Nokan

En relación a las creencias en “la vida después de la muerte” o la supervivencia de lo que conocemos como “alma”, en Japón hay dos sistemas filosófico-religiosos: el shintoísmo (o sintoísmo) y el budismo. Vale agregar a ellos el confucianismo, una filosofía que pone énfasis en la ética y los valores humanos, que ha influido notablemente en ambas.

     Para el shintoísmo, creencia anterior al budismo, luego de la muerte el alma va al “kage no kuni” (algo así como “el país de las sombras”), un lugar oscuro e impuro al que llegan todas las almas (tamashii). Pero el alma puede salvarse de ese lugar escabroso y contaminado mediante rituales que son oficiados por los familiares y amigos de la persona fallecida, apenas ocurre la muerte y en sucesivos aniversarios, al cabo de los cuales el alma se purifica y pasa a formar parte del “kami”, un lugar en el que confluyen las almas de los ancestros con las fuerzas de la naturaleza.

   Para el budismo, introducido en Japón a mediados del siglo VI, inicialmente el alma iba a un paraíso o a un infierno, dependiendo de sus acciones en vida. A partir del siglo XIII las creencias fueron cambiando y se centraron en la existencia de un “Gokuraku” (“paraíso”), un paraíso eterno, algo así como el mundo de la dicha absoluta y perfecta armonía donde se encuentra Amitabha, el buda celestial. Para llegar allí también es necesaria la ayuda de los familiares y cercanos, mediante invocaciones en el momento de la muerte y en ceremonias posteriores. En Japón se acepta la transitoriedad de la vida y eso le da una visión más práctica y hasta natural al momento de la muerte, y casi el 100% de los japoneses creman a sus muertos según la tradición shintoísta o budista.

     Dicho esto, en Japón, los rituales funerarios previos a la cremación del cadáver adquieren un significado de “preparación” para el viaje al más allá, y el ritual funerario japonés conocido como Nokan es llevado a cabo en personas fallecidas dentro del ámbito de ambas creencias. De hecho, la tradición budista considera al Nokan la mejor forma de despedida.

     El Nokan consiste en la preparación y embellecimiento del cuerpo del fallecido mediante una serie de maniobras y pasos que acomodan el cuerpo, lo lavan, lo acicalan y lo embellecen antes de ser puesto en el ataúd. Se trata al cadáver en forma respetuosa, delicada y amorosa, y cada movimiento es ceremonial, elegante y sentido, como si se estuviera tratando una obra de arte.

   El Nokan es llevado a cabo por una persona especialmente entrenada y preparada: el nokanshi (“quien practica el Nokan”), que según la tradición japonesa es el que prepara a los muertos para iniciar el viaje hacia el más allá. El Nokan se realiza muy poco tiempo después de haber ocurrido la muerte y en la casa del fallecido, y se considera que ser preparado por un nokanshi es la forma más respetable de pasar a mejor vida luego.

    El nokanshi asea el cadáver, le cambia sus ropas, lo afeita, lo maquilla y cuida su piel quebradiza y frágil; en definitiva, lo embellece. Eso también se hace en las funerarias occidentales, pero en el Nokan todo ese proceso se efectúa en presencia de toda la familia y los allegados del difunto, que se encuentran de frente al nokanshi y ven cómo el nokanshi lava, maquilla y viste al fallecido de un modo muy delicado y con máximo cuidado para prerservar su dignidad, de manera que la familia en ningún momento vea el cuerpo desnudo y que en ningún momento haya alguna maniobra que haga que el cuerpo quede en alguna posición indecorosa. El Nokan se practica en un absoluto y respetuoso silencio, tanto por parte del  nokanshi como de los familiares y presentes. Todas las maniobras que efectúa el nokanshi son elegantes y bellas, realizadas con una perfección extrema y con máximo respeto tanto para con la familia presente como para con el cuerpo. Todo eso genera una atmósfera de empatía, respeto y reverencia; la delicadeza, la empatía y el respeto del nokanshi son notables, y el resultado final es valorado con emoción por los familiares.   

   Primero se lava el cuerpo, con lo cual se borra simbólicamente el cansancio, el sufrimiento y las preocupaciones de este mundo; el lavado representa además el primer baño de un recién nacido en el más allá, y se realiza con compresas, gasas y algodones estériles, blancos e impecables. Se obliteran los orificios cuidadosamente para evitar la aparición de fluidos indeseables y todo se hace con el cuerpo cubierto por un manto o sábana impecablemente limpia que impide a los familiares la visualización del cuerpo. A continuación se colocan las ropas al difunto, de una forma cuidadosa y sin que se vea ninguna parte del cuerpo en el proceso, por debajo del manto y con maniobras ceremoniosas de cuidada estética y  sumo respeto. Se acomodan las manos entrelazadas sosteniendo un “mala” budista, una especie de rosario de 108 cuentas para recitar mantras. Luego se afeita y maquilla la cara del fallecido, con una delicadeza como si estuviera vivo. El ritual termina con la “despedida” de los familiares y seres queridos, que dicen unas palabras o besan al fallecido.      

     El ritual en sí mismo es bastante rápido; un nokanshi experimentado puede preparar de manera eficiente un cadáver en 15 minutos.

    El Nokan produce emociones dispares en los familiares del difunto; algunos sonríen tristemente recordando sus buenos momentos con el fallecido, otros se emocionan conmovidos, otros son invadidos por una gran paz, transmitida por el nokanshi y lo emotivo del ritual, aceptando de modo más sereno la partida del ser amado y llevándose con ellos una última imagen pacífica y serena de la persona fallecida. Luego de la despedidas de los familiares y los efectos, el cuerpo es colocado en el ataúd por los empleados funerarios con la supervisión y ayuda del nokanshi, y finalmente es incinerado.

     Hoy en día el ritual del Nokan se efectúa cada vez menos. En las grandes ciudades es casi una rareza, ya que la mayoría de las muertes ocurren en hospitales. Por esa razón, algunos consideran el Nokan un arte en vías de extinción, que actualmente se lleva a cabo más frecuentemente en zonas rurales o pueblos pequeños, donde esa tradición aún se mantiene y se realiza en las casas familiares o en el lugar de residencia del difunto.

     A pesar de la importancia de los rituales mortuorios desde la época feudal, en la cultura tradicional japonesa el cadáver es considerado como algo “no puro”; de hecho, todo lo relacionado con la muerte se cree que es “kegare” (suciedad, corrupción), por lo cual, después de haber estado en contacto con el fallecido, las personas deben “limpiarse” mediante rituales de purificación. Por la misma razón, quienes tenían oficios cercanos al trato con la muerte o los muertos también eran considerados como “no limpios”; la gente no quería tener ningún contacto físico con ellos, eran forzados a vivir apartados y eran discriminados por la sociedad. Hoy en día, a pesar de lo admirable y emotivo que puede ser el ritual del Nokan, muchos japoneses aún lo ven como uno de los “peores” trabajos (algo parecido a lo que ocurre con los amortajadores o empleados de funerarias en el mundo occidental, hay que decirlo). Así es como, debido a esa percepción, el oficio de nokanshi genera cierto resquemor en los habituales portadores de cortedad mental, lo que hace que muchos nokanshi prefieran mantener su trabajo en secreto.

     Sin embargo, pese a las reservas mencionadas acerca de este oficio, en Japón se realizan competencias nacionales de Nokan, en las que se ponen de manifiesto la destreza y la elegancia de los nokanshi. Al día de hoy, se encuentran nokanshi de todas las edades pero sobre todo jóvenes, que han reconocido haberse sentido conmovidos luego de haber presenciado como un nokanshi preparó el cuerpo de algún pariente cercano.

Película recomendada: Okuribito (en japonés: おくりびと, El que despide) es una película dramática dirigida por el cineasta japonés Yōjirō Takita, protagonizada por Masahiro Motoki, Ryōko Hirosue y Tsutomu Yamazaki y estrenada en 2008. Su trama describe la historia de un joven llamado Daigo y su trabajo como preparador de cadáveres en una funeraria. Es conocida en español por varios títulos diferentes: Despedidas, Final de partida, La felicidad de vivir y Violines en el cielo.

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