francia y Gran Bretaña, pues poco antes la Revolución de Octubre sacó a Rusia del Acuerdo, e Italia llega tardíamente al mismo), pero ese mismo 11 de diciembre, en un almuerzo cerca del aledaño Ein Karem – descrito por TE Lawrence en sus memorias, Seven Pillars of Wisdom y recordado y complementado por Kramer – el General Allenby corta en seco las pretensiones francesas, expresadas ahí por el mismo Picot, de establecer una administración civil conjunta con los británicos sobre ese territorio. Al hacerlo acaba de hecho, en opinión de Kramer, con cualquier pretensión futura de una administración internacional sobre Jerusalén, no obstante los posteriores actos, resoluciones y documentos que hasta hoy la han anunciado o la pretenden, entre ellas, destacadamente, la Res 181 de la AG de NNUU de 29 de noviembre de 1947.
En julio de 1922, la Liga de las Naciones encomendó a Gran Bretaña el Mandato sobre Palestina (el nombre con el que se conocía entonces al país). Como había anticipado laDeclaración Balfour de 1917, y reconociendo “la histórica conexión del pueblo judío con Palestina”, Gran Bretaña fue llamada a facilitar el establecimiento de un hogar nacional judío en Palestina, esto es, en Eretz Israel (Tierra de Israel).
Dos meses más tarde, en septiembre de 1922, el Consejo de la Liga de las Naciones y Gran Bretaña resolvieron que las disposiciones para el establecimiento de un hogar nacional judío no regirían en el área al este del Río Jordán, que constituía tres cuartas partes del territorio incluido en el mandato y eventualmente se convirtió en el Reino Hachemita de Jordania.