Elfrida Andrée: pionera del órgano y de la emancipación femenina del Det avlånga landet

Nacida en la ciudad isleña de Visby el 19 de febrero de 1841, Elfrida fue la hija menor de Andreas Andrée, un médico de ideas liberales y apasionado melómano, quien alentó desde temprano su educación musical. A sus 14 años se trasladó a Estocolmo para formarse como organista. En 1857, con tan solo 16 años, logró graduarse —aunque como estudiante extramuros, debido a que la Real Academia Sueca de Música (Kungliga Musikaliska Akademien) no admitía mujeres como alumnas regulares—, convirtiéndose en la primera mujer de su país de origen en obtener un diploma oficial como organista.

Pese a su talento, su inserción profesional se vio obstaculizada por el conservadurismo religioso y social. Cuando solicitó autorización para ejercer como organista, el arzobispo Henrik Reuterdahl rechazó su pedido, considerando impropio que una mujer ocupara tal función en la liturgia, alegando que sería “indecoroso y perturbador” ver a una mujer en el taburete del órgano, apelando incluso a la autoridad de san Pablo.

Apenas luego de haber sido cancelada por su género, en una carta a su padre, Elfrida, expresó con claridad su indignación y la de su generación: “Las chicas somos oprimidas en todos los sentidos. […] Quiero trabajar y perseguir un objetivo, pero ¿qué se debe hacer cuando hay un campo tan pequeño en el que trabajar?”. Este paroxismo derivó en que, en 1861, con apenas 20 años, impulsara junto a él una reforma legal que permitió el acceso de las mujeres a empleos como organistas.

Pocos años más tarde, en 1866, cuando quedó vacante el puesto de organista en la catedral de Gotemburgo, su progenitor la animó a postularse. Aunque compitió con siete hombres, fue elegida por unanimidad, convirtiéndose en la primera mujer en toda Europa en ocupar un cargo de esa jerarquía.

En 1869, su primera sinfonía fue interpretada en Estocolmo, en una versión que ella juzgó intencionalmente defectuosa. Las críticas fueron despiadadas. Su familia, especialmente su padre, le aconsejó que se limitara a escribir piezas más pequeñas. Pero Elfrida no cedió: “Sería más fácil arrancar una pieza de la roca que arrancarme mi idea ideal: ¡la elevación de la mujer!”.

Al año siguiente, amplió sus estudios de composición en Copenhague con Niels Gade. Desde entonces, trabajó estrechamente con la Orquesta de Gotemburgo, que interpretó muchas de sus obras sinfónicas hasta su disolución en 1879.

Obtuvo reconocimiento internacional en 1880 al recibir el segundo premio en un concurso de composición en Bruselas, instancia que la terminó de consagrar dentro del ámbito artístico y musical escandinavo. Entre sus composiciones destacan tres sinfonías, múltiples piezas de cámara, canciones, obras para órgano y piano, misas en sueco y una ópera: Fritiof Saga, escrita junto a Selma Lagerlöf en 1898, de la que más tarde derivó una suite orquestal.

A partir de 1890, su estilo compositivo se volvió más maduro y elaborado. Su Sinfonía para órgano en SI menor, de fuerte impronta francesa, resume influencias de compositores como Widor y Saint-Saëns, combinadas con una sensibilidad melódica y estructural propia.

En 1905 se instaló un nuevo órgano en la catedral de Gotemburgo con soplador eléctrico, lo que le permitió largas sesiones de improvisación solitaria. Según el testimonio de Elsa Stenhammar, en una de esas noches Andrée pronunció, tras concluir una intensa interpretación: “¡Ahí lo llevas, Pablo!”, en irónica alusión al apóstol que alguna vez justificó el silencio de las mujeres en los templos.

Falleció el 11 de enero de 1929 en Gotemburgo. Para entonces, gran parte de su obra había caído en el olvido, reflejo del canon masculino dominante en la historiografía musical. Sin embargo, a partir de la década de 1980, su figura comenzó a ser recuperada por musicólogas feministas y por nuevas generaciones de intérpretes y compositoras. Hoy, sus manuscritos se conservan en la Biblioteca Pública de Estocolmo, y su obra es objeto de renovado interés académico y artístico.

La trayectoria de Elfrida Andrée permite pensar la música como una práctica no solo estética, sino también política. Su figura articula las tensiones entre arte, género e institución, en un período de profundas transformaciones sociales. Andrée no solo compuso en un mundo que le era hostil, sino que contribuyó activamente a modificar ese mundo. Como pionera en múltiples frentes —compositora, organista, reformista—, su legado constituye una pieza clave en la genealogía de la música escrita por mujeres en Europa.

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Playlist de algunas de las obras más relevantes de Elfrida Andrée:

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