Para el público futbolero, que en Argentina es amplio, Viamonte está asociado a la AFA, ya que, más allá de lo que suceda con su futuro, el edificio ubicado en esa calle al 1300, de la capital del país, fue (y todavía es) la sede de la entidad madre de nuestro fútbol. Pero el personaje en cuestión ni siquiera llegó a vivir cuando se disputó el primer partido de fútbol “moderno” en Argentina, allá por 1867 en la zona del actual Planetario de Palermo.
Juan José Viamonte nació el 9 de febrero de 1774, en Buenos Aires. Hijo de Jaime José, un español que había fundado el antiguo fortín de India Muerta, ubicado a unos 10 kilómetros de la actual localidad santafesina de Máximo Paz; y de la porteña Bárbara González, se inclinó por seguir la carrera militar al igual que su padre. De hecho, ingresó
como cadete del regimiento de infantería de Buenos Aires.
Ya entrado el siglo XIX, Viamonte participó tanto de la llamada reconquista como de la defensa de la ciudad contra las invasiones inglesas. Durante la primera, ocurrida en 1806, ocupaba el cargo de teniente. Fue ayudante de Santiago de Liniers y se destacó en la toma del Parque del Retiro. El propio Liniers dijo sobre Viamonte: “de su espíritu y conocimientos se puede esperar el desempeño de cualesquiera asunto de importancia”.
Miembro del Regimiento de Patricios, fue ascendido a capitán o sargento mayor el 16 de marzo de 1807, tras la renuncia del entonces propietario de ese cuerpo, Manuel Belgrano.
En la llamada segunda invasión (digo así porque historiadores e investigadores se han encargado de aclarar que fue una única, aunque separada por un tiempo prudencial, en pos de prepararse planificada y sofisticadamente para evitar la derrota como ocurrió en agosto de 1806), Viamonte ocupó un lugar clave. Tras la llegada de los invasores desde las
costas de Ensenada a la ciudad de Buenos Aires, Liniers se encargó de organizar la defensa y contó con este sargento, quien al mando de unos 200 hombres provenientes del cuartel del Colegio San Carlos (donde actualmente se encuentra el Colegio Nacional), venció una partida de ingleses al mando del coronel Pack, que se dirigía hacia la plaza principal.
Esa acción había ocurrido entre el 2 y el 5 de julio de 1807, día de la rendición final de Whitelocke y los suyos, que debieron aceptar además el desalojo de las fuerzas británicas de Montevideo. Si bien hubo bajas y muertes en ambos bandos, las fuerzas de Viamonte tuvieron una parte activa en el triunfo de la defensa. El futuro presidente de la
popularmente conocida como Primera Junta, Cornelio Saavedra, sentenció en sus memorias: “Las acertadas medidas que tomó el valiente y experimentado oficial don Juan José Viamonte, influyeron indudablemente a su defensa (por el cuartel del Colegio San Carlos)”. Al año siguiente, Viamonte fue nombrado capitán graduado de infantería.
Luego de la asonada del 1° de enero de 1809, que fracasó en su intento por deponer al entonces virrey Liniers, Viamonte estuvo del lado de los vencedores, quienes se apoyaron en el recientemente nombrado jefe de los patricios, Cornelio Saavedra. Por su accionar, Viamonte fue ascendido a teniente coronel.
Este militar apoyó activamente la revolución de mayo, y votó por el cese del virrey Cisneros en el cabildo abierto del 22 de ese mes. Si bien Saavedra era el jefe del Regimiento de Patricios, Viamonte tuvo una destacada labor para dejar atrás el astuto intento de la junta del 24: es que, más allá de la apertura hacia otros miembros, en concreto Cisneros seguía siendo la máxima autoridad en estas tierras, en carácter de presidente de dicha junta.
Después de la Revolución
Una vez conformada la famosa Primera Junta, Viamonte fue ascendido a coronel, el 3 de noviembre de 1810, y junto con ese rango, nombrado segundo jefe del Ejército del Norte doce días más tarde. Dicho nombramiento, además de permitirle liderar el Regimiento de Infantería N°6, puso en evidencia las diferencias políticas, personales y militares que
existían entre los revolucionarios. Algunas fuentes indican que Viamonte fue puesto en ese lugar, más allá de cuestiones militares, porque respondía al sector saavedrista, que como se sabe, estaba enfrentado a la facción de los morenistas.
Ocurrida la asonada conocida como movimiento o revolución de los orilleros, el 5 y 6 de abril de 1811 en Buenos Aires, el sector saavedrista había desplazado a sus opositores de la llamada Junta Grande. Pero el general Antonio González Balcarce, al igual que el enviado de la junta que tenía el mando político, Juan José Castelli, y el militar que le seguía a Viamonte en la cadena de mando, Eustoquio Díaz Vélez, pertenecían al grupo morenista. A pesar de la trágica muerte de Moreno, el exsecretario de la junta tenía sus seguidores.
El momento más tenso se hizo presente en la batalla de Huaqui, ocurrida el 20 de junio de 1811. A pesar de que en teoría regía el armisticio que habían acordado Castelli y el general realista José Manuel de Goyeneche, este último cruzó con sus tropas el río Desaguadero y atacó al enemigo, produciendo un gran desconcierto en los patriotas al
mando de Viamonte (González Balcarce no se encontraba en el lugar, ya que el plan
original era otro).
Finalmente, fue una victoria para los realistas y en su regreso a Buenos Aires, el entonces coronel tuvo que afrontar un juicio militar de responsabilidad por esta derrota, al igual que Castelli y el propio González Balcarce (ver artículo Antonio González Balcarce, héroe de Suipacha, fiel seguidor de San Martín y Director supremo).
A pesar de que durante dicho juicio, el salteño Eustoquio Moldes culpara a Viamonte de que sus órdenes habían contribuido a la derrota, este último se defendió diciendo que “Se apoderó de todos los hombres un terror extraordinario, cuyo origen no he podido comprobar aun” (refiriéndose a su tropa). El historiador Alejandro Rabinovich lo sintetizó muy bien en el título de su libro: “Anatomía del pánico. Huaqui, o la derrota de la revolución (1811)”.
Viamonte, que luego de reagrupar lo que quedaba de las tropas en Jujuy, estuvo detenido dos años haciéndole frente a las acusaciones, fue absuelto de culpa y cargo, y liberado.
En diciembre de 1813, el director supremo Gervasio Antonio Posadas lo nombró mayor general del Ejército de Buenos Aires, con el objetivo de organizar las milicias locales. Al año siguiente, fue designado gobernador intendente de Entre Ríos por un breve períodode tiempo, y no pudo evitar la derrota de Dorrego contra Artigas en la batalla de Guayabos.
El 3 de abril de 1815, se produjo el motín de Fontezuelas que forzó la renuncia del entonces director supremo Carlos María de Alvear unos días más tarde. En su reemplazo fue elegido José Rondeau, pero como se encontraba como jefe del Ejército del Norte, el Directorio quedó interinamente a cargo del jefe del motín, el coronel Ignacio Álvarez Thomas. Bajo su mandato, casi de inmediato se promovió a Viamonte al grado de coronel mayor, equivalente a la de un general en la actualidad.
La acción más recordada de Viamonte en esos tiempos fue la ocupación militar de Santa Fe, por orden de Álvarez Thomas. La llegada se demoró hasta fines de agosto, por diversos motivos, explicados por el historiador Antonino Salvadores en un artículo añejo pero muy interesante, llamado “Ocupación militar de Santa Fe en 1815 por el general Juan José Viamonte”. Salvadores sostenía que, pese a ser elegido Álvarez Thomas, el Cabildo de Buenos Aires limitó su poder con la denominada Junta de Observación, creada principalmente para poner un freno al cierto despotismo del ejecutivo en tiempos de Alvear. Inclusive, dejó de tener el título de Supremo.
Otra razón fueron los intentos de establecer una paz con Artigas, que había extendido su influencia en la famosa Liga de los Pueblos Libres hacia todo el litoral, e inclusive Córdoba.
Pero ambos gobiernos (si bien la postura de Artigas era la de una suerte de gobierno confederal, en la práctica se trataba de un protectorado) no se pusieron de acuerdo, tanto por la situación en Santa Fe (los porteños aceptaban la influencia artiguista en Entre Ríos y Corrientes, pero no en Santa Fe y su extensión hacia Córdoba), como por los resquicios relacionados con armamentos y tropas que habían hecho mella tras las polémicas medidas de Alvear y su triunfo en la toma de Montevideo, ocurrida en junio de 1814).
Estos desacuerdos, a pesar de que cada una de las partes llevó sus representantes para negociar, continuaron. También el artículo menciona el Congreso del Arroyo de la China en el actual Concepción del Uruguay, Entre Ríos, por parte de Artigas, y sostiene que fue otra de las causas que retrasaron aquella expedición. Sin embargo, omite o le quita
responsabilidad al director interino, con respecto al arresto de los diputados artiguistas, que habían sido enviados para negociar con Buenos Aires e intentar un acuerdo con el Congreso de Tucumán, que si bien comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816, ya se había acordado su reunión el año anterior.
En abril de 1815, Santa Fe se había hecho una provincia autónoma, gobernada por el rico comerciante y estanciero Francisco Antonio Candioti, amigo de Artigas. Pero la salud de este último no era óptima, delegó interinamente su mando, y en Buenos Aires ya estaban al tanto de la situación. Es por eso que el ejército de Viamonte se encontraba en camino, y llegó justo dos días antes de la muerte de Candioti. La situación política y social era caótica, y es por eso que a Viamonte se le ordenó cuidar a Santa Fe de una posible invasión artiguista y mantenerse distante de la política interna, salvo que se altere a punto tal que haga falta la intervención militar para lograr cierto orden.
Las luchas internas entre el Cabildo santafesino y los miembros de la Junta Provincial de gobierno no hicieron más que propiciar la elección definitiva, ya que tras la muerte de Candioti, la Junta se había auto invocado el apoyo del ejército, mientras que el Cabildo había llevado una compañía de blandengues a la ciudad, que naturalmente los tenía a su
favor.
A pesar de su intento de desconocer dicha práctica, Viamonte fue claro y tajantemente expresó que se trataba de una contradicción hablar de elecciones libres con los ciudadanos acordados a tal fin, y al mismo tiempo presionar a los electores porque mantenía a los blandengues en la ciudad. Pero también le había advertido a la junta que él y los suyos no habían venido para hacer elegir a las autoridades de Santa Fe, por lo que dicha elección sería, simplificando, libre y abierta con los ciudadanos previstos. Así, logró aplacar a ambas partes y Juan Francisco Tarragona, de clara tendencia porteñista, ganó las elecciones.
Tarragona había sido parte de la Junta Grande con los saavedristas, aunque luego apoyó a los directoriales. Más allá de que Santa Fe era (y es) un punto estratégico, y que los porteños tenían claro que no era casualidad el querer ponerle un límite a los artiguistas en la margen oriental del río Paraná, principalmente por cuestiones económicas, lo cierto
es que Viamonte había comunicado al Cabildo santafesino que descubrió cartas que comprometían a ellos con Artigas y los suyos.
Volviendo al artículo de Salvadores, expone un documento que estaba en el archivo del propio Viamonte con las instrucciones para dicha expedición a Santa Fe, y de las reales intenciones que tuvo el director supremo interino en Fontezuelas: dejar atrás los abusos de autoridad del gobierno alvearista, pero al mismo tiempo aplacar la cada vez mayor influencia del caudillo oriental, que con su protectorado había sobrepasado los límites territoriales naturales que le correspondían. Es por eso que intentó explicar que fueron las circunstancias del momento las que le impidieron a Viamonte y los suyos llegar antes.
Más allá de eso, el general había logrado su cometido de no utilizar acciones bélicas para que Santa Fe vuelva a ser territorio de las llamadas Provincias Unidas, y así estar nuevamente bajo el poder central de Buenos Aires. Sin embargo, los miembros del cabildo santafesino y sus aliados federales sabían que la tendencia federal o autónoma era
la que primaba allí, y que Tarragona se sustentaba en el cargo solo por la ocupación del ejército de Viamonte.
Cuando a principios de 1816, dicho ejército se achicó para incorporarse a las guerras de independencia, los opositores a Tarragona empezaron a conspirar, y esas “advertencias” de Viamonte sobre el contacto de los cabildantes con Artigas, se hicieron presentes.
Mariano Vera, con el apoyo del ya comandante militar Estanislao López y los artiguistas, derrocaron al gobierno de Tarragona y Santa Fe volvió a ser autónoma, además de declararse parte de la Liga de los Pueblos Libres con Artigas como protector. Vera fue electo gobernador y asumió en marzo de ese mismo año, mientras Viamonte fue llevado
prisionero por las tropas santafesinas que respondían al caudillo oriental, hacia el campamento artiguista llamado Purificación.
El directorio de Álvarez Thomas respondió con una invasión al mando de Manuel Belgrano, pero esta fracasó porque el enviado del director, general Eustoquio Díaz Vélez, desconoció la autoridad de Belgrano mientras el ganador de la batalla de Tucumán estaba en Rosario. A Belgrano en realidad le importaba el mando del Ejército del Norte,
que había sido enviada a la provincia litoraleña, además de la división de Díaz Vélez, el segundo jefe. Impensadamente, Díaz Vélez firmó el 9 de abril de 1816, un armisticio con el comisionado artiguista en Santa Fe, Cosme Maciel, conocido como pacto de Santo Tomé. Sintiéndose desobedecido, Álvarez Thomas debió renunciar.
Vuelta a Buenos Aires y gobernador interino
Viamonte estuvo preso más de un año, pero una vez liberado, volvió a Buenos Aires. En mayo de 1818, fue electo diputado para el Congreso, que se había mudado de Tucumán a la capital de las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata. Llegó a ser vicepresidente del mismo, pero nuevamente fue enviado por el Directorio, ahora presidido por Juan
Martín de Pueyrredón, como general en jefe del ejército expedicionario rumbo a Santa Fe, en reemplazo de Juan Ramón Balcarce. A diferencia del éxito parcial que había tenido en su anterior paso por esa provincia, ahora fue cercado por las tropas que respondían al gobernador, el caudillo Estanislao López.
Viamonte era partidario de que San Martín bajara hacia Santa Fe con su Ejército de los Andes para dicha expedición militar, pero no tuvo apoyo porque el libertador se negaba a lo que él entendía era una guerra interior, en detrimento del famoso plan que ya había dado sus frutos en Chile, y que prontamente seguiría hasta Perú. Esto último, sumado a la astucia militar de López, hizo que Viamonte firmara el armisticio de San Lorenzo en abril de 1819, resolviendo de esta manera el problema de Santa Fe en favor de la autonomía de esa provincia. Por su parte, López, sucesor de Vera, se mantuvo en la gobernación hasta su muerte, ocurrida en junio de 1838.
Viamonte fue partidario de la constitución unitaria de 1819, que se aprobó en abril de ese año, pero que por la oposición de la mayoría de las provincias interiores, en la práctica no tuvo efecto. Luego de la batalla de Cepeda del 1° de febrero de 1820 y la posterior caída del Directorio, Viamonte partió a Montevideo. Lo acompañaron su esposa
Bernardina Chavarría, con quien se había casado en 1800, y sus hijos (tendría 10 en total).
A fines de ese año, volvió a Buenos Aires y fue nombrado inspector de armas. El 14 de mayo de 1821, durante la gobernación de Martín Rodríguez, Viamonte fue designado gobernador y capitán general sustituto, ya que el titular había abandonado la provincia para luchar contra el entrerriano Francisco “Pancho” Ramírez. El 6 de junio, Rodríguez
volvió a ocupar el cargo.
Entre lo privado y lo público hasta su primera gobernación titular
En 1822, solicitó su retiro como militar y se dedicó a tareas rurales. Incluso, compró una estancia en San Vicente, en aquel momento parte de la campaña en la provincia de Buenos Aires. En diciembre de 1824, comenzó el Congreso General, de carácter constituyente, y del que Viamonte formó parte. Votó por la constitución unitaria y republicana, tal como había sucedido en 1819, pero su fracaso fue similar al anterior.
En 1826, con Rivadavia como presidente, fue asesor del Colegio Militar y preparó los planes para activar la guerra contra Brasil. Al año siguiente, ya caído el régimen presidencial y reestablecida la Sala de Representantes, Viamonte fue electo justamente por el partido de San Vicente, y a diferencia de la vez anterior, apoyó al federalismo doctrinario del entonces gobernador Dorrego, que había sido directorial como él.
Luego del derrocamiento y posterior fusilamiento de Dorrego, Lavalle pasó a ser el gobernador de Buenos Aires, pero después de su derrota en la batalla del Puente de Márquez contra Rosas y Estanislao López, acordó con el Restaurador un pacto en Cañuelas. Al fracasar ese acuerdo porque los seguidores de Lavalle no aceptaron la lista de unidad propuesta, y realizaron elecciones en la ciudad con el triunfo unitario apoyado por las tropas, Rosas sitió la capital y desconoció la elección. El 24 de agosto, en la Convención de Barracas, acordaron entre otras cosas, que Viamonte sea el nuevo gobernador, en principio de carácter interino, quien asumió dos días más tarde.
Durante su corta gobernación, se esforzó por la conciliación y el respeto al orden jurídico. También saneó la moneda, impulsando la reducción de billetes circulantes para frenar la inflación, un tema no pocas veces ocurrido en la historia argentina, y que se había producido principalmente por las secuelas de la guerra contra Brasil. Propuso así la creación de una Caja de Amortización de Billetes de Banco, y así se destinarían los billetes recaudados por impuestos especiales (al ganado, importaciones, sellados y patentes, entre otros), que luego serían quemados públicamente todos los meses, quedando expresamente prohibido utilizar ese dinero para cualquier otro fin.
Si bien tuvo resultados rápidamente, ya que la Caja de Amortización comenzó a funcionar el 16 de noviembre y su plan se hizo efectivo casi dos meses, en diciembre de 1829 la Sala de Representantes eligió a Rosas como nuevo gobernador. Prontamente, se continuaron recaudando esos impuestos pero no así quemados los billetes provenientes de esa caja.
Más allá de su corta gobernación en 1829, Viamonte continuó en política, siendo elegido como diputado a la Legislatura en más de una ocasión. Tras la muerte de su esposa, renunció a su cargo en mayo de 1832 para hacerse cargo de sus hijos, ya que además, varios de ellos todavía eran menores de edad.
Nuevamente gobernador
En diciembre de 1832, Rosas fue reelegido por la Legislatura. El Restaurador se negó porque, a diferencia del mandato anterior, no se le otorgaban las famosas facultades extraordinarias (no solo él, sino otros gobernadores como Martín Rodríguez, también las habían tenido). Entonces, el elegido fue el federal Juan Ramón Balcarce, que contó con el apoyo de Rosas, pero que con el tiempo se fue distanciando de éste.
La acción de Encarnación Ezcurra, esposa de Don Juan Manuel y creadora de la Sociedad Popular Restauradora, precursora de la Mazorca, protagonizó el 11 de octubre una revolución contra Balcarce, al que acusaban de ser parte de los federales cismáticos o Lomos Negros, es decir federales que no eran partidarios de Rosas. Así las cosas, el 4 de
noviembre asumió Viamonte como nuevo gobernador electo, aunque de nuevo no tenía nada: era el tercer mandato suyo, pero esta vez habiendo sido elegido directamente por la Legislatura (la primera fue apenas un reemplazo, y en la segunda empezó como interino tras un acuerdo político).
Una de sus acciones más importantes fue el apoyo a la educación, y volvió a solventar las finanzas de la provincia, tal como había sucedido a fines de 1829. Además, se promovieron franquicias a la prensa, aumentando la libertad para el desarrollo de dicha actividad. También se permitieron los casamientos religiosos entre los no católicos, y se declaró feriado nacional el día de Año Nuevo.
Sin embargo, mientras Rosas se encontraba realizando su Campaña al Desierto, que se extendió desde parte de la provincia de Buenos Aires hacia el oeste, con el apoyo de
Facundo Quiroga y el general Pacheco, los rosistas que se encontraban en la ciudad obstaculizaron su gobierno y, al igual que Balcarce, acusaron a Viamonte de ser partidario de los Lomos Negros. Así, forzaron su renuncia el 5 de junio de 1834.
Últimos años y homenajes
Si bien su renuncia no fue aceptada porque nadie quería hacerse cargo del momento, Manuel Vicente Maza, presidente de la Legislatura, fue forzado a ocupar ese sitio tras las reiteradas negativas de Rosas. Pero el asesinato de Facundo Quiroga precipitó las cosas y luego de la renuncia de Maza, el elegido fue nuevamente Rosas, esta vez con facultades
extraordinarias y la suma del poder público.
Viamonte se había alejado de la vida pública, pero se oponía al régimen rosista y decidió exiliarse en Montevideo en 1840. No se equivocó, ya que uno de sus hijos, Avelino Viamonte, fue asesinado por la Mazorca ese mismo año, en uno de los momentos más violentos de esa tristemente célebre organización. Era la época posterior al fracaso del movimiento de los Libres del Sur, y en pleno bloqueo francés, recién resuelto en octubre de ese año con el tratado Arana- Mackau. El trágico final de Avelino, sumado a lo ocurrido con su también hijo Juan José Apolinario, muerto de tuberculosis en el Brasil, hicieron mella en la salud del general, que murió el 31 de marzo de 1843, a los 69 años.
Sus restos fueron repatriados en 1881, y descansan en el cementerio de la Recoleta.
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Un partido de la provincia de Buenos Aires, que tiene su cabecera en Los Toldos, cerca de Junín, en 1910 pasó a llamarse “General Viamonte”. Tan absorbido quedó su municipio, que se confunde a la localidad de Los Toldos con el partido de General Viamonte.
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Juan José Viamonte posee calles en distintos puntos del país: en la ciudad de Buenos Aires, una de las pertenecientes al casco céntrico llevan su nombre. Lo más emblemático es el edificio de la AFA, al 1366, muy cerca de los tribunales nacionales de justicia, en el barrio de San Nicolás.
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También posee calles en Mar del Plata, otra en Villa María, Córdoba, y también en la capital de esa provincia, por citar algunas. También lo recuerdan establecimientos educativos en distintas partes del país.
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