Las imágenes escultóricas del general San Martín están diseminadas por el mundo honrando su gesta libertadora.
Curiosamente, no fue Argentina el primer país en pensar homenajearlo en el bronce sino que la idea surgió en Chile, por iniciativa del historiador Benjamín Vicuña Mackenna, en oportunidad de la celebración de un nuevo aniversario de la batalla de Maipú, la victoria más resonante del Libertador. La obra fue encomendada al escultor francés Joseph-Louis Daumas (1801-1887).
Enterado el gobierno argentino del homenaje chileno, en un acto de reivindicación por la demora, inmediatamente envió una comitiva a París para convencer a Daumas que entregara una copia del monumento antes a la Argentina. Esta obra fue inaugurada en Buenos Aires en 1862, cuando aún los restos del Libertador esperaban ser repatriados de Francia. La segunda copia llegó a Chile un año más tarde y la única diferencia con el monumento porteño es que la cola del caballo se apoya sobre el basamento para ofrecer un tercer punto de apoyo a la estatua ecuestre a fin de soportar mejor los movimientos sísmicos que azotan periódicamente a la capital chilena. La imagen está basada sobre un retrato litográfico de Théodore Géricault.
La obra de Daumas, un escultor que podríamos llamar de segunda línea, fue copiada varias veces, tanto dentro del país –en Santa Fe en 1902, en Mendoza y Corrientes en 1904 (con un pedestal de Torcuato Tasso)– como en el extranjero, en ciudades como en Bogotá, Madrid, Nueva York, México, Washington, Beijín, etc.
La repatriación de los restos del gran capitán por iniciativa del presidente Avellaneda, fue aprovechada por este para acercarse al general Mitre a fin de contar con su apoyo político. Resulta que Bartolomé Mitre se había rebelado contra Avellaneda por el fraude electoral de 1874. Derrotado en la batalla de la Verde, Mitre aprovechó su cautiverio para escribir la historia de San Martín. Convocarlo para ser el orador durante la inauguración de su mausoleo era para Avellaneda la mejor forma de congraciarse con él.
El féretro con los restos del Libertador fueron colocados en la cripta de la catedral metropolitana hasta que se concluyó la obra encomendada al escultor Albert-Ernest Carrier-Belleuse (1824-1887), artista ya conocido por los argentinos gracias al monumento a Manuel Belgrano y quien además ejecutaría la escultura del amigo chileno de San Martín, Bernardo O’Higgins.
El sepulcro de Carrier-Beleuse ubicado dentro de la catedral metropolitana fue realizado en mármol rojo de Francia y el sarcófago en granito negro de Bélgica y está rodeado por tres mujeres hechas en mármol de Carrara que representan las naciones liberadas por San Martin: Argentina, Chile y Perú.
En la oportunidad habló el ministro de Perú, Evaristo Gómez Sánchez, quien recordó una frase del general: “La presencia de un militar afortunado es temible en los Estados que se constituyen de nuevo para no convertir jamás una espada en cetro”.
Cuando fue a colocarse el ataúd que contenía los gloriosos restos de San Martín se percataron que el féretro no entraba en el lugar diseñado a tal fin. ¿Qué había pasado? Cuando la nave que traía el ataúd del general atracó en Montevideo, el pueblo uruguayo quiso honrar la memoria del ilustre difunto. Y, ¿qué se le puede dar a un difunto? Pues, otro ataúd… Pero como este nuevo féretro no entraba en el nicho predeterminado.
Después de largas cavilaciones, se dejó el ataúd en posición inclinada circunstancia que algunos vieron como una venganza póstuma por su condición de masón o el apoyo a Juan Manuel de Rosas cuando enfrentó a la escuadra anglo francesa.
Estas versiones que prolongan antiguos disensos no estaban de acuerdo con la frase conciliadora que había pronunciado el presidente Avellaneda en la oportunidad, al referirse a “la capacidad integradora de los grandes muertos”.
Además de los innumerables bustos del Libertador dispersos por escuelas, plazas y dependencias estatales, en Buenos Aires se encuentra un monumento muy particular que honra la memoria del “Abuelo Inmortal” y las enseñanzas que dejó a sus nietas. Su imagen está basada en el único daguerrotipo del general tomado dos años antes de su fallecimiento. La obra es del escultor argentino Ángel Ybarra García (1892-1972), dotado artista quien además era ingeniero.
En las vecindades de esta estatua emplazada en la calle Ramón Castillo, se encuentra una reproducción de la casa de Grand Bourg y una serie de estatuas de personajes vinculados al general como la de su propia esposa, obra de Santiago Parodi (1898-1970), su hija Mercedes (de Quintino Piana (1875-1950) y de José Pacífico Otero, religioso e historiador promotor del culto del “Padre de la Patria”, busto obra de Juan Carlos Ferraro (1917-2004).
Frente a este abuelo inmortal hay una serie de monumentos que recuerdan a colaboradores y amigos del Libertador empezando por el Mariscal Castilla, Alejandro Aguado, Martín de Pueyrredón, Gregorio Las Heras, Álvarez de Arenales, Güemes y una imagen de la Virgen del Carmen de Cuyo, patrona del Ejército de los Andes.
Cabe recordar que en 1910, Gustav Eberlein (1847-1926) diseñó un basamento en granito rojo para homenajear a los ejércitos de la independencia La obra de Daumas fue colocada sobre este conjunto escultórico. El pintor e historiador Eduardo Schiaffino comentó que “los personajes que ha puesto Eberlein en torno a San Martín no son argentinos, ni latinos”. Eberlein era el artista preferido del Kaiser Wilhelm y las figuras tienen un indisimulado aire germano. El dios de la guerra que precede al conjunto, no es Marte sino Odín …
Como ya hemos dicho, el culto sanmartiniano se ha diseminado por el mundo, la mayor parte de las veces reproduciendo las obras de Daumas, aunque en otros lugares le hayan dedicado obras más originales, empezando con el Cerro de la Gloria en Mendoza, obra de Juan M. Ferrari (1874-1916).
En Berlín hay un estatua del Libertador de pie donada por la colectividad argentina germana en 1995. En Londres también hay una estatua de pie en Belgrave Square (cerca de la embajada argentina); al igual que una placa que recuerda el lugar en el que vivió durante su permanencia en dicha ciudad .
Una estatua de San Martín sosteniendo una bandera puede verse en Medellín (Colombia) que se repite en Montreal ( Canadá) y en Río de Janeiro (Brasil), basada en el modelo del francés Henri Allouard (1844-1929) que se encuentra en Boulogne Sur Mer.
En Lima, Perú, hay una notable obra ecuestre de Mariano Benlliure (1862-1947), inaugurada en 1921. Curiosamente, Simón Bolívar contó con su monumento en Lima (magnífica obra de Adamo Tadolini) casi 80 años antes que San Martin.
Por último, en Guayaquil se lo representa a ambos Libertadores en un hemiciclo de columnas obra de José Antonio Homs (1910-1995).
La extensa obra estatuaria de nuestro máximo prócer sirve para eternizar los símbolos patrios y otorgar una identidad común sobre la que se construyen las naciones.